28 de Septiembre de 2026.
Abigail.
—¿Ya vienes?—le pregunté a mi gemela a través del teléfono.
—No seas desesperada, ya estoy en la esquina—me colgó.
Lia es una mentirosa, de seguro pasó a dejarle la comida al trabajo de su novio y se le hizo tarde para nuestra cita.
Hace unos días me pidió ayuda eligiendo un regalo muy peculiar para él, me sorprendió pero me encantó la idea y me gusta meterme en las relaciones de los demás.
Por eso justo ahora estaba espiando a mis ex compañeros universitarios en instagram, la verdad es que la mayoría son solterones pero me sorprendió ver que Iliana está comprometida con una chica muy linda.
Nunca volvimos a hablar desde que se abrió conmigo, intenté hacerlo pero siempre se alejaba aunque al menos ya no era una matona y por los últimos años de universidad comenzó a salir abiertamente con chicas y me siento muy orgullosa de ello, espero que me invite a la boda. Aunque sé que es muy poco probable.
Seguí esperando un poco a mi molesta hermana hasta que al fin llegó.
—No puedo creer que lo vayas a hacer—dije en cuanto la vi.
—Ni yo.
Entró al local y la seguí de cerca, a la mera hora tal vez se arrepienta.
Nos acercamos a la recepción donde solo había una empleada.
—Hola—Lia saludó—, quiero adoptar un perro.
—Claro, llene este formulario—le extendió unos papeles, los tomó y fuimos a llenarlos a la otra punta de la sala.
—¿Puedes recordarme por qué un perro?
No es un secreto que Lia odia los perros, bueno no los odia pero no puede estar cerca de uno sin tener miedo.
—Cuando tengo que salir de viaje mi novio se queda solo y quiero que tenga compañía. Además de que hace unos días insinuó algo sobre bebés y niños así que primero tendrá que darse cuenta de que tan difícil sería cuidar a un ser viviente—finalizó los formularios y los entregó a la empleada.
Es verdad, Lia es la encargada de cocina en una empresa que se dedica a planear eventos. Muchas veces los solicitan fuera de la ciudad y tiene que irse hasta por una semana.
Aunque su novio ya se acostumbró a que no importa la distancia, sé que él es un dolor en mi trasero cuando Lia se va.
Entramos a las jaulas de los perritos y comenzó a verlos.
—¿Cuál te gusta?—me preguntó.
—Todos—contesté y me miró feo—. Pues no me tiene que gustar a mí.
—Ninguno me va a gustar, por eso te traje.
—Lia, trata de buscar el más agradable, igual será tu perro.
Me miró de mala manera pero vio todos los perros y se acercó a todos para examinarlos bien hasta que encontró uno que era muy peludo. Tenía chinos en todos lados y de color negro. Me sorprende que ya no les tenga miedo como para agarrarlos.
—Quiero ese—lo señaló y firmó todos los papeles.
Ahí mismo le compro un tazón de agua, un tazón de comida y una correa, creo que ya se encariñó.
—Ya te acompañé, ¿ya me vas a invitar de comer?
—¿Por qué debería de hacerlo?—me preguntó.
—¿Porque estoy gastando mi único día libre contigo?
Hace unas semanas comencé el rodaje de voz de una película animada, ya casi terminamos pero no tenemos mucho descanso entre semana.
—Está bien, vamos que mi novio está por salir de su trabajo.
Él trabaja en una agencia de viajes, de hecho igual viaja demasiado por lo que algunas veces con mucha organización logran ir a los mismos lados, es un buen complemento.
Caminamos por la avenida hasta que encontramos un café donde aceptaron meter al perrito que tenía Lia.
—¿Cómo le vas a llamar?—yo le estaba acariciando la cabeza.
—Cosa.
—Pero es un él.
—Coso—se encogió de hombros.
No quise discutir más y comí en silencio.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—pregunté.
—Sip.
—¿Cómo supiste qué querías vivir con Mateo? O más bien, ¿cómo le dijiste que se mudara?
Lia y Mateo viven juntos desde hace un año, Lia dejó nuestra casa desde hace año y medio porque quería ser más independiente, la admiro de verdad.
—Nunca le tomé importancia—se encogió de hombros, de nuevo—, necesitaba conseguir un compañero de departamento porque no podía sola con todos los gastos, luego él comentó que quería salir de la casa de sus padres pero que no tenía suficiente dinero para empezar a vivir por su cuenta. Yo solo le sugerí que viviéramos juntos y él aceptó, no fue como dar un gran paso.
—Qué fácil.
¿Se complicaron la vida tratando de estar en una relación y deciden vivir juntos en veinte minutos? Vaya.
—¿Por qué preguntas?
—Quiero mudarme con Daniel.
Prácticamente vivimos juntos, al menos tres veces a la semana me quedo a dormir en su nuevo departamento y creo que nunca se ha quejado. De verdad quiero pasar mi vida con él si es posible.
Ya no me sorprendo del monstruo sensible y cariñoso que me ha hecho.
—Pues dile.
—¡Pero él me lo tiene que pedir!
—Fuiste muy desesperada para que fueran novios que tú se lo pediste, es la misma situación.
—No lo es, invadir su vida es muy diferente a invadir su hogar.
No puedo exigirle que me pida que me mude con él si es que no quiere, es su espacio personal ese lugar y debo de respetarlo.
—Buen punto, entonces no seas desesperada y deja que las cosas sucedan.
—Eres mala para estos concejos, Mateo es un poco mejor—me crucé de brazos.
—Yo no hago la labor de mejor amiga, hago la labor de hermana que te habla con toda la razón—es verdad—. Pero si quieres otro consejo, ahí viene.
Mateo entró al café y se sentó en nuestra mesa.
—¿Y qué pasó con el momento de hermanas?—pregunté aunque en realidad me fascina estar con ellos dos, son la segunda pareja más adorable de la tierra.
No necesito decir quién es la primera.
—Se acabó tu tiempo—Mateo se encogió de hombros.