Bennu fuego en las sombras (libro 1) Completo

3

Después del mensaje no supe más de mí, no sé cómo llegué a mi casa, un pestañeo y ya estaba dentro de ella. Saqué mi celular y busqué el número de Nell, para llamarla. Sonó alrededor de ocho veces, pero nunca contestó. Había olvidado que lo dejó en mi camioneta.

Me sentía de una manera muy extraña, era como si toda esperanza en mí se hubiera desvanecido, aunque al recordar el mensaje de Dylan me sentía un poco mejor, pero aun así quería encontrar a Nell. Desesperada, lancé el celular en dirección a un sillón que se hallaba al fondo de la sala de estar, que es de estilo rústico, color café y sus derivados. Se escuchó cómo rebotó el celular en la pared.

Escuché mi celular timbrando a lo lejos, corrí e intenté responder a la llamada, pero no llegué a tiempo porque habían colgado, revisé el registro y era Adria. Intenté llamarle, pero no contestó, salí de la sala de estar y corrí escaleras arriba, llegué a mi habitación y me senté en la cama.

Sentí mucho aire entrando a la habitación, observé que la ventana estaba abierta, intenté recordar si la había dejado así, pero no lo había hecho. Tomé mi celular y llamé a mi madre, sonó cinco veces y respondió. 

—¡Hola, hija! 

—¡Hola, mamá, ¿dónde están?! —Me sentía tan alegre de escuchar su voz. 

—Estamos en camino a casa de tus tíos Jorge y Anna.

—¡¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuánto tiempo estarán allá?! —Me sentí tan preocupada porque no recordaba que me habían dicho que se irían. Mis tíos viven a tres días de camino, en una zona playera, al sur del país. 

—Te lo dije anoche. ¿Acaso no recuerdas? Repetiré las palabras: “Hija, saldremos mañana a las cuatro a casa de tus tíos, sabemos que no puedes ir por tu escuela, regresamos en unas semanas”.

“¿Cómo podían hacer tal cosa mis padres?”, pensé. Me sentía tan enojada con ellos por haberme dejado sola. 

—¿Pero qué rayos? ¡Yo no recuerdo nada de eso! —dije; con aire resignado, tomó de nuevo la palabra—. Bueno, no importa, solo cuídense mucho y diviértanse. Los quiero. Salúdame a todos y dile por favor a Bayron que no ande de chiflado y a Leo dale un beso y un abrazo de mi parte —Bayron es mi hermano del medio, tiene quince años de edad. Leonardo es el pequeño de la familia, tiene diez años.

—Sí, hija, yo te los saludo. Te queremos mucho, cuídate y no vayas a hacer cosas indebidas o alguna de tus tonterías. 

—Sí, está bien —lo dije monótonamente—. Adiós, cuídense y salúdame a todos por allá.

Colgué el teléfono y lo dejé ahí tirado en mi cama. Me quedé dormida después de pensar en todas las situaciones raras que me habían pasado hoy. 

De nuevo escuché mi celular, contesté entre sueños. Era Dylan, lo presentía. 

—Hola, Milena. 

—Hola, Dylan —le dije aún adormilada y con voz tenue. —Ya descubriste quién soy, ¿verdad?

—Es evidente, ¿no?, por eso sé tu nombre. Eres el muchacho nuevo de mi clase, ¿verdad? 

—Sí, lo soy, al que golpeaste —me dijo, riéndose a carcajadas. 

—Sí, lo siento —dije, al sentirme apenada.

—No te preocupes. 

Se escuchaba tan fuerte y claro, como si estuviera muy cerca de donde yo me encontraba. Así que me levanté de la cama lo más rápido que pude. 

Camine hacia la ventana y asomé mi cara hacia fuera y lo vi entrando, solté mi celular y cayó en el suelo. Mi cara se tornó roja, aún estaba vestida igual, me sentía tan cansada que no tenía las ganas suficientes para ir a la ducha. Y en poco tiempo ya estaba adentro de mi habitación después de haber entrado por mi ventana y no por la puerta principal.

—¿Qué pasa, Mily? ¿Te puedo llamar así? Es que, lo que pasa es que me gusta más como se escucha —lo dijo con tono coqueto. 

—No quiero que me vuelvas a llamar así, mi nombre es Milena y así quiero que te dirijas a mí —observé que quería hablar, así que se lo impedí y continúe hablando—. No preguntes nada más… ¿Cómo sabes mi dirección? —mi voz sonaba demasiado seria.

—Está bien, te llamaré Milena —lanzó un suspiro al aire—, aunque algún día conseguiré decirte Mily sin que tú te enfades conmigo —observó que mi cara tenía una expresión de enojo y continuó hablando—. Te he estado siguiendo... —dijo riendo juguetonamente—. ¡No te creas, Milena, es solo una broma! Esta es la historia. 

De pronto no sentí ese enojo que tenía al inicio de la conversación y me dispuse a escucharlo, después de todo, debería tener buenas razones para haberme rescatado luego de desvanecerme en el bosque buscando a Nell, y también para atreverse a entrar en mi habitación.

—Yo paseaba cerca del bosque con el cielo ya tardeado y escuché gritos que deseaban encontrar a alguien llamada Nell, corrí al rescate y te encontré desmayada, te acogí entre mis brazos, te llevé a algún lugar cercano donde pudieras descansar y encontré una cabaña. Estando seguros dentro de ella esperé a que despertaras, pero para mi gran desgracia, cuando lo hiciste no me encontraba cerca de ti. Por cierto, espero que no te enfades conmigo por mover tu camioneta hasta la cabaña. Y lo que corresponde a tu nombre completo y demás datos, lo sé por tu credencial de alumno, aquí está—y me la colocó en la mano—, la dejaste tirada en el sillón donde estabas acostada, creo que se te cayó, pero aquí está de nuevo con su legítima dueña —y con un fino susurro, dice—: Yo también quisiera formar parte de ti. 

En mi mente pasaban tantas ideas, pero a la vez no formaban ni una sola, sus últimas palabras me habían dejado en shock, decidí solo sonreír y mirarlo a los ojos.

Caminó hacia mí, pero yo retrocedía a cada paso que él daba, caí sentada en mi cama y él me besó ligeramente los labios. Me gustó, debo admitirlo, pero lo alejé de mí. 

—Por favor, vete de aquí, ya es muy tarde y estoy cansada. Además, mañana tenemos que ir a la escuela. Adiós —él abrió la boca para hablar, pero no salió sonido alguno. Y salió por la ventana.

—¡Oye, ¿por qué no saliste por la puerta?! —le grité mientras se alejaba. Él, con expresión de sorpresa, me lanzó un beso y me dedicó con su mano un “hasta pronto”. 




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