Bennu fuego en las sombras (libro 1) Completo

4

Ya estando en casa, busqué un botiquín de primeros auxilios para intentar detener la hemorragia nasal, me vi en el espejo y tenía toda la cara manchada de sangre, incluyendo la blusa. Sujeté mi nariz con ambas manos e hice el intento por enderezarla, se escuchó un crujido y la sangre paró momentáneamente. Pocos segundos después la hemorragia se hizo más intensa, no sabía qué hacer, además los hospitales estaban muy lejos de mi casa y manejar en un estado como este era mala idea, además el dolor me comenzaba a atormentar.

“La gente correría porque pensaría que soy un zombi (reí al pensarlo). Esa no es la razón. Es que puedo perder mucha sangre y desmayarme mientras conduzco la camioneta”.

Recordé que cuando era pequeña y me sangraba la nariz, mi madre colocaba papel higiénico en ella y hacía mi cabeza hacia atrás hasta que se detuviese esto. Lavé mi cara y tomé una toalla, ya que el papel no sería suficiente, me senté en el sillón café oscuro más chico de la sala y recargue mi cabeza de modo que solo podía ver el techo, la sangre poco a poco dejó de emanar. 

Mientras la sangre dejaba de fluir, sentí el aire de mi alrededor más denso, y que todas las cosas se acercaban más y más a mí. El sillón situado enfrente de la gran ventana del fondo avanzaba a paso veloz, los floreros de al lado, la mesa del té, las pinturas, hasta la pantalla plana situada encima de la pared más grande de la sala. Todo giraba. Mi vista se nubló.

***

Las olas me mecían impacientemente, el agua tibia me salpicaba. En el cielo se notaba que el amanecer estaba muy próximo a llegar, las gaviotas volaban, pero las aves no se escuchaban nada normal, en cambio, parecía como si ladrara, la balsa en la que me encontraba se iba resquebrajando. El mar se calmó repentinamente, pero leves empujones a la balsa se hicieron sentir, miré hacia todos lados y no encontré nada. 

Un pez de aspecto muy extraño, saltó a la balsa, era verde y baboso, su olor era igual de asqueroso, pesaba aproximadamente veinte kilogramos. Tenía extremidades de ave al frente, pero con el mismo aspecto que toda su piel, y en la parte trasera había una cola de pez, tenía ojos negros y una enorme boca (al menos eso parecía) llena de dientes filosos.

La criatura comenzó a desplazarse al lugar donde yo estaba, en mi cara se notaba el horror y la repulsión que sentía hacia esa cosa, mis manos me ayudaron a avanzar hacia atrás, pero solo pude desplazarme unos cuantos centímetros, ya que mi mano se encontró con el agua salada del mar. La criatura avanzaba a paso veloz y pronto estaba enfrente de mí, me lancé al agua de espaldas y entraba en mi nariz para llegar a mis pulmones. Cerré los ojos fuertemente en mi vano intento de salvación y los abrí de nuevo al sentirme peor, ya que la oscuridad me dominaba.

***

Unas manos frías me tomaron de la cintura y la cabeza, la mirada se comenzó a despejar de nuevo, logré vislumbrar que estaba en mi cuarto de baño, en la tina. Sentí el dolor en la nariz, que me hizo quejarme casi gritando: 

—¡Auch! 

Miré hacia la puerta y ahí estaba un ángel en su forma humana, o al menos eso pensé. Mi vista aún se encontraba en mal estado, abrí y cerré los ojos, para así aclararla. Lo observé muy cerca de mí, ensimismado en sus pensamientos; grité lo más fuerte que pude, rompiendo su concentración, salió del cuarto cerrando la puerta. 

Me levanté y agarré la toalla para envolverme en ella, salí de latina de baño y me dirigí a la puerta y le eché el cerrojo. Me vestí lo más rápido posible con un pantalón negro, blusa roja de tirantes gruesos y los converse del mismo color.

Estaba aterrorizada, pero agradecida porque sabía que si él no me hubiese encontrado, ya estaría en el mundo de los muertos, pero, por otro lado, me había visto en ropa interior y creo que él me había quitado la ropa. Quería gritar de horror y agradecerle a la misma vez. Me armé de valor para salir de ahí. 

Respire hondo, giré el pestillo para abrir la puerta, salí con la cara en alto y mi cabello aun goteando y sin peinar. Caminé en dirección al peinador y lo vi sentado sobre mi cama, su cabello era liso y negro como la noche, que le enmarca la cara blanca y sus ojos celestes, labios carnosos, cuerpo escultural, y su estatura era de un metro ochenta y tantos.

El no inmutarse se me hacía casi imposible, pero lo logré, llegué a mi objetivo y en vez de cepillar mi cabello, me apalanqué en el peinador viendo fijamente al espejo, tratando de no verlo a él sino a mi reflejo. Tome un cepillo, lo deslicé por mi cabello y comencé a hablar, con las ideas desordenadas en mi cabeza. 

—Gracias por haberme salvado —dije, mientras me aguantaba la vergüenza.

—De nada —dijo, con su mirada perdida en las afueras de la ventana. 

—¿Podrías decirme qué pasó? Es que no recuerdo nada después de que me desmayé. 

—Sí, puedo, más no debo.

—¿Qué? —cuestioné desconcertada. 

—Sí, como te dije, no debo. 

—¿Por qué? —mi mente comenzó a divagar.

—Hay algo que me lo impide —dijo un poco incómodo. 

Giré sin salirme de mi órbita, al verlo de frente una sensación extraña me dominó, ya la sentía desde antes, pero esto empeoró, era algo así como ansiedad por estar cerca de él, pero a la vez, el querer alejarme de él corriendo; era como si estar cerca de él me pondría en peligro.

—Dime tu nombre, por favor —le pedí y noté que no tenía la intención de contestar a mi petición—. Anda, dime tu nombre, por favor —le decía, tratando de obtener esa información. 

—Mi nombre es… —me decía no muy convencido, pero se armó de valor y lo lanzó al aire —Darsving.

Me quedé sin palabras, solo lo observé e intentaba concentrarme en mis pensamientos. “¿De dónde ha salido un nombre tan extraño? ¿Por qué es tan hermoso?”, cuando de pronto se escuchó mi celular timbrando con la canción "Going under", de Evanescence, rompiendo el hilo de mi pensamiento. El móvil se encontraba en el peinador. Lo tomé y contesté, mientras giraba para mirar a Darsving, pero ya no estaba en la cama. Guardé silencio por un momento y escuché que habían colgado, revisé la hora en el reloj de pared y eran las siete. 




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