Bennu fuego en las sombras (libro 1) Completo

9

Sentí una gota de una sustancia espesa que cayó a mi rostro y descendió hasta el cabello desparramado en el suelo, parpadeó varias veces, todo estaba demasiado oscuro, “lo más probable es que esto sea una cueva”, pensé. 

Comencé a buscar la fuente de esa gota y esta procedía de unas flores grises, cuyas vainas eran de color escarlata, la planta más hermosa que haya visto, pero tan horrorosa a la misma vez, te hacía pensar que en cualquier minuto te podía matar; esta se comenzó a mover, siguiendo mis pasos. Una de sus lianas azotó mi pierna derecha, la sangre comenzó a fluir lentamente. Después de ese ataque hubo más azotes, corrí en búsqueda de un refugio, y afortunadamente lo encontré dentro de una pequeña subcueva, me acurruqué tan adentro como pude, solo pensaba en escapar de la planta asesina.

Al contacto con una zona esponjosa, en las paredes de los costados, esa especie de esponja se comenzó a iluminar de color azul, sofoqué un grito de sorpresa, estaba bañada en sangre, el dolor nunca se presentó en mi cuerpo, en cambio, sentía un leve cosquilleo en las zonas afectadas. 

Algo en el suelo donde estaba sentada se comenzó a mover, como si un temblor se estuviese efectuando, dicho fenómeno no solo se limitó a la zona de abajo, siguió avanzando por las paredes de la caverna; el aire comenzó a penetrar por la pequeña entrada, este era muy fuerte y hacía que levita tan pronto como el viento se hizo aún más poderoso.

El techo se abrió repentinamente, haciéndome volar por un conducto secreto. Pasaron pocos segundos, y algunas espirales, cuando vi una masa de color turquesa que se aproximaba a mí velozmente. 

Las criaturas que conformaban esa masa ya estaban lo suficientemente cerca como para ver su aspecto: cada una no pasaba los quince centímetros de altura, eran como personitas en miniatura, pero con alas de dragón, la estructura de cada una de ellas era delgada y liviana, la piel era blanca como la nieve y las cubría un trozo de tela sin forma y rasgada; tenía el cabello rizado y negro como la noche, los ojos les brillaban del color de la sangre y sus pequeñas bocas, que estaban llenas de colmillos pequeños y filosos, se clavaron en mi piel.

El dolor por fin se apoderó de mí, tomó lugar en las mordidas y en las heridas, alaridos tétricos comenzaron a resonar en todo el túnel hediondo a hierro y humedad, no me daba cuenta de que salían de mi boca; por fin acabó y un fuerte golpe me dio la bienvenida al suelo. Mis huesos crujieron y varios músculos se rasgaron. Mi final ya estaba escrito. 

—¿Por qué me está pasando esto? ¡No me lo merezco, tengo muchas cosas por hacer, chavos que conocer y besar! —grité, ya sin temor a que alguien o algo me encontrara y acabara conmigo aún más rápido.

Era más que obvio que nadie me escuchaba, las criaturas ya no estaban a mi vista, así que di por hecho que habían desaparecido. Intenté ponerme en pie, pero otro chasquido quebró el sonido y el dolor se volvió mucho más irresistible. Luchaba por seguir despierta, no quería morir, pero deseaba abandonar este sufrimiento inmundo; las horas pasaron, lo más probable es que ya estuviera próxima a desangrarme por las heridas. 

—¡¿Qué rayos está pasando?! ¡Si quieres matarme, hazlo ya! ¿Por qué sigo viva? ¡Ya estoy harta de este dolor! —Mis gritos sonaban como alaridos y el suplicio se fue acentuando. Después de tanto gritar, mis sollozos solo se habían vuelto quejidos, casi insonoros.

De un momento a otro muchas cosas cambiaron, el dolor seguía vivo, perforando cada músculo y hueso aún vivo en mi cuerpo, pero ya estaba tan frío como el hielo. 

Las paredes que me rodeaban y el agua tirada en el suelo comenzaron a girar en torno a mí, poco a poco se fueron convirtiendo en un remolino, todo malestar se esfumó, todo este cuerpo quedó mejor que antes, me sentía más fuerte, era como si me hubieran cambiado el cuerpo por otro.

Me puse en pie y corrí velozmente por la cueva, parecía como si volara, mi ropa estaba desgarrada casi por completo y manchada de sangre. Me hizo recordar a una persona que conocía bastante bien, pero no recuerdo su nombre ni su aspecto. Solo sé que nos llevábamos muy bien.

“¿Quién es? ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué a este lugar? ¿Por qué no recuerdo nada?” pensé.

Mis pensamientos me llevaron a una zona en blanco donde aparecían muchas personas, pero no lograba unir los nombres con las personas. No prestaba atención a las cosas de alrededor, ni siquiera lo que estaba frente a mí; después de unos segundos me había percatado que había perforado un muro y que estaba cayendo por una cuesta muy pronunciada, terminé tirada frente a una noria. La luz de la luna era lo único que alumbraba la zona, que era un bosque muy espeso con olores a pinos, flores, humedad y todas esas características de este tipo de región. Jamás le hacía caso a estas cosas. 

El movimiento dentro de mi estómago me decía que ya era momento de comer algo, pero había algo que no siempre sentía, mi cabello se tiñó de color plata, también se alargó hasta la cintura y se marcaron rizos definidos, por todo mi cuerpo aparecieron líneas curvas y espirales negras. Me asustó tanto esto que salí corriendo de nuevo, sin ninguna dirección definida.

Pare repentinamente frente a un lago y observé mi rostro, los ojos ya no eran castaños, sino color vino tinto, varias líneas atravesaban mi rostro y en mi pupila izquierda hay una mancha tenue color gris, con forma de media luna; el estómago me volvió a reclamar la necesidad de alimento, bebí un poco de agua del lago para sofocar su clamor. 

La noche era muy calurosa, comencé a sentir ansias, quería nadar, el calor entraba por cada poro de la piel haciendo que la sangre me hirviera.

De repente, unos labios suaves y húmedos acariciaron violentamente los míos. Los brazos de esa persona se enredaron en mi cintura, me encontraba en una posición muy incómoda, mi peso cedió sobre él y caímos al fondo del lago, él se enredó en mi cuerpo, quería dejar de besarlo, pero una sensación ardiente me invadió completamente. En ningún momento la respiración me faltó, era como si su oxígeno me llenara los pulmones, nos seguimos sumergiendo, un impulso me invadió y solo quería zafarme de él; tenía miedo, sabía que me podía matar en cualquier momento, su abrazo era mucho más fuerte de lo normal, mi sangre estaba a punto de ebullición. 




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