Sentí un electroshock, después otro, y mi fénix desapareció.
—No te vayas —grité en el sueño y, a la vez, en la realidad.
—Regresó —dijo una voz desconocida.
Abrí mis ojos y ya no estaba en Bennu. Ahora me encontraba en un hospital, rodeada de doctores y enfermeras que se veían muy felices. Quizás porque habían salvado mi vida. El lugar era frío y olía a alcohol y otros químicos. Y la cama estaba media dura.
Después de unos momentos de revisar mi estado de salud, me llevaron a una habitación privada. Aún podía recordar todo lo que había pasado, cada desastre y también todo aquello que había vivido en Bennu, sea agradable o lo contrario.
—Hola, hermana —dijo una voz, que podía reconocer en cualquier lado. Era Coral.
—Hola. Qué bueno que estás bien y seguimos vivas. Es que pensé que no habías sobrevivido al ataque del Oknad.
—Yo pensé lo mismo, y mírame. Aquí estamos, más vivas que antes y juntas, que es lo mejor.
—Sí, eso es lo mismo que pienso. Aunque extraño mucho Bennu.
Nos callamos, ya que se escucharon voces detrás de la puerta, y no queríamos que pensaran que estábamos dementes; y menos en ese lugar.
Alguien giró la perilla con sumo cuidado, se sintió el aire fresco y olía a comida. Mi estómago hizo un poco de ruido y entraron Dylan y Joseph con una bolsa de papel en las manos, que al parecer contenía unas deliciosas hamburguesas.
—Bienvenidas —nos dijeron.
—¿Qué traen ahí? —dijimos, muertas de hambre. No había comido nada en no sé cuánto tiempo.
—Hamburguesas, pero guarden silencio, que las metimos de contrabando.
—Ok. Y ¿cómo están? —dijo Coral, con la boca medio llena.
—Muy bien, mejor que ustedes, a nosotros no nos hicieron nada. Ni siquiera nos tocaron —dijo Joseph.
—¿Qué pasó después de que yo maté a Vladimir?
—Salió el sol y regresamos a nuestros hogares —dijo Dylan, como siempre, los hombres nunca incluyen detalles.
—Genial —dije—. Aunque extrañaré a Bennu y a papá.
—Y a mí no —me reclamó Dylan.
—A ti no, porque te tengo aquí, a mi lado.
—Bueno, solo por eso te perdono.
—Hola, chicos —saluda esa voz que tanto quería escuchar.
—Hola, papá, qué bueno que estés aquí —dijimos a la par mi hermana y yo—. Lo sentimos, es que somos gemelas, pensamos muy parecido —nos pasó de nuevo.
—¿Y las demás? —preguntó Coral, refiriéndose a nuestras hermanas.
—Están en sus hogares respectivos. Ah, me han dado una buena noticia, mañana las darán de alta —dijo Naro, entusiasmado— y se van a quedar ambas con los padres adoptivos de Milena.
—Oh, genial —dije.
—¿Y tú, papá? —dijo Coral.
—Regresaré a Bennu, hay cosas pendientes. Un día regresarán ustedes.
—Se terminó el tiempo de visitas —dijo una enfermera de tez morena y rechoncha.
Coral y Joseph se besaron, mientras Dylan y yo también lo hacíamos. Y mientras, Naro se fue diciendo: —Nos vemos pronto, chicas, las amo.
Las semanas pasaron, todos estábamos bien. Coral se había acoplado fácilmente a mi familia y estaba durmiendo en mi habitación, mis padres no tenían nada en contra de que Coral estuviera en la casa (lo más probable es que Naro habló con ellos, ya que lo tomaron de manera muy normal) a todos les agradó la idea de que yo tuviera una gemela. Bueno, al menos eso quiero pensar.
Hasta llegué a pensar que Coral les caía mejor que yo.
Volvimos a la escuela y Adria ya no estaba, se corrían rumores de que se había escapado con un joven, y otros decían que había sido asesinada. Nada más nosotros sabíamos la respuesta correcta. Pero, ninguno de los que fuimos a Bennu, mencionábamos nuestras vivencias enfrente de alguien ajeno a esa dimensión.
Un mes después, me encontré con una carta sobre mi cama, estaba sellada con cera y en ella había un fénix con sus alas abierta sal fondo de la cera, que en un tiempo fue caliente. Formaba relieves que se habían moldeado a un sello, que sin duda alguna era de mi familia, “Los Phoenix”. Dudé un poco al tomarla, ya que me encontraba muy cómoda en mi hogar y no sabía si quería regresar.
Además, el fénix del sello marcaba posición de ataque, quizás no era tan bueno el motivo de la carta.
Al fin la agarré. En la parte delantera decía mi nombre y el de Coral y, como lo había imaginado, era de nuestro padre.
Mi hermana atravesó el portal y se dirigió a mi lado.
—¿Qué tienes en la mano? —me cuestionó.
—Al parecer es una carta de papá —murmuré.
—¡Oh, genial! Vamos a abrirla ya. Quiero saber qué nos quiere decir —me dijo entusiasmada.
—Ok. Veamos, la abriré.
Le di unos pequeños golpes en el escritorio (para evitar romperla) y rasgué la orilla derecha del sobre. Saqué la carta con sumo cuidado. Coral estaba ansiosa por ver el contenido y yo solo intentaba aplazarlo. Rogaba por alguna interrupción “inconveniente” pero esto no pasó. Desdoblé la carta y Coral corrió a cerrar la puerta, para comenzar a leerla ambas.
10 de diciembre
Hola, hijas, ¿qué tal están? Espero que muy bien y felices con sus padres adoptivos. Las extraño mucho, chicas.
Me duele mucho escribir esta carta, pero no me queda más alternativa. Las cosas en Bennu han cambiado muy drásticamente, y la verdad, no sé por dónde comenzar. Lo más lógico, como ustedes me dirían, es que lo haga por el principio.
Primero que todo, quiero decirles que su abuelo no es Kyle Phoenix, como muchos lo pensaban. Esto se piensa, ya que hace muchísimos años el rey Lion y el rey Josue viajaron a Eufro, que es una de las diez dimensiones que existen. Lo hicieron por diversión, además de que el padre de ellos los había mandado para tratar de gobernar esa dimensión. Lion era aún más joven que Josue y se la pasaba explorando los bosques; mientras que Josue intentaba internarse en el gobierno de Eufro, buscaba la forma de ser la mano derecha del rey Naxel para hacer su misión aún más sencilla.