Bennu sangre y traición (libro 2) Completo

15

 

Estuve a punto de salir de mi escondite, que era detrás de una gran roca ardiente y con un penetrante olor a quemado. Sacaron la jaula después de unos momentos y Zero ya no era el mismo de antes, su forma corpórea era diferente, su tez blanca ahora era color canela, había aumentado su estatura unos 20 centímetros sobrepasando los dos metros de alto, sus ojos eran ámbar y estaban más grandes, sus labios eran pálidos, pero su cabello era una cascada de magma que llegaba hasta su hombro y después desaparecía. Esa transformación había ido más allá de lo que me habían hecho a mí antes, a él lo habían convertido en…

—Ahora su reina ya tiene un guerrero, cuyo nombre es… —la sub líder se interrumpió para que Zero hablara.

—Dael, el defensor de las ninfas volcánicas —dijo arrogantemente, y al escucharlo me di cuenta de que Zero Dragos se había ido para siempre.

“¿Cuántos más amigos tendrán que caer en esta guerra?”, pensé.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me susurra una voz familiar al tocarme el hombro. Mi reacción al no conocer a la persona que me hablaba era tirarle un puñetazo en la cara, pero sabía exactamente quién estaba ahí conmigo, era Ángel, aquel joven valiente que perdió el brazo por la culpa de un ladrón que hurtó su brazalete y aún lo tiene en su poder, el problema era que no sabíamos quién lo robó exactamente.

—¿Cómo llegaste hasta aquí, amigo? Esa es la verdadera cuestión —dije.

—Cuando me metieron a la cueva y cerraron la salida, pensé que moriría de hambre o sed, pero las cosas cambiaron de mal en peor, una liana con flores grises y las vainas que las sostenían que eran del color de la sangre me azotaron una y otra vez hasta hacerme sangrar la espalda y las piernas, me sujetaron de las piernas… —la conversación fue interrumpida porque una ninfa volcánica nos había visto a los dos escondidos. Corrimos por nuestras vidas lo más rápido que podíamos, pero fue en vano, la ninfa nos había atado con una soga hecha a base de magma aún caliente. A ninguno de los dos nos afectaba porque teníamos la llama que nos protegía, la misma que me salió en la muñeca y se expandió hasta mi cuello, de no ser así ya no estaría escribiendo esto.

—Suéltanos, tenemos una manda… —decía Ángel, y antes de que pudiera terminar la frase le di una patada para que se callara y me dejara hablar.

—Estamos aquí para serviros —dije cordialmente como si no estuviera atado con una cuerda incandescente.

—¿Por qué vosotros tenéis las marcas sin pasar con la guerrera líder?

—Porque estuve aquí hace mucho tiempo y mi compañero… —guardé silencio para que el continuara, ya que yo no sabía la razón.

—Estoy saliendo con una de tus hermanas guerreras.

—No te creo, dime su nombre —dijo la ninfa.

—Su nombre es Fara, hija ilegítima de Vladimir Naksak.

—¿Vladimir tiene una hija? Y ¿sale contigo? —susurré, interrumpiéndole muy sorprendido.

—Ahora no podemos hablar de esto —murmuró, y luego dijo en voz alta —quiero verla.

La ninfa se quedó con la boca abierta de par en par, dejando ver una lengua de magma y sus dientes, que parecían colmillos filosos de brazas ardientes, sacudió la cabeza y nos quitó las cuerdas con un solo tirón, desintegrándose en el aire espeso.

—Síganme —dijo sin la seguridad de un momento antes.

—¿Cómo estás saliendo con ella? Por primera vez en siglos no estoy entendiendo nada de esto —dije desconcertado y algo abrumado por la vergüenza que sentía hacia mi inconsciencia.

Mi mente se encontraba en blanco de manera extraña, como si nunca hubiera tenido el conocimiento que esperaba que me respondiera, y ya casi no podía pensar en por qué estábamos ahí.

—Ella fue quien me salvó cuando la planta gris con escarlata me estaba arrastrando hasta un pequeño agujero negro como el hocico del Oknad. También me puso la protección para no quemarme en este recinto. A ella yo le debo todo, después me comentó que esa hierba es asesina, me hubiera devorado en cuestión de unos instantes, y me prometió ayudarme a recobrar mi brazo y a salvar a los retenidos —dijo mientras que el fuego iluminaba su mirada.

—¿A quiénes vamos a salvar? —dije.

—¿De qué estás hablando, Darsving?

—No lo sé. Lo único que recuerdo es mi nombre, pero sin mi apellido y tu Ángel, ¿cómo llegamos aquí?

Antes de que pudiera mencionar palabra alguna, la ninfa volcánica que se veía muy asombrada, creo que era por algo referente a una chica de nombre Fara, pero repentinamente, su gesticular cambió por una sonrisa que ocultaba algo más que un sentimiento. Di un pequeño salto al notar que en su frente tenía una gran protuberancia de piel y carne con pelos.

Nos interrumpió.

—Andemos, a la reina no le gusta esperar —dijo con voz grave.

La seguimos sin saber hacia dónde exactamente nos llevaba, pero no era al castillo hecho con ladrillos ardientes que se encontraba al final de la cueva, justo en el medio del río de magma. Este era tan alto como podría serlo y ancho como le daban de sí las paredes, no había espacio para pasar por los laterales, tendrías que atravesarlo por dentro o por arriba. El puente estaba elevado como si los habitantes no desearan visita alguna, pero nosotros íbamos a una pequeña choza hecha con carbón medio apagado, aún se veían líneas rojas como el magma del río. Curiosamente, la caverna no estaba tan caliente como para asarnos vivos.

Todas las chozas pequeñas eran idénticas una a la otra, ubicadas en distintos lugares, sin estar pegadas. Tenían un pequeño jardín donde se veían pequeñas flores o árboles con estas mismas que eran de fuego, mientras que sus tallos seguían siendo verdes, como los que podíamos observar en los jardines de Bennu o Nacteo.

—¿A dónde nos llevas?

—¡Cállense humanos! —exclamó.

—¡Suéltalos! Mafa, ellos no te pertenecen —dijo una ninfa volcánica, la única distinta a todas, su tez era blanca y sus ojos verdes, enmarcados por unas largas pestañas, su nariz era pequeña y sus labios iguales, rojos como las flores, era muy alta, mucho más que yo, pero no tanto como Ángel, su cuerpo era tan lindo y caliente, literalmente, ya que llevaba puesto un vestido que la envolvía en llamas. Su cabello de magma era tan largo que llegaba al suelo, y sus pies iban descalzos, era la única ninfa volcánica linda que había visto en mi vida, las demás tenían raras deformidades en sus caras, como narices muy puntiagudas u orejas largas, además de las bocas a la inversa (verticales en vez de horizontales).




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