Bennu sangre y traición (libro 2) Completo

23

 

—¿Alguien dijo mi nombre? —salió una chica, peli azul, alta y delgada de la cabaña, con el cabello tan largo que le llegaba hasta el suelo, liso y despeinado y con los ojos grises, que parecían blancos en la primera mirada.

—Les contaba a ellos que tú nos ayudaste a salvarnos.

—¡Suficiente charla! Necesitamos descansar para mañana continuar —dijo Dael, tajante y como su aspecto era tan imponente y llevaba cargando a Payton en sus brazos, nadie hizo ademán de querer callarlo y entramos en la casa.

—¡Bienvenidos sean todos! —dijo Jared.

—Gracias, Jared —le dijimos varios sin darnos cuenta del cansancio que se escuchaba en nuestras voces, ni cuenta me di de quienes hablaban.

—Me imagino que vienen cansados, están en su casa. Busquen una habitación y descansen, que mañana será otro día de lucha contra el mal.

Todos tomaron camino a diferentes direcciones, algunos se acostaron en el suelo, otros en los sillones, Auri y yo subimos al segundo piso, donde parecía ser la habitación que compartía con Blass, Sally, y ahora también con Fara y Ángel. Me senté en la cama y me quité la ropa, solo me quedé con los pantalones puestos y me recosté, Auri hizo lo mismo, solo que ella seguía con su ropa normal, una playera azul y unos pantalones negros, la abracé fuertemente, le di un beso en la frente y me sumergí en el mundo de los sueños.

—Hasta al rato —le dije —te amo mi princesa.

El cielo estaba hermoso, se veía entre azul y morado, la luna estaba violeta como solía estarlo siempre en Bennu, el sol no había salido en dos días y mi visión del futuro no se había presentado ni una sola vez en estos días, lo peor es que ni la recordaba, tantas batallas que habíamos tenido me habían vuelto más humano que inmortal. Aunque cuando perdí a mi ave fénix mi don de profeta se esfumó con ella, ahora había vuelto, pero mi don no.

Estábamos de vuelta en el lugar de la última batalla donde nos enfrentábamos a Payton, Nell y Alexander, pero esta vez me acompañaba Ángel, Dylan, Ann y la pequeña Issa.

De pronto el escenario cambió bruscamente, bolas de fuego y lianas nos atacaban indiscriminadamente y la tierra temblaba, haciéndonos perder el equilibro, Issa estaba conmigo y la logré cubrir de unas bolas de fuego que me golpearon en la espalda.

—¡Suéltame! —dijo la pequeña.

—¡No! Tengo que protegerte

—Quiero ayudarlos —me dijo con voz tierna y su brazalete brillaba, mientras que la pequeña se transformaba en uno de los soldados del ejército de plata.

—No ataquen para matar —dijo Ángel, que estaba completo, no le faltaba ninguna parte del cuerpo.

—Los necesitamos con vida —complementé.

Busqué en el cinturón mi espada, pero no la encontré. No tenía en mi poder ni una sola arma, corrí detrás de un árbol para esconderme y que no me lanzaran más bolas de fuego porque mi ropa estaba desapareciendo y mi piel ardía donde se habían estampado.

Las ramas de los árboles se movían frenéticamente y Nell se estaba elevando en el cielo con las manos hacia atrás de su espalda y los ojos cerrados, el viento agitaba todo (fue lo que pensé al principio) alzó sus manos y después las proyectó hacia el frente, haciendo que las lianas nos atraparan uno por uno, enredándonos de pies hasta los hombros, dejándonos colgados en los árboles, después Alexander sacó estalagmitas del suelo que estuvieron a punto de golpearnos o quizás hacernos hasta más daño.

Después abrió una grieta en el suelo y el único que se había librado de las lianas era Ángel, quien por ver hacia atrás cayó al fondo del precipicio donde las llamas reinaban, y mientras veíamos eso Payton encendía las puntas de las estalagmitas, con ayuda de la hierba seca que Nell llamaba.

Después de unos instantes, Ángel salió volando con las alas en llamas y se estrelló en una estalagmita, sin hacerse tanto daño, solo unos cuantos cardinales, sacó su arco y flecha matando a cada uno de los tres elegidos que nos atacaban.

Los gritos de dolor de los elegidos y los de nosotros me perforaban los oídos, nos estábamos quemando vivos y todo por la voluntad de Sebastian y Vladimir.

Abrí los ojos súbitamente y me senté en la cama, sudando demasiado y respirando agitadamente. Traté de controlar mi respiración y cuando miré a mi lado ya no estaba Auri en la cama, se me hizo muy extraño porque ella no es partidaria de levantarse temprano, vi hacia afuera y aún estaba la luna en el medio del cielo, el tiempo es infinito en Bennu y no creemos en los medidores de él. Son inestables, mejor observamos la luna o el sol (cuando no nos va a matar) para saber cuánto tiempo ha transcurrido, ya que giran en su propio eje, aunque en los castillos a veces se usa.

Solo Fara y Ángel seguían dormidos en la otra cama, se veían tan lindos. Era como ver un retrato de un artista famoso, sonreí y tomé mi ropa, que ya estaba limpia.

“Se lo preguntaré a Auri ahora que baje” hice una nota mental.

Me tomé la ducha más refrescante y relajante que había tomado en mucho tiempo, siempre mantengo la cabeza gacha porque no me gusta sentir el agua en mi rostro, al menos no la que cae de una regadera, me hace sentir como si me estuviera ahogando, aunque ya he estado tanto tiempo debajo del agua que ya no debería de aterrorizarme este hecho.

 

Cuando era pequeño caí por un acantilado enorme y lo único que pude sentir era el agua cayendo de una cascada, la caída era interminable y cuando llegué al suelo me estampé contra la superficie del agua, me lastimé todo el cuerpo, me sentía como si me hubieran aporreado y durante días el agua de la cascada era lo único que sentía y escuchaba, el olor del agua de esa fosa no era muy agradable, y solo porque tuve mucha suerte no me encontré con ningún animal salvaje.

—¿Quién podría vivir ahí? —me dije.

En fin, me encontraron gracias a que una pequeña niña me había visto caer y fue a avisar a la guardia del rey Lion y me sacaron tras mucho esfuerzo.




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