Bennu sangre y traición (libro 2) Completo

Epílogo

Salimos por la puerta trasera internándonos en el bosque espeso, estaba lleno de neblina y se escuchaba el correr de un río que desembocaba en el lago que estaba detrás de la cabaña. Caminábamos a paso rápido, era necesario terminar esta misión lo antes posible para regresar y ayudar en la búsqueda de Milena y Dylan.

—Darsving, creo que seremos más rápidos si volamos —dijo Sally.

—Pero no todos podemos volar —dijo Firella —o al menos nunca lo he intentado.

Se esforzó demasiado para adoptar la forma que ya tenían Sally, Auri y Coral, lo pudo lograr, aunque ella seguía teniendo su mismo aspecto, pero sus alas eran igual de hermosas, tan suaves y ligeras, las plumas blancas que las cubrían, el único que faltaba para volar era yo.

—Am —le dije a Amonio —sé un ave gigante.

El metamorfe tomó la forma de una hermosa ave, con colores azules, verdes y plateados, tenía el pico rojo y sus ojos oscuros delgados y en su cabeza alargada tenía varias plumas sobresalientes de color plateadas, las alas eran tan enormes que podrían cubrirme por completo dos veces, era un animal hermoso, hasta podría pensar que era un fénix cuyo fuego se había extinto, pero había sido remplazado por un bellísimo plumaje.

Surcábamos el cielo, sentía que no había un mañana, y como si estuviera montando a mi hermosa Nerak, sentía el aire helado removiendo mi cabello y entrando por cada poro de mi piel, el frío me hacía temblar así que saqué mi capa de la mochila poniéndomela, miré fijamente a Auri y le hice una seña con la mano para que viniera conmigo a volar sobre Am. Ella se sentó enfrente de mí con sus piernas hacia un solo lado y nos miramos fijamente, entrando a un mundo en el que existíamos nada más los dos, nos acercamos el uno al otro sintiendo una fuente de energía fluyendo por todo mi cuerpo, la besé tan apasionadamente que sentía que no había un mañana, mis labios y los de ella se juntaron buscando una excusa para no dejarse de acariciar, nos abrazamos fuertemente y cerramos nuestros ojos, era un momento mágico, hasta sentía que había música de fondo.

El cielo se tornó rojo con destellos naranja, Am estaba cayendo en picada y yo había arrojado a Auri para que no saliera lastimada y pudiera volar, en cambio, yo sabía que no podría volar y que el fin se acercaba demasiado deprisa.

—Te amo Auri —dije al viento y no me cansaba de decirlo.

Debajo de mí y de Auri había un precipicio donde terminaba el nivel cuatro y no se alcanzaba a ver más allá que la oscuridad de un vacío, yo seguía cayendo y lo único que podía ver era el cielo, saqué mi espada como si esta pudiese ayudarme en este preciso instante, pero de pronto el cielo se oscureció y más de cincuenta aves que parecían fénix, pero extintos de su fuego interior, volaron sobre mí, todos me veían expectantes, los jinetes eran los Die Môres que observaban como Vladimir me disparaba una sola flecha de color negra con las dos puntas plateadas directamente en el pecho, la flecha tardó una eternidad en llegar a mí, era como si todo se diera en cámara lenta, choqué contra una superficie rocosa y lo último que recuerdo es el dolor punzante en todo mi cuerpo, seguido de la oscuridad y el recuerdo de mi amada Auri.

 




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