Besando a Greg

Kale

—¿Qué demonios te pasó en la cara muchacho? —Preguntó mi padre, mientras me sentaba en el nuevo comedor de la estancia. El hombre tenía un periódico en la mano, el cual bajaba cada vez que daba un sorbo a su té. Todo el rededor del lugar estaba mal organizado y lleno de cajas por la mudanza. Las cuales contenían vasijas y copas de cristal.

—No es nada—Puntualicé.

—No nos digas que tuviste una pelea anoche —me miró mi madre con desinterés, pues siempre me mira de esa forma, como si nada de lo que hiciera o me sucediera le importara —y en tu primer día aquí.

—Les he dicho que no es nada. Tuve que a habérmelo hecho anoche que regresaba a casa, tropecé con el poste de la entrada. Eso debió ser—Mentí. Sabía porque tenía aquel golpe, ese estúpido chico pelirrojo me lo había hecho la noche anterior. Lo único que estaba borroso era el motivo por el que lo había hecho, solo recuerdo estar muy cerca de él, y luego sentir su pequeño puño en mi rostro.

—Sí, eso debió ser—agregó mi madre, volviendo nuevamente a su taza de café.

Mis mañanas eran exactamente iguales, lo único diferente era una casa nueva en un lugar desconocido para mí; donde no conocía a nadie e iniciaría la escuela con cientos de personas que me mirarían. Ser el chico nuevo era lo peor, o al menos eso era lo que todos decían, nunca antes lo había sido.

Puedo asegurar que lo más diferente que le ha pasado a esta familia es mudarse; además de soportar las distintas razones para ser reprendido por mis actitudes.

La mudanza fue algo cansada, llena de muebles y caminos de varias horas; las cuales la mayoría las pasé durmiendo; mientras que y otras matando el tiempo mirando los alrededores y soportando las discusiones de mis padres durante todo el camino hasta la nueva casa.

El motivo de nuestra mudanza fue gracias a que mi padre obtuvo un ascenso, aunque en mi opinión fue el peor de todos, pues nos llevó a un lugar en medio de la nada, donde por el momento debía de congeniar con mi hermano mayor, Cole, el cual no deja de hablar de fútbol todo el tiempo, y por el que estuve en el bar la noche anterior.

—¿Cómo carajos volviste ayer? —Cole apareció detrás mío poniendo su mano en mi hombro, mientras mordía una tostada—¿y que rayos te pasó en la cara? Con ese ojo te pareces a ese personaje donde salen un montón de amigos imaginarios, Wildo, creo que ese es su nombre.

A pesar que Cole y yo no somos muy unidos, no puedo negar que me la paso bien con él algunas veces, y en otras no podemos soportarnos. Es tan parecido a mi padre: calculador, manipulador y fantoche, lo que llega a ponerme los pelos de punta. En realidad, Cole solo es un parásito que vive de mi padre, ya que, según él, el fútbol lo es todo en su vida, aunque ninguna liga lo quiera en su equipo.

—Que gracioso, deberías de tener tu propio programa de comedia, ya que lo del fútbol no te funciona mucho—Le dije riéndome de él. Lo que al parecer no le agradó mucho, pues me dio un golpe en el costado del estómago que casi me saca el aire.

—¡Chicos! —Se adelantó a decir mi padre antes de que me parara de la mesa y comenzara una pelea con Cole—. Sin peleas en el desayuno.

Aquello parecía un chiste, pues nunca antes había respetado él mismo el desayuno, después de todas las veces que volvía ebrio por las madrugadas y le gritoneaba a mi madre por las mañanas. Pero siempre era lo mismo con él, queriendo hacerse el padre perfecto cuando todos sabemos que no es más que una basura.

Tomé nuevamente aire y me paré de la mesa enfadado. Sabiendo que no me extrañarían mucho si me iba, ya que sus desayunos ideales eran cuando faltaba yo en la mesa.

Subí a mi habitación, era sucia y lúgubre, pues la única ventana que había en ella no dejaba pasar la luz del día, pues un enorme árbol al costado de la casa el cual estaba justamente frente a mi ventana, estorbaba. Olía a humo, como si en algún momento la hubiesen incendiado; además de pequeña e incómoda.

Busqué entre las cajas que se encontraban en el piso algo que ponerme, pues el pijama no sería buena opción para un primer día de clases en una escuela nueva. Tomé la camiseta negra con un gran logo de mi banda favorita de rock "Nirvana" y unos pantalones. La mañana era muy calurosa, para ser septiembre, lo que me extrañaba mucho. Pero debía ser así según mi padre, ya que es un lugar tropical, a pesar de que la playa se encuentra a horas de distancia.

No deseaba ir a la escuela, no quería sentirme el chico nuevo.

Me senté un momento al borde de la cama que se encontraba desnuda y a mitad de la habitación. Estando en ella, me puse a recapitular todo lo que había sucedido la noche anterior, en donde solo hay recuerdos vagos, luces de neón parpadeantes y cerveza por todas partes; además de aquel chico pelirrojo, que me había hecho aquel moretón al lado del ojo derecho. Aunque podía jurar que esa era la mejor parte de la noche.

Mientras más intentaba recordar, fragmentos comenzaban a regresar a mi cabeza y mis sentidos volvían a sentir la piel de aquel chico; sus ojos verdes y cabello rojo que parecía un gran nido de pájaros. Me sentía tonto recordar eso, porque a pesar de todo, nunca actúo así.

Me era extraño sentirme tonto en aquella ocasión, debido a que nunca había actuado de esa forma. La noche sin duda fue una locura, y la cerveza me hizo actuar de una forma distinta frente aquel chico, pues nunca antes lo había hecho delante de alguien más. Mi madre siempre me ha dicho que no es lo correcto para alguien como yo; un chico del cual su padre tiene expectativas de un gran campeón y galán, lo cual es una estupidez, pues a pesar de todo, se quién soy, y me conozco perfectamente; aunque deba de ocultarlo por las apariencias que se deben cumplir si eres un Johnson, ya que en toda nuestra descendencia ningún Johnson ha sido gay; o como dice siempre mi padre: «un asqueroso lame huevos»




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