«¿Pero qué demonios hacía ese chico ahí? ¿cómo pude ser tan tonto?, claro que debía de ir en la misma escuela, no hay más escuelas cerca. No debí dejar que esto pasara; que mis más bajos instintos salieran a flote en mi primer día aquí, ahora debo tener mucho cuidado, o puede llegar a oídos de mi padre, aún peor, de Cole», ese pensamiento retumbaba mi cabeza desde que había visto aquel pelirrojo en la clase de literatura. No dudaba en ignorarlo en todas las clases, al fin, ya lo había logrado durante dos semanas. No lo recordaba tan pelirrojo, tal vez debieron ser las luces del bar que hicieron que lo viera diferente. Ahora se veía más pálido y lleno de pecas; además de su cabello que parece un nido rojo de pájaros. Se veía tan frágil que no entiendo cómo logró hacerme aquel moretón, el cual ya había desaparecido.
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Después de tres días en la escuela, el entrenador Rufus me reclutó para ser parte del equipo de fútbol, ya que sabía que era uno de los mejores en mi antigua escuela. Siempre me decía lo mismo repetidas veces: «Wallace me ha contado mucho de ti muchacho, se lo grandioso que fuiste en su equipo». Siempre me pareció extraño que la mayoría de los entrenadores se conocieran, a pesar de no ser de un mismo lugar. El entrenador Rufus era alto, huesudo y jorobado, siempre llevaba una barba que parecía de varios días; algunas veces utilizaba shorts deportivos que le dejaban a la vista sus huesudas rodillas, que con el sol se ponían rojas.
Los entrenamientos no eran lo más pesado, pero sin duda los deberes diarios me quitaban todo el tiempo que tenía libre.
—¡Foster! —Gritó el entrenador Rufus desde el otro extremo de la cancha—¡Debes pasársela a Johnson, te lo he repetido cientos de veces!
—¡Lo haré, lo haré! —Respondió este agritos también.
—Johnson, si no le hechas ganas a esto, Foster te quitará el puesto, ya tiene un poco de envidia desde tu llegada, y se vuelve muy competitivo cuando quiere algo —me dijo Robert, un chico rubio con ojos saltones, que se acercaba hasta donde me encontraba. No respondí a su comentario y dejé que se fuera de largo. La verdad no quería problemas con nadie en aquel momento, pues estar en el equipo dependía gran parte de mi entrada a la universidad.
Mis tardes estaban llenas de tareas para las distintas clases después de los entrenamientos. Solo habían pasado dos semanas y ya estaba cansado de tantas cosas; los entrenamientos largos del equipo: donde el entrenador nos dejaba horas a pleno sol; las tareas innecesarias que amenazaban en convertirse en algo peor; y, por último, ignorar aquel chico en todas las clases.
Debían de ser las siete de la noche cuando mi celular comenzó a sonar, era un viernes tranquilo, a pesar del cansancio acumulado que mi cuerpo había obtenido durante varios días, me encontraba a gusto. Contesté aquella llamada y una voz conocida salió de la bocina.
—Johnson, ¿viejo que harás esta noche? —Preguntó la voz. Después de unos segundos la pude reconocer, era la voz de Kilian, el chico que era parte del equipo de la escuela. Me extrañaba su llamada, pues por lo que me había dicho aquel chico el otro día, Kilian debía de aborrecerme.
Me dispuse a preguntar confundido, aunque sabía quién era el que se encontraba al otro lado de la línea.
—¿sí? ¿Quién habla?
—Soy yo Johnson, Kilian—Respondió le chico con voz agradable —Johnson te gustaría venir a una fiesta esta noche, estará gran parte del equipo aquí, y sería bueno que vinieras —se apresuró a decir antes de siquiera poder responder. Pensaba en decirle rotundamente que no podría, pero sería muy descortés con todo el equipo, además podría ser una forma de demostrarme que me aceptaba en él.
—Bueno, está bien. Mándame la dirección y la hora, estaré ahí en un rato—Respondí sin decir mucho.
—Claro. Te veré en un rato Johnson —el chico colgó y me dejó con el celular aún pegado en el oído. Había sido una llamada muy extraña, pero no me importó mucho.
Volví a la cama, la cual ya no estaba a la mitad de la habitación, si no en una esquina de esta. Las cajas habían desaparecido por completo del lugar y del resto de la casa; el comedor estaba limpio; la cocina ordenada, y la sala de estar con los nuevos muebles frente a la televisión.
Chequé mi celular un momento; y mientras miraba que hora era con exactitud. Al desbloquearlo el celular pude notar que ya se encontraba la dirección y la hora exacta en un mensaje de texto: «Calle Marshall número 205, te veremos ahí a las 10:00 Johnson. Posdata: Ve bien vestido»
No entendía la necesidad de ir a una fiesta tan elegante, ya que siempre terminas bañado en cerveza. Me había puesto una camisa de largas mangas que remangué hasta los codos, mientras la metía dentro del pantalón negro de mezclilla. Gracias a tener la cabeza rapada no necesitaba peinarme, y eso me ahorraba mucho tiempo en muchas ocasiones.
Las horas pasaron rápido, lo que no me era extraño, pues, desde que había llegado, los días se me iban en un chasquido. La noche era buena, estaba fresco y el cielo completamente despejado, se podían oír los insectos cantar una melodía relajante a pesar de los ruidos de los autos que pasaban por todas partes. Volví a mirarme una vez más al espejo para checar si tenía buen aspecto; los zapatos estaban limpios y la camisa se veía bien por dentro de los pantalones, no dudé mucho y me dirigí hacia la puerta de la habitación. El pasillo se encontraba vacío y la puerta de enfrente en donde dormía Cole se encontraba abierta. Avancé por el pacillo hasta las escaleras cuidadosamente para no llamar la atención de Cole, mientras volteaba la cabeza hacia su puerta para ver si no salía.