Besando a Greg

Greg

 

Greg

Aquella mañana de mediados de octubre había sido la más fría del año. Sin duda. Casi corría por la acera hacia la escuela, ya que aquella vez de nuevo me había quedado dormido; solo faltaban cinco minutos para la primera clase (literatura) y no debía llegar tarde de nuevo.

Mis pantorrillas se tensaban por lo tieso que iba; la bufanda de punto rojo me mantenía un poco tibio y el gran abrigo de lana me tapaba hasta las rodillas.  Debían de ser casi las ocho cuando llegué a la gran puerta de vidrio y la cual crucé corriendo. Los pasillos se encontraban ya sin personas y las clases ya habían comenzado. Busqué la llave del locker en mi mochila, estas se encontraban heladas, que hicieron que me diera escalofríos. Las intenté meter en la ranura del picaporte, pero estas se cayeron al piso.

—¡Demonios! —Me quejé en voz baja. Las levanté del suelo abriendo el compartimiento por fin. Tomé rápidamente el libro de literatura y corrí arrastrando los pies hacia la estatua del director Rupert, pero algo que venía corriendo de la izquierda del monumento me tacleó con fuerza mandándome al piso bruscamente.

 

Kale

«¡Carajo!» me grité para mis adentros. Acababa de tirar a aquel pelirrojo contra el piso frio. Mi celular se barrió por el suelo al igual que el chico: el cual había quedado boca bajo en el pasillo marrón. Su cabello estaba peor que nunca, llevaba puesto lo que parecía un camisón de lana y una bufanda mal tejida.

—Lo siento —me apuré a decir, mientras lo ayudaba a ponerse de pie.

—¡Pero qué demonios!, ¿no te fijas por dónde vas? —Alegó poniéndose rojo. Sus ojos se cerraban y se habrían con lo que parecían lágrimas de dolor. Se soltó de mí e hizo muecas de enojo.

—En verdad lo siento Gregory —me volvía disculpar

—¡Es Greg! —repuso con su voz que parecía un chillido de rata, mientras terminaba de ponerse en pie. Recogí el libro que estaba a mis pies y se lo extendí para que lo tomara. Pero este me lo arrancó de las manos como fiera.

—Bueno, lo siento Greg —me corregí

El chico no dijo nada, y me dio la espalda con berrinche. Se dirigió al aula de literatura con la mochila de lado y la bufanda que ahora la tenía casi en las rodillas. Lo seguí a una distancia considerable y esperé a que llegara a la puerta para saber si nos dejarían pasar. Tocó la puerta de madera y el hombre que me había recibido en mi primer día hace un mes, salía del aula con una sonrisa.

—Greg ¿Otra vez llegando tarde? Pasa —me miró luego a mí con la misma sonrisa —y usted joven, ¿también llegando tarde? Pasen los dos, la clase ya comenzó. Traspasamos el marco de la puerta y todos nos miraron fijamente. Nos dirigimos a la única mesa libre y nos sentamos. El chico todavía seguía rojo y malhumorado; estaba seguro que estallaría en llanto.

—Bueno, como les iba diciendo —continuó el maestro Jensen con su voz amable—con sus parejas, harán una representación de Hamlet.  Para dentro de diez días —comentó —Y ustedes dos, tendrán que hacer pareja, ya no hay más personas disponibles. Y sin peros Greg.

Detuvo al chico que estaba a punto de protestar. Se veía ahora más furioso que antes y colorado; creía que en algún momento estallaría en cólera. Una voz a mi espalda me susurró seria pero bromista.

—Ten mucho cuidado con este chico Johnson, tal vez quiera propasarse contigo —dijo la voz, que pude reconocer cuando me di la vuelta para mirarlo. Kilian llevaba una chaqueta azul y amarilla que era del equipo, y una bufanda que parecía ser de algodón muy caro.

—¡Sin hablar señor Foster, no creo que quiera volver a visitar al director Rupert! —le interrumpió el profesor Jensen con voz ya no tan amigable. Solo hice una mueca y me volteé nuevamente a donde el profesor, escribía en la pizarra los equipos y el acto que harían, pero hasta el final, y con letras rojas, escribió nuestros nombres: «Greg y Kale —acto II, escena II: Polonio Y Ofelia», muchos cuchichiaron y Kilian se moría a carcajadas.

—Entonces serás Ofelia Gregy, exactamente lo que deseabas —le dijo al pelirrojo que se puso aún más rojo. 

Greg

Estaba punto de explotar, quería darle un golpe en la cara a Kilian; y si no fuera porque me haría pedazos, lo intentaba, pero me contuve de hacerlo.

Ahora debía de hacer equipo con aquel chico, y eso no me agradaba en absoluto. Era tan engreído y patético, que me daban nauseas; no sabía como iba a soportar trabajar con él, ni siquiera nos habíamos hablado antes de esa mañana.

Éramos como el negro y el blanco; el agua y el aceite, no teníamos nada en común además de cuatro clases juntos. La clase de aquel día fue muy extraña para mí, ya no me gustaba mucho oír al profesor Godrig hablar de cómo quería su dichosa representación.

—Deben de venir caracterizados como sus personajes. Recuerden en que época se encuentran, pues eso es muy importante para sus vestimentas. Una cosa más, quiero que se tomen enserio esto, pues será gran parte de su calificación para este bimestre, y no deseo reprobar a nadie, pero si debo, lo haré —nos comunicó y siguió escribiendo en la pizarra.

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