Besar a un ángel | Min Yoongi

Capítulo 7

Mientras Sheba comprobaba la recaudación y hojeaba un montón de periódicos en la oficina, Daisy vendió las entradas de la segunda función. Lo hizo de una manera mecánica, sonriéndoles a los clientes automáticamente, pero, aunque habló sin parar, sólo podía pensar en el apasionado beso que había compartido con Yoongi y apenas prestó atención a lo que la gente decía. Se derretía ante el recuerdo, pero al mismo tiempo se sentía avergonzada. No debería haberse entregado a Yoongi con tal abandono cuando él no sentía ningún respeto por su matrimonio.

En cuanto dejó de sonar la música de la presentación del espectáculo, Sheba abandonó el vagón rojo sin decir ni una palabra y Daisy cerró la taquilla. Se encontraba contando el efectivo del cajón de la recaudación cuando apareció Heather. Llevaba puesto un maillot de lentejuelas doradas; el recargado maquillaje hacía que pareciera mayor de lo que era. Cinco aros rojos le colgaban de la muñeca como si fueran pulseras gigantescas y Daisy se preguntó si iría a algún lugar sin ellos.

—¿Has visto a Sheba? 

—Se fue hace unos minutos. 

Heather miró a ambos lados para cerciorarse de que estaban solas.

—¿Me das un cigarrillo?

—Me fumé el último esta mañana. Es un vicio horrible y además caro. Te arrepentirás de engancharte a él, Heather.

—Aún no lo he hecho. Fumo sólo por distraerme. —Heather se paseó por la oficina, tocando el escritorio, la parte superior del archivador, hojeando el calendario de la pared.

—¿Sabe tu padre que fumas?

—¿Acaso vas a decírselo?

—No he dicho eso.

—Pues hazlo si quieres —repuso en tono agresivo. —De todos modos volverá a enviarme con la tía Terry.

—¿Vives con ella?

—Sí. Pero tiene cuatro niños y la única razón por la que está dispuesta a acogerme es el dinero que le envía papá. Además, así tiene una canguro gratis para el bebé. Mi madre no podía ni verla —su expresión se volvió amarga, —pero mi padre sólo quiere deshacerse de mí.

—No creo que sea así.

—Y tú qué sabes. A él sólo le importan mis hermanos. Sheba dice que no es culpa mía, sino que Brady no sabe cómo tratar a las mujeres con las que no se puede acostar, pero sé que lo dice para que me sienta mejor. Creo que sí fuera buena con los malabarismos, él dejaría que me quedara.

Ahora comprendía Daisy por qué Heather siempre llevaba los aros consigo. Estaba tratando de ganarse el afecto de su padre. Daisy lo sabía todo sobre cómo intentar complacer a un padre y lo lamentó por esa jovencita con cara de duende y boca sucia.

—¿Has hablado con él? Quizá si supiera cómo te sientes no te haría volver con tus tíos. 

Ella puso su cara de chica dura. 

—Como si fuera a importarle. Y mira quién va a darme consejos. Todo el mundo habla de ti. Dicen que Yoongi se casó contigo porque estás embarazada.

—Eso no es cierto. —repuso Daisy, pero antes de que pudiera añadir nada más, sonó el teléfono y se volvió para contestar. —Circo de los Hermanos Quest...

—Con Min Yoongi, por favor —dijo una voz masculina.

—Lo siento, en este momento no está aquí. 

—¿Podría decirle que lo llamó Jacob Salomón? Ya tiene mi número. Y dígale también que el doctor Theobald está intentando ponerse en contacto con él.

—Le daré el recado. —Colgó y se preguntó quiénes serían esas personas mientras anotaba el mensaje para Yoongi. Había demasiadas cosas sobre él que no sabía y no parecía que se las fuera a contar.

Heather se había ido mientras hablaba por teléfono. Con un suspiro, cerró con llave el cajón de la recaudación, apagó las luces y salió de la caravana.

Los trabajadores ya habían desmantelado la casa de fieras y Daisy pensó en el tigre. Se encaminó hacia el lugar donde estaba situada la jaula, dejándose llevar hacia allí como si no tuviera ningún control sobre su destino.

La jaula estaba situada sobre una pequeña plataforma a un metro de altura. La luz de los reflectores iluminaba el interior. A Daisy le latía con fuerza el corazón mientras se acercaba lentamente. Sinjun se levantó y se giró hacia ella.

La joven se quedó paralizada ante el impacto de esos ojos dorados. La mirada del tigre era hipnótica, directa, sin parpadeos. Sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda y cómo se ahogaba en los ojos dorados del animal.

«El destino.»

La palabra atravesó la mente de Daisy como si no fuera ella quien la hubiera puesto allí, sino el tigre. «El destino.»

No fue consciente de lo mucho que se había acercado a la jaula hasta que percibió el olor almizcleño del animal, un aroma que debería de haber sido desagradable pero que, sin embargo, no lo era. Se detuvo a menos de un metro de los barrotes y se quedó inmóvil. Los segundos dieron paso a los minutos y Daisy perdió la noción del tiempo.

«El destino.» La palabra volvió a resonar en la mente de la joven.

El tigre era un macho enorme, tenía las patas gigantescas y una marca blanca en la parte inferior del cuello. Daisy comenzó a temblar cuando el aplastó las orejas dejando a la vista las ovaladas marcas blancas de estas; de alguna manera ella supo que aquel era un gesto de amistad. El tigre desplegó los bigotes y le enseñó los dientes. El sudor se deslizó entre los pechos de Daisy cuando el animal emitió un rugido; el sonido diabólico de una película de terror.

No pudo apartar la vista del tigre, aunque supo que era eso lo que él quería. El animal le lanzaba una mirada de desafío: ella debía apartar la vista primero. Y Daisy quería hacerlo — no era su intención desafiar al tigre, —pero se había quedado paralizada.

Los barrotes parecieron desvanecerse entre ellos y ella sintió como si no tuviera ninguna protección ante él. El tigre podía abrirle la garganta de un zarpazo, pero aun así, Daisy no podía moverse. Miró directamente a los ojos del animal y sintió como si éste le leyera el alma. Pasó el tiempo. Los minutos. Las horas. Los años. Con ojos que no parecían suyos, Daisy vio sus propias debilidades y defectos; los miedos que la mantenían prisionera. Se vio en su privilegiada vida, doblegándose ante voluntades más fuertes que la suya, asustada de enfrentarse a cualquiera, intentando complacer a todo el mundo menos a sí misma. Los ojos del tigre le revelaron todo lo que quería mantener oculto. 



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En el texto hay: yoongi, yoongibts, minyoongi

Editado: 13.06.2021

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