Odile y su padre ya habían comenzado la tarea de empacar para la mudanza. Con ello, Odile también estaba empacando sus sueños y anhelos.
Visitar finalmente Barley.
Explorar sus bosques enigmáticos y descubrir nuevas especies de hongos.
Conocer sus raíces y las de su madre.
La emoción era indescriptible.
—¿Ya finiquitaste el alquiler de la casa? —le preguntó a su padre.
—Todo está listo.
—¿Le diste dos depósitos adelantados? De esa forma no se arrepentirá.
—Odi, estás hablando con tu maestro de vida. No te preocupes, todo está cubierto —exclamó, jovial.
Ella asintió, pero se mantuvo intranquila.
Kendall la observó de reojo mientras empacaba. Jamás había visto sus ojos brillar con tanta ilusión desde que su amada esposa había fallecido.
Había una razón de peso para no volver a Barley.
Una promesa que le había hecho a su esposa.
Lo más probable era que, de haber estado viva, no le hubiera perdonado el rompimiento de dicha promesa. Sin embargo, no había nada que el doctor Kendall pudiera negarle a su hija y mucho menos si se trataba de su felicidad.
Tenía miedo y estaba ansioso. No solo porque por primera vez visitaría el lugar donde había nacido su esposa, sino porque su hija iba a enfrentarse a un mundo cruel, frívolo y superficial.
Odile era la viva imagen de su madre: de piel exageradamente pálida, ojos grandes y almendrados, de unos iris tan azabache como su cabello. Su nariz y su boca eran pequeñas y tenía unas leves ojeras oscuras debajo de sus ojos que resaltaban por sus voluminosos pómulos.
Era preciosa.
Pero sabía que el mundo no estaba hecho para personas como su dulce niña. De la misma forma que nunca lo estuvo para él ni para su esposa.
—Odi, ¿recuerdas la historia de cómo nos conocimos tu mamá y yo?
—Estabas trabajando a media noche en la morgue. Ella apareció y tú creíste que era la muerte.
—Una muy hermosa —acotó con una sonrisa.
Aquel hombre aficionado de la muerte, quedó prendado de toda la oscuridad que desprendía Camelia Dríades, la madre de Odile.
—Pero luego te arrestó por desenterrar cuerpos y hacerle autopsias —comentó avergonzada de las fechorías de su padre.
—En mi defensa, estaba resolviendo un caso.
—Por tu cuenta.
—Pero al final lo resolví, tu madre recibió un ascenso y yo me quedé con la chica —sonrió, arrogante. Odile negó, divertida—. Pero el punto es, que, si bien quedé prendado físicamente de la apariencia de tu madre, te aseguro que no hubiera podido adueñarse de mi corazón, de no ser por su personalidad —sonrió, nostálgico. Odile le consoló, sujetando sus manos—. Tu madre era…, la persona más maravillosa que pude haber conocido.
—Eso es muy lindo. Estoy seguro de que ella pensaba lo mismo de ti.
—Eso espero, cariño. Siempre me esforcé por merecerlas… a ambas —Pellizcó su mejilla con cariño—. Tenía un corazón de oro y fue eso lo que realmente me cautivó. Sin embargo, el mundo…, es un poco difícil cariño. Así que, por favor, no olvides lo que te he dicho. Recuérdalo siempre, ¿está bien?
Ella sonrió, conmovida—. Lo haré, papá —su teléfono sonó y se puso de pie—. ¡Debe ser perro salchicha!
Kendall asintió, menos inquieto que antes. Agachó la mirada, topándose con el retrato de su esposa en la caja de cosas frágiles. Lo sujetó, mirándolo con añoranza. La mujer de cabello de ébano y ojos exageradamente expresivos, parecía sonreírle con dulzura con aquellos labios pintados de morado oscuro, infundiéndole calma.
—Espero estar haciendo lo correcto para nuestra pequeña, Camelia.
Odile se lanzó a la cama y abrió su buzón, con una enorme sonrisa.
PerroSalchicha57: Cisne negro, ¿alguna vez has tenido un sueño muy vivido? Uno en el que, cuando te levantas, solo deseas volver a dormirte para seguir en él.
Odile no necesitó meditarlo. Había soñado con su madre cientos de veces.
CisneNegro: Sí. He tenido ese tipo de sueño.
PerroSalchicha57: Tuve uno anoche.
CisneNegro: ¿Qué soñaste?
PerroSalchicha57: Si te cuento, no se hará realidad.
CisneNegro: ¿Crees en ese tipo de supersticiones?
PerroSalchicha57: No tanto, pero con este sueño en particular, prefiero ser precavido.
CisneNegro: Tuvo que significar mucho para ti.
PerroSalchicha57: Así es.
Pero, dejando de lado el tema, ¿cómo te va con los preparativos para la universidad? ¿Estás nerviosa?
CisneNegro: Un poco. Toda mi educación fue en casa, así que no tengo amigos.
PerroSalchicha57: ¡Vaya! Nunca había escuchado de alguien así.
CisneNegro: Mis padres tenían trabajos, un poco peculiares. Tenías que mudarnos todo el tiempo.
PerroSalchicha57: ¿Qué clase de trabajo?
CisneNegro: Eran algo así como Sherlock Holmes y su fiel compañero Watson.
PerroSalchicha57: ¡Eso suena muy cool! ¿Quién era Watson de los dos?
CisneNegro: Es algo complicado de responder. Los dos querían ser Sherlock. Tenían una tensa lucha de poderes. Supongo que pasa en todas las parejas.
PerroSalchicha57: Mmm, no lo creo. Definitivamente, mi madre es quien lleva las riendas de la relación. Ella es un dóberman y mi padre es como un perro pomerania blanco y afelpado.
Odile no sabía mucho de perros. Sabía el físico de un dóberman, pero no del segundo. Al buscarlo, explotó en una carcajada. Era un perro muy pequeño, peludo y con una carita tierna.
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Editado: 13.05.2025