Besar al príncipe

Capítulo 25

Antes de ir hacia el bosque, Nabil la llevó hacia un pequeño centro comercial ubicado en el lado sur de Barley. Aunque Odile tenía muchas preguntas en la cabeza, decidió exponer la más obvia.

—¿Por qué no estamos yendo al bosque?

—Iremos, pronto. Solo necesito mostrarte algo relacionado con el caso antes —respondió Nabil.

Odile se tensó. Si bien le había dicho que durante el camino conversarían sobre ello, Nabil se mantuvo en silencio durante todo el trayecto.

¿Qué había averiguado sobre el hombre en la biblioteca?

Lo que más le intrigaba, era la calma con la que Nabil se lo había tomado.

¿Eran aquellos sucesos extraños usuales en Barley?

De no serlo, ¿por qué él se mostraba tan tranquilo?

¿Qué conexiones tenía para asumir con confianza el rol de encargarse de todo?

Una vez que entraron al centro comercial, Odile quedó maravillada.

Pensó que ninguna arquitectura en Barley podría volver a sorprenderle, pero aquel centro comercial terminó por demostrarle que estaba equivocada. Las enormes galerías tenían forma de cruz, como si fueran dos calles techadas que se cruzaban en el centro. En el cruce, había una gran cúpula de vidrio, altísima, por donde entraba la luz del sol, dando la sensación de caminar por un invernadero enorme y lujoso. Los techos estaban cubiertos de vidrio, sostenidos por una estructura negra, pero iridiscente, lo que hacía que luciera como un arcoíris oscuro. No parecía metal ordinario. Los pisos estaban decorados con mosaicos de colores, que formaban figuras y símbolos como reinas y caballeros. Las paredes fachadas también estaban llenas de detalles clásicos, columnas, estatuas, arcos, escudos, balcones y muchas decoraciones doradas.

—¿Qué es ese metal que sostiene los vidrios del techo?

Nabil se giró para observar a Odile, quien se encontraba con la mirada fija hacia arriba.

—Qué observadora. Usualmente, las personas se fijan más en los mosaicos y creen que es hierro oxidado, pero en realidad, es lo más valioso de este centro comercial.

—¿En serio?

—Es niobio. Un metal raro y muy poco conocido. Se usa para mezclarse con otros metales y volverlos más resistentes. Actualmente, es un metal estratégico, lo que quiere decir que es muy relevante para el área científica, pero es escaso. Solo tres países lo producen a nivel mundial. Sin embargo, la monarquía de Barley lo encontró mucho antes que la ciencia y lo usó en las infraestructuras más importantes del reino antes de que siquiera pudiera estimarse su valor.

—Wow… —dijo, maravillada—. Barley tiene muchas piedras y metales preciosos.

—Y una diversidad natural sin igual —dijo, logrando que los ojos de Odile resplandecieran. Sonrió al sentir su entusiasmo—. Pero eso lo veremos más tarde. Por ahora, quiero que veas lo que descubrí acerca de lo ocurrido en la biblioteca.

—¿Dónde vamos exactamente? —inquirió, caminando apresuradamente justo detrás de él. Nabil iba muy rápido, abriéndose paso entre la gente. En su mayoría, eran turistas que se detenían a tomarse fotografías o ver lo que las tiendas tenían para ofrecer.

—Después de la conversación que escuchamos en la biblioteca y de la descripción que me diste del escudo, quedé un poco pensativo. Tenía mis sospechas de lo que pudo haber ocurrido en realidad, pero te veías muy alterada y preferí confirmarlo antes de decírtelo —explicó, deteniéndose en una de las tiendas. Era una cafetería con un enorme cartel que lucía como si se tratara del anuncio de una taberna medieval. Odile frunció el ceño al ver que Nabil le hizo un ademán para que ingresara—. Adelante.

Odile comenzaba a confiar en Nabil, pero no lo suficiente como para no asegurarse que la navaja suiza y el gas pimienta hecho por su padre se encontraban en su mochila. La sostuvo con fuerza, pero la soltó de inmediato ante la impresión de ver a tantas personas luciendo como los personajes de sus libros favoritos.

Hadas hermosas, duendes, elfos, sirenas y magos.

Caminó entre todos, llamando la atención de inmediato. No supo si fue por vestir como una persona normal o por su aspecto físico. Nabil no le permitió averiguarlo. Se puso delante de ella y comenzó a saludar a todo el mundo, robándose de inmediato la atención.

—¡Nabil, amigo!

Un hombre de casi dos metros, robusto y calvo se acercó a ellos, sonriente. Tenía unas enormes orejas puntiagudas falsas y unas cuantas mariposas de plástico estaban pegadas en su cabeza.

—¡Luca, cuánto tiempo! —exclamó Nabil, entusiasta. El hombre lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y lo apretujó—. Tan afectuoso como siempre… —susurró, perdiendo el aire.

—Llevas mucho tiempo sin venir a los juegos de rol. Extrañamos al mago Dorgad, era el experto de las piedras. Nunca nos aburrimos en el bosque.

—Me fui por un tiempo y ahora estoy en la universidad, estudiando geología.

—No me sorprende. ¿Has venido a jugar rol?

—La verdad no. Mi compañera de universidad y yo estamos investigando algunas cosas —dijo, señalándola. Odile salió de detrás de la espalda de Nabil y se asomó con una sonrisa tímida. Luca frunció el ceño al verla, pero se recompuso de inmediato y sonrió.

—Veo que tu amiga sí vino disfrazada, ¿eres la bruja del bosque oscuro?

Ella se tensó al escucharlo.

—Odile no ha venido a jugar. Hace unos días vio un escudo raro en la biblioteca y presenciamos un hecho bastante sospechoso e intuí que tú podrías saber algo de eso.

El rostro de Luca se oscureció. Miró hacia todos lados y luego volvió a fijar sus ojos en ellos. Odile tragó grueso—. Síganme.

Les dio la espalda y se abrió paso. Al ser tan alto, las mariposas que el sujeto tenía en la cabeza parecían volar entre la gente. Mordred se detuvo frente a una cortina y la abrió. En el interior había una mesa de cafetería. Odile y Nabil se sentaron juntos, mientras que el supuesto elfo lo hizo frente a ellos.




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