Besar al príncipe

Capítulo 26

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Odile salió apresurada, intentando asimilar todo lo que había escuchado.

Aunque todo tenía concordancia, aún no podía creer que su instinto había fallado.

—¿Te encuentras bien?

Alzó la mirada. Nabil la había alcanzado. Lucía fresco y tranquilo. No había razones para dudar de él. Después de todo, su compañero de proyecto parecía conocer a la perfección aquel lugar y ella apenas era una recién llegada. Sin embargo, eso no le hacía sentir mejor.

Usualmente, su intuición nunca fallaba, pero tampoco se atrevía a desafiar a la lógica de los hechos.

—Sí, estoy bien. Solo un poco avergonzada por haberme hecho una película en la cabeza. Supongo que la crianza con mis padres tuvo una enorme influencia en ello.. —meditó, aún dudosa—. Creo que necesito salir más.

—También lo creo —le sonrió, coqueto—. Por eso, ahora sí iremos al bosque.

🍄 🍄 🍄

Nabil había optado por llevarla primero a los bosques con más accesos a los turistas para enseñarla a guiarse. Sabía de la fascinación que su extraña compañera de proyecto tenía por los hongos (fue la principal razón por la que había decidido llevarla allí para distraerla y ganarse su confianza), pero nunca imaginó que rebasaría niveles espeluznantes.

—¡Por todos los micelios, es un gasteromycetes! —exclamó Odile. Sus ojos sobresalían de sus cuencas y lucían espeluznantes, como cuando su padre conseguía un órgano inusual. Si bien Nabil no podía reconocer su rostro, si podía sentir la locura bullendo por cada poro de piel—. ¡No puedo creerlo!

—Un gastritiisceto, qué bien —dijo, con falso entusiasmo.

Aquello no era lo que había imaginado al tomar un paseo por el bosque. Pensó que serían unas cuantas fotos, un agradecimiento de parte de la pelinegra y una declaración de amor que le seguiría a la entrega de aquella preciada sodalita que la forastera tenía en su poder.

Pero no fue así.

—Es gasteromycetes —le corrigió Odile, amablemente. Le hizo un ademán para que se acercara. Él lo hizo de mala gana—. ¿Lo ves? Su estructura es similar a la de un pequeño nido de aves.

Nabil lo observó de mala gana. Luego de notar que realmente parecía un nido miniatura, le prestó genuina atención. La pelinegra había terminado teniendo la razón. La estructura de aquel hongo era similar a un nido de pequeñas plumas, adheridos a la madera del tronco que se encontraba caído en medio del bosque.

—Qué feo es —hizo una mueca de disgusto.

—¡Mira este! —Alzó la mirada. Solo la había perdido de visto unos cinco segundos y ella ya se encontraba a metros de él. Se incorporó de mala gana y se acercó a ella. Se fijó en el hongo que estaba señalando.

—Vaya, este sí me gusta. Aquí le llamamos la “casa de las hadas”. Es el hongo que sale en el juego de Mario. ¡Es tan cuchi!

—También aparece en los libros de cuentos de hadas. Pertenece al género agalicaria de la división de “los hongos verdaderos”. Es el hongo que todo el mundo conoce, de sombrerillo rojo con puntos blancos. Es atractivo en ilustraciones —explicó, viéndolo fascinada—. Es el favorito de mi padre.

—¿Por su belleza?

Odile negó—. La Amanita muscaria produce una parálisis en el sistema nervioso central —respondió. La sonrisa de Nabil se congeló—. Oh, mira, aquí está su primo, Amanita phalloides.

—¿También te paraliza? —inquirió él, divertido.

—No. Solo produce degeneración de células del hígado en cuestión de horas y contiene un veneno hemolítico que destruye los glóbulos rojos.

—Sin intenciones de parecer alguien que juzgue a las personas, comienza a asustarme que sepas tanto de hongos potencialmente letales. Aunque no me sorprende encontrarlo aquí. En este bosque casi todo es mortal…

Odile negó, divertida, ignorando la seriedad con la que Nabil había dicho aquellas palabras. Agradeció que la hubiera invitado al bosque. Si bien sabía que encontraría más diversidad allí que en la ciudad donde había vivido, nunca imaginó que fuese tanta.

¡Estaba en el paraíso de los hongos!

—Si hay algo fascinante en la naturaleza, es que las apariencias no importan. La cosa que puedes creer más insignificante e incluso horrorosa, puede salvarte la vida. No es “mortal”, sino fascinante.

Nabil la observó con cautela como la pelinegra saltaba de un lugar a otro, como una pulga en una convención de perros peludos. Sonrió. Aunque su gesto se endureció al recordar la verdadera razón por la que la había llevado allí.

—Tengo algo más que mostrarte.

Ella lo miró, emocionada—. ¿Más maravilloso que esto?

—En algo tienes razón y es que Barley nunca deja de fascinarte. Así que sí, posiblemente —respondió él, dándole la espalda.

Odile se incorporó y lo siguió, sin perder ningún detalle de él. Nabil caminaba con demasiada soltura entre la espesa vegetación. Era evidente —por cada paso seguro que daba— que su compañero había recorrido esos bosques de pies a cabeza.

Sintió curiosidad.

¿Era un ciudadano de Barley?

¿Había nacido allí?

Al ser tan conocedor de su historia, intuyó que sí.

Además, si tenía conocidos en la policía, significaba que había permanecido en aquel reino el tiempo suficiente para tener la confianza de las autoridades.

Nabil se detuvo en seco, seguido de ella. Odile se mostró aturdida al principio, hasta que él le hizo un ademán para que mirara hacia el frente.

Un enorme lago en medio del bosque se extendía hasta la planicie del valle. Había visto la imagen en uno de los folletos turísticos de Barley.

—El lago de Niahm —murmuró, maravillada. El agua parecía un enorme espejo que reflejaba la belleza del bosque—. Es maravilloso…

—Así que sabes su nombre. Muchos dicen que está encantado.

—¿Encantado?

—Niahm era una de las cinco hermanas de las dríades. La cuarta, de hecho. Encargada de esta parte del bosque. Era conocida como la “dama del lago”. La leyenda dice que fue amante del mago Merlín, que lo enamoró, manipuló y luego lo encerró en una cueva.




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