Los murmullos en los pasillos resonaban con gran altitud, la hora de descanso finalmente era el momento perfecto para dar rienda suelta a la diversión entre los estudiantes.
"Fiat y Leo están discutiendo de nuevo" comentó una chica, arreglando su cabello.
Su amiga, quién estaba escuchándola atentamente, volteó su cabeza mirando al patio, buscando a los mencionados. Otros alumnos imitaron su acción, esperando que se armará un tal lío digno de poder hablarlo durante el resto del mes.
"¿Crees que no lo sé que lo hiciste a propósito?" cuestionó Fiat, con un tono mordaz.
"No es mi culpa que estuviera parado en medio del patio" respondió Leo, mirándolo de arriba a abajo.
"Solo pide disculpas y acaba con este teatro" soltó Fiat, el estrés académico lo tenía agotado y lo único que quería era comer algo.
"Que te pida disculpas el balón entonces, yo no tengo la culpa de nada" contestó con burla.
Los sonidos de exclamaciones de sorpresa ante la descarada respuesta llegaron hasta el oído de Leo, quién sonrió con sastifación, ya era hora de que lo reconocieran como el mejor.
"Te lo estoy advirtiendo, no estoy de humor" dijo con las manos en sus bolsillos.
Si no fuera por las reglas de la escuela, ya le hubiera dado una paliza a Leo por andar provocando su furia con aquellos comentarios. En un primer momento lo soportó, su rivalidad solo era miradas de desprecio cuando se cruzaban y hablar mal de otro con sus respectivas amistades, pero ahora era intentar pelear cada vez que se veían o al menos irritar al otro.
El motivo de su rivalidad era bien conocido, ambos habían a pertenecido a diferentes salones en los anteriores años, por lo que habían tenido que competir en los diferentes deportes para representar a su sección y en el último torneo de baloncesto, se habían agarrado a golpes. Cuando se dio inicio al cuarto año de secundaria, la mayoría de estudiantes solicitaron un cambio de turno tarde a turno mañana para poder asistir a sus academias de estudio y estar preparándose para postular a la universidad, fue así como Leo y Fiat terminaron en salones vecinos, que estaban uno al lado del otro.
"¿Desde cuándo estás de buen humor, viejo?" inquirió Leo, acercándose lentamente "Si me sigues hablando de esa forma, te mandaré a la mierda" agregó mordaz.
"Atrévete, gallina, deja de hablar y haz algo" demandó alzando la voz.
Fiat y Leo se miraron directamente, ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, pero justo cuando uno parecía a punto de decir algo, la campana resonó por todo el patio, indicando que era hora de la charla de prevención de sismos en el auditorio.
Los estudiantes dudaron, ir en fila y seguir a sus respectivos brigadier para ir al auditorio o estar un par de minutos para ver la posible pelea. Fiat, decidió que era su oportunidad perfecta para saltarse la charla y consumir un aperitivo dentro del comedor estudiantil y con esa idea se quitó, dejando a los demás alumnos asombrados por su acción.
Leo se sintió ridículo al ver como su contrincante se alejaba, no iba a perder la cara frente a tanta gente, así que se apresuró a seguirle el paso y lo agarró del cuello de la camisa, amenazante.
"Lo vas a lamentar" murmuró Fiat antes de darle un fuerte puñetazo que a duras penas pudo esquivar Leo.
El griterío de los presentes empezaron, del mismo modo que las apuestas de por quién ganaría. En ese justo instante, una estridente voz femenina atravesó a los jóvenes, quiénes al darse cuenta de la presencia de la máxima autoridad acercándose con hostilidad se esfumaron.
La directora era una mujer imponente, hija de un coronel y una reconocida doctora, por lo que si tenías problemas con ella, estabas metida en serios problemas. Si bien la directora rara vez se molestaba y siempre mantenía una expresión neutral en su rostro, su altura y su fuerte voz infundia una combinación de respeto y temor.
"¿Se puede saber por qué están aquí y no en el auditorio?" interrogó con un tono estricto "¡Fiat y Leo, a mi oficina" gritó al percatarse de una próxima pelea a estrenar.
Los mencionados giraron sus rostros y volvieron a mirarse mutuamente, cada uno echando la culpa al otro con la mirada. Sin embargo, tuvieron que soportar la presencia del contrario para seguir a la directora.
Ya en la oficina, los acusados empezaron a incriminar, intentando librarse de las consecuencias de sus acciones, especialmente Fiat, no quería ser suspendido a esas alturas del año.
"Él inició todo" habló Fiat.
"Es mentira, por él surgió todo el problema" se excusó Leo atacando también.
"Realmente ustedes..." farfulló la mujer, agarrándose del mentón "No tiene caso pedir explicaciones, centrémonos en lo que va a pasar mañana, así que escuchen atentamente. El día de mañana tendremos la visita de un representante del ministerio de educación para verificar la enseñanza de nuestra institución, ustedes deben evitar por cualquier motivo del mundo si quiera cruzar palabra, porque si se les ocurre discutir, den por hecho que están suspendidos" explicó bajo las cautelosas miradas de los dos jóvenes.
Una vez que terminó de hablar, recibió la respuesta afirmativa de los muchachos, que no dudaron en aceptar, total, solo era un día.
"Si sucede un altercado por ustedes, no se sorprendan si llamo a sus padres y les doy otros castigos aparte de la suspensión por causar alborotos innecesarios" articuló con autoridad.
Los dos chicos asintieron y salieron de la oficina, expulsando por fin el aliento que tenían retenido por el intenso ambiente.
Solo se podían ver en los recreos y en esos minutos bien que podían juntarse con sus grupos y ignorarse, ¿qué podía salir mal?