Fiat se sentó al borde de la cama, los ojos fijos en el espejo que le devolvía la imagen de un joven con el cabello revuelto y una sombra de preocupación en el rostro.
Si tal vez el incidente del beso hubiera sido un viernes habría más posibilidad de que el tema se dejara en el olvido porque un fin de semana siempre son días de actividades personales.
La noche anterior había sido un torbellino de emociones, y la idea de enfrentarse a sus compañeros de clase le causaba un nudo en el estómago.
¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?
Pensó, mientras se pasaba las manos por el rostro, tratando de despejar la sensación de inminente desastre.
Thiago llegó justo a tiempo, interrumpiendo sus pensamientos.
“¡Vamos, campeón! La escuela no se va a autocompletar”, bromeó, sonriendo de forma deslumbrante.
El moreno siempre tenía la habilidad de alegrar cualquier ambiente, y Fiat se sintió un poco más ligero mientras se vestía rápidamente.
Tenía bastante suerte con contar con el apoyo de su mejor amigo.
Caminaron juntos hacia la escuela, y aunque las risas de Thiago resonaban a su alrededor, Fiat no podía evitar que la tensión se instalara en su pecho.
“¿Has pensado en lo que va a pasar hoy?” le preguntó Thiago, mientras su mejor amigo le daba un suave codazo.
“Es solo un día más en la jungla, ¿verdad?”, respondió Fiat, intentando esconder su ansiedad tras una sonrisa despreocupada.
Sin embargo, su mente no podía evitar vagar hacia los rumores que se esparcían por la escuela como pólvora. Desde teorías con algo de verdad en ellas hasta ideas locas que lo vinculaban como pareja del inalcanzable y pavo real de Leo.
Al llegar a la puerta del aula, se encontraron con Gabriel, que se estaba limpiando los lentes mientras se recostaba en el marco de la puerta.
Normalmente era él el que pasaba desapercibido en su grupo de amigos pero vaya que los dos mejores amigos habían escuchado a ciertas chicas opinar que Gabriel era él que debía tener más popularidad.
Ambos chicos quedaron paralizados, admirando su belleza casi etérea, especialmente los ojos azules que parecían brillar bajo la luz del pasillo. Esos orbes junto a sus pestañas largas eran como ver un profundo océano complejo que no estaba lejos de la realidad, con una actitud seria y comentarios sarcásticos que daban mucho que pensar.
“Wow…”, susurró Thiago, sin poder contenerse, mientras Fiat se sentía al borde de la incomodidad.
“Él es solo un chico, Thiago”, murmuró Fiat, aunque sabía que estaba mintiendo. Gabriel sonrió de manera despreocupada antes de entrar al aula y dejar a Fiat y Thiago allí, aturdidos.
Incluso si aquella sonrisa fue leve y posible producto de un recuerdo de Gabriel era algo que nunca se veía y obvio que llamó la atención de los mejores amigos.
“¿Qué te pasa? ¿Te gustó o qué?” bromeó Thiago, riendo mientras entraban a la clase.
La atmósfera era eléctrica, y todos los ojos estaban puestos en ellos. Fiat se sintió como un pez en un acuario, con miradas y susurros volando a su alrededor. Ignorando los murmullos, se sentaron en su habitual pupitre al fondo, donde solían jugar videojuegos en su tiempo libre. Pero hoy, no había espacio para la diversión; el peso de los rumores se sentía en cada rincón.
"¿Tu crees que el si tire para el otro bando?"
"No se ve como tal, pero las apariencias engañan"
"Es algo inesperado, de verdad"
"¿Me estás diciendo que hubo un beso entre dos hombres el día que falté?"
El profesor entró y comenzó la clase de ciencias sociales, pero las palabras eran solo un murmullo distante para Fiat. Cada risa y murmullo en su clase eran un recordatorio de su reciente accidente con Leo. Aun así, se forzó a concentrarse y tomó notas, mientras su mente vagaba hacia las palabras hirientes que había escuchado en el pasillo.
“¿Puedo ir al baño?”, pidió Fiat, levantando la mano como un niño en la clase. Cuando recibió el permiso, se levantó rápidamente, tratando de escapar de las miradas curiosas.
Al llegar al baño, se miró al espejo, por más que adoraba el color miel de sus ojos debía aceptar que las ojeras lo hacían ver como un zombie andante.
“Vamos, Fiat. No eres gay, ni tampoco eres un perdedor”, se repitió a sí mismo, intentando calmarse. Pero el sonido de voces conocidas lo hizo esconderse rápidamente en un cubículo. Desde allí, escuchó a Gabriel y Max.
“Es raro ver a Leo rodeado de chicas”, comentó Max, riendo. “¿No se supone que él odia el contacto físico?”
“Sí, algo está pasando”, respondió Gabriel, su tono sarcástico llenando el aire. “Tal vez se está intentando hacer el macho para desmentir esos rumores sobre Fiat”.
Fiat apretó los puños. Era cierto; Leo estaba disfrutando de la atención, mientras él se sentía como un paria. Cuando los dos chicos finalmente se fueron, Fiat salió de su escondite, su corazón latiendo con fuerza mientras regresaba al aula.
Era totalmente inaceptable que él le diera muchas vueltas al asunto y el otro este como sin nada, absolutamente parcial.
Justo cuando estaba a punto de sentarse, un chico gritó: “¡Eh, Fiat! ¿Te estabas besando con otro chico en el baño? ¡Por eso llegaste tarde!”
Las risas estallaron como fuegos artificiales, y Fiat sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
“¿Por qué te importa? ¿Estás celoso porque querías ser tú el chico?”, respondió Fiat, sintiendo cómo la confianza lo invadía en ese momento. La carcajada de Thiago resonó, y aunque Fiat no lo admitiera, se sintió algo poderoso por una fracción de segundo.
Sin embargo, el momento se desvaneció rápidamente cuando la profesora de DPCC entró y ordenó hacer grupos de cuatro para un proyecto sobre cómo mejorar la sociedad. Fiat miró a su alrededor, pero todos parecían evitarlo. Especialmente las chicas, solo algunas parecían disculparse con la mirada y es que era notorio que no querían ser molestadas por los chicos al sentarse junto a ellos.