Beso de Hielo [serie Gold Pride 2]

Capítulo 5

 

Observando la luz ardiente del fuego en la chimenea, Alexander entró en calor, a veces la fisiología le ponía obstáculos pero no quería parecer débil en estos momentos. No cuando estaba quien sabe en donde, rodeado por osos polares y cuya única compañía era una enfermera con tendencias a aplastar a los hombres que se atrevieran a decirle lo que debía hacer.

Gala era una mujer dominante, y eso, en vez de alejarlo, lo atraía. Sería tonto de su parte seguir insistiendo a las súplicas del león, susurros ásperos que le decían que se preparara para derribar posibles rivales, lo importante ahora no era reclamar a la mujer que cantaba a su alma sin saberlo. Lo primero en la lista era saber donde estaban y como salir de ahí.

Pero, más allá de eso, tenía otras preguntas que le mordían la lengua, presurosas por salir, y que iban dirigida a la osa de ojos como chocolate y caramelo. La luz del fuego los convertía en un tono más suave y brillante, eran hermosos, ya sin la fuerza retumbante que adoptaba en sus ojos animales.

Las ondas de su cabello lo llamaban a deslizar sus dedos...

—¿Estás bien? —Gala acercó una mano a su frente, el toque practico, firme, profesional, se sintió cálido a pesar de que sabía que solo lo hacía por obligación. 

El deber de una enfermera era atender y sanar, la preocupación escapaba a cualquier sentimiento diferente a eso. 

—Sí. 

—Este clima no es para el metabolismo de un león, hay que conseguirte más abrigo. 

Odiaba verse débil frente a ella. Sí, su orgullo era más fuerte que otra cosa. 

—¿Dónde estamos? —Se atrevió a preguntar—. No creo que hayamos dormido hasta el invierno. 

Y el aire no era tan gélido como el invierno en el territorio. 

—Halifax. 

Una respuesta seca, su león paralizado buscaba en sus recuerdos algún dato para reconocer el nombre. 

—¿País? 

—Canadá. 

Oír eso fue como estrellarse contra un bloque duro, necesitaban atravesar un país y medio para poder estar de vuelta en Gold Pride. Y ni siquiera sabía en qué parte de Canadá se ubicaba Halifax, podía estar cerca de la frontera o en la isla más norteña y cercana al ártico. 

—¿Ubicación? 

—Oeste, a seis horas de la costa de Maine, pero eso solo si tenemos un vehículo, a pie nos tomaría cuatro días en alcanzar la frontera. 

Silencio, Alex no pudo mantenerlo por mucho tiempo, su curiosidad era casi como una bestia aparte. 

—¿Como lo sabes? 

Palpando su mejilla, el roce una sensación delicada, Gala lo cruzó de frente:

—Ya huí de aquí una vez. 

Pero Gala no le permitió hundirse en ese fascinante color por más de un segundo, y cuando hubo terminado su inspección, segura de que Alex no caía en la hipotermia, regresó su atención al fuego, inclinando su cuerpo hacia adelante con los brazos reposando en sus piernas. 

El dije de metal colgaba en un suave balanceo, siguiendo el ritmo de una respiración tranquila. Alex estaba ardiendo por dentro, Gala no iba a decirle tal cosa, no lo consideraba digno de ello. Eso dolía, claro, pero una mujer tenía derecho a reservar los detalles de su vida. 

—¿De qué manera saldremos de aquí? Correr no es una opción estando rodeados por tus osos. 

Un gruñido le erizó el pelaje, la advertencia poniendo al león de pie en su mente. 

—Ellos no son mis osos —voz dura, acero salpicado en el aire—. Mi lealtad está en Gold Pride. 

Un atisbo de inseguridad cuando su mirada continuaba atenta a las chispas subiendo desde las brazas ardientes. 

—Pero no tenemos pasaportes ni identificación. 

«Mierda» 

—Si no podemos pasar la frontera, debemos ir con el embajador cambiante. 

Gala sacudió la cabeza, sus manos comenzaron a moverse con un ligero temblor. 

—Miles, Arit, Burnett es un oso polar, no lo entiendes, están por todas partes. Decirles que me tienen contra mi voluntad y que quiero huir es algo absurdo para ellos. 

—No, no lo es. Esto es secuestro. 

Gala volteó hacia él, una desesperación conocida inundó su mirada, Alexander fue golpeado duro por ella, su corazón comprimiéndose en su caja torácica. 

—No lo entiendes. 

Se veía como un animal enjaulado, sin opciones... 

—Explícame entonces, no puedo ayudarte si me faltan piezas. 

—Un oso polar jamás abandonaría su clan. 

Gala estaba luchando contra un principio, un supuesto, una conducta que los demás consideraban normal. Era ir contra corriente. 

Su necesidad de darle apoyo superó la precaución del insistente animal, por más que la quisiera, debía protegerse de su temperamento, pero más de sus garras. Alex tomó sus manos entre las suyas, esas manos de enfermera no lo rechazaron, por esta vez. 

—Patrick llegará a nosotros, no lo dudes. Y cuando nos encuentre y sepa lo que hicieron hará todo lo posible por llevarnos de vuelta a casa. 

—La coalición es pequeña, débil a comparación con Icy Souls, Patrick no puede contra tanto poder. 

Se estaba dejando vencer... 

—Es un animal político, pedirá ayuda, tiene aliados importantes, gritará a los medios nuestro secuestro. Estos osos van a estar bajo los ojos de los clanes si la gente se entera que nos tienen secuestrados. 

—Espero que tengas razón. 

Los sonidos inconfundibles del hambre distrajeron su sonrisa. 

—Tienes hambre. 

—Allí —apuntó a una puerta en la pared a la izquierda de la chimenea—. Se guardan provisiones constantemente en todas las cabañas, el código de la cerradura es tres, cinco, dos, siete y nueve. 

Tambaleando al ponerse de pie, Alexander se acercó a la pequeña puerta e introdujo el código en la pantalla de la cerradura, tras un sonido mecánico, la abrió, olores dulces y salados hicieron que su estómago se abrieran. La mayoría eran barras nutritivas y paquetes de galletas, revisando todo, su león capturó algo que le haría ganar puntos con seguridad. 




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