La lluvia helada empezó temprano, Alexander se quedó un buen rato observando el agua deslizarse por el techo, no podía ver nada más que la caída, gota a gota, con un estruendo que solo se intensificó conforme avanzó el amanecer de un día nublado, húmedo y lluvioso.
Como cualquier gato con cerebro, no disfrutaba mucho de la lluvia, menos si traía un frío tan crudo que le hacía temblar hasta los pensamientos. Sin embargo, no comenzaría a temblar hasta que saliera del calor de la cama, del calor de Gala. Fuera por supervivencia o no, ahora todas las noches dormiría con ella cubriéndole para evitar que las bajas temperaturas le hicieran daño.
Ella lo justificaba diciendo que lo hacía para que no tuviera complicaciones, Alexander sabía que esa no era la razón completa, pero estaba encantado de todos modos. Aunque el encanto de despertar y ver a Gala junto a él desapareció demasiado rápido, tenía un sabor amargo en la boca cuando abrió los ojos. Se había deslizado de la pesadilla suavemente esta vez, y agradeció eso, ella seguía durmiendo a su lado con un brazo cruzando su pecho asegurándose de que tuviera contacto piel con piel, sin notar las garras que había liberado antes de despertar del sueño con un golpe ligero en la cabeza.
Solía dar un salto brusco con un grito contenido y doliendo en la garganta, hilos de sudor en todo su cuerpo, pero esta vez el impacto fue más ameno, las imágenes seguían igual de reales.
No era algo que lo sorprendiera, en realidad se le olvidó que dado a que había descendido a sitios bajo tierra era muy probable que terminara soñando esas imágenes. Lo que sí le tuvo pensando mientras observaba la caída de agua en el techo, era que la pesadilla debería haber sido más fuerte, gráfica, cruda, pero solo tuvo apenas unos bosquejos, retazos de piezas antiguas y empolvadas, momentos donde la locura volvía a susurrarle que se quedaría en la cárcel para siempre.
Es increíble lo que la falta de sueño puede hacer a la mente, torcer y retorcer de tal forma que ya no se puede saber sobre el tiempo, el día, la tarde, la noche, todo pierde sentido estando bajo tierra con la luz artificial como única compañía. Alexander ni siquiera tuvo verdadera oscuridad en esos tiempos, solo la brillante luz de una bombilla que no podía romper por más que intentara desesperadamente. Luz y un zumbido en el cuello.
Regresando porque de nada le servía hundirse en el pasado, Alexander extendió sus sentidos, más allá del abrigo de Gala solo había el inquietante repiqueteo del agua, en un día lluvioso no se podía saber absolutamente nada del exterior, cualquier huella era borrada, cualquier olor era interrumpido, los sonidos ahogados... Por lo que no tenía manera de asegurar la cabaña y eso no le gustó al león.
Por más que estuvieran en un clan, eso no les daba garantía de estar fuera de peligro. Suerte que no los dejaron en cabañas separadas o se volvería loco en un clima como este y lejos de ella. El pelaje se deslizó contra la piel que ella estaba tocando, Gala estaba con él y eso era lo que importaba, que alguien pudiera haber muerto el día anterior no modificaba nada para él, llamenlo egoísta pero Alexander no les debía nada a estas personas desconocidas.
Tenía una teoría en mente que despertaba sus instintos y sus dudas, porque conocía la lealtad de las personas que vivían en clanes, si Gala había vivido la mayor parte de su vida en Icy Souls debió haber pasado algo realmente malo como para que ella mostrara tanto rechazo y dolor cuando se encontraba con ciertos miembros del clan.
Nilak incluido.
Se mordía la lengua por preguntar pero no lo veía correcto, la mujer que dormía a su lado se estaba abriendo y temía que cualquier mal movimiento volviera a cerrarla para siempre. Así que este gato debía ir con más calma que nunca y por ahora, bastaba con sentir con cada parte de su cuerpo el tirón de emparejamiento, un zumbido que reververaba potente dentro de él y que golpeaba duro cuando ella se alejaba. En este momento se encontraba tranquilo con ella durmiendo junto a él.
Un sonido demasiado familiar como para ignorarlo le hizo pensar que el momento de cómoda pereza en la cama había terminado, debía levantarse, Gala tenía hambre pero no quería despertarla. Que estuviera tan profundamente dormida como para no haber abierto los ojos antes que él era una señal de que realmente estaba descansando, Dios..., quería quedarse así el resto del día pero alimentarla era una necesidad mucho más urgente, una punzada instintiva dentro del pecho, su león solo tuvo que empujar una vez y Alexander cerró los ojos.
«Si al regresar a Gold Pride no dormimos juntos terminaré por enloquecer» no renunciaría a esto, no, ni por la cocina más enorme y lujosa de todo el maldito mundo.
Poniendo sus prioridades en orden, Alexander tomó la muñeca de Gala y la levantó muy lentamente conforme se deslizaba lejos de ella, rayos, realmente su sueño era profundo, comenzó a dudar de cuanto descansaba realmente incluso estando en la coalición. Al estar fuera del calor protector de su osa polar, el frío azotó su piel desnuda, era como aguijones dolorosos pinchando cualquier parte expuesta, al estar de pie se sacudió por el escalofrío violento mientras tomaba sus camisetas y se cubría, el suéter de lana gruesa vino después.
Con todo eso no era suficiente, Alexander se apresuró a mover unos leños a la chimenea y encenderlo, no tardó en arder, girando en dirección a la cama, todavía le quedaba arreglarse antes de echarse a preparar algo. Al menos tenía agua caliente para lavar su rostro y cepillar sus dientes. Este nivel de existencia era desquiciadamente precario para este siglo, si los osos estaban acostumbrados a esto... Estaban locos.
Apretando los dientes para contener el castañeteo, Alexander fue hacia su rústica y económica cocina, revisó en las cajas de provisiones y tenía lo necesario para unos básicos hotcakes, le pondría rodajas de bananas, eso y una taza de café tendría que ser suficiente, aunque no cubría el desayuno estándar que preparaba en la coalición.
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Editado: 04.11.2020