Alexander solo pudo dormir unas cuantas horas antes de que el amanecer le obligara a levantarse de la cama, no acostumbraba a dormir hasta tarde, pero estaba realmente cansado, bien podría intentarlo si con eso ganaba más tiempo con la mujer que continuaba durmiendo en la cama, sin embargo su mente no le dejaba tranquilo. La confesión de Gala se quedó grabada a fuego y seguía enojado con la situación.
Pero se tuvo que guardar los gruñidos hasta que estuviera fuera del alcance de Gala. Deslizándose de tal forma que ella no notara su ausencia en el cálido cobijo de la cama grande, Alexander dio un rodeo y abrió las grandes puertas del armario, Gala había diferenciado el espacio separando su ropa de la suya en dos montones bien ordenados y distribuidos. Para cualquier persona debería ser una obviedad, algo sin importancia, pero Alexander encontraba satisfacción en las pequeñas e insignificantes cosas como esta, dividir una cama y un armario era un asunto más íntimo de lo que parecía.
Abrazando el calor que subió por su cuerpo cuando imaginó sus cuerpos entrelazados en la cama, Alexander tomó un par de pantalones cargo color oliva oscuro y comenzó a cambiarse la ropa de dormir que llevaba puesta. Una camiseta de lana blanca y una sudadera negra reemplazaron a la camiseta gris, que todavía contenía el olor a sal y mujer, la huella de un dolor emocional que Gala se había permitido descargar.
Tal vez Alexander era la única persona que la había visto así.
Terminando de anudar los cordones de sus botas de trabajo marrones, luego dobló la ropa de dormir y como no encontró ningún cesto donde dejarla, la puso al costado del armario. En completo silencio fue al baño, cepilló sus dientes y se lavó la cara con agua fría, notó que su melena había crecido hasta alcanzar los hombros, pronto debería recortarla.
La melena era símbolo de madurez y orgullo para un león, pero Alexander no pretendía llevarla más lejos del punto manejable, los estilos largos e impresionantes se los dejaba para el Alfa y sus compañeros de coalición. Con su higiene básica arreglada, bajó al primer piso de la casa dispuesto a preparar el desayuno.
No había canción en su mente esta vez, solo las imágenes que Gala había puesto ahí cuando le contó la historia de su gemela. El gruñido le salió entre dientes apretados, no lo podía creer, no quería..., ¿qué clase de cambiante se atrevía a hacerle daño a una joven? Sin importar que fuese adolescente, a esa edad seguía siendo una cachorra, una pequeña a la que debían cuidar y proteger. Pero la semilla de la perversión podía crecer en cualquier terreno, pensó, recordando las historias que Patrick, Marshall y Byron le contaron una noche en la que se quedaron hasta tarde en el salón comedor.
Cada uno tenía cicatrices de una vida difícil, y eso demostraba que la mejor opción para los cambiantes era mantenerse unido en clanes, coaliciones y otro tipo de asociaciones. Los solitarios y las familias estaban desprotegidos y bajo amenaza constante de los Cazadores que siempre rondaban sin ser vistos. Alexander no tardó en sentirse identificado con los dos leones y el tigre, pero no sumó su historia.
El punto importante —y del que no podía olvidarse—, era que las personas malas podían aparecer en cualquier parte. Eso no lo hacía sentirse menos enojado de lo que estaba, ¿cómo nadie pudo darse cuenta de lo que pasaba? Las personas abusadas siempre daban señales, por más que fueran pequeñas, gritaban a su manera, un cambiante podía darse cuenta de las cosas con los sentidos. Alexander quería gritarles a todos y a cada uno de los que convivierom con Shila y no fueron capaces de darse cuenta de lo que le hacían.
—Mierda —masculló al ver que había roto el huevo en su mano.
Por fortuna el contenido quedó en la sartén, así que pasó los siguientes minutos quitando cada pequeño pedazo de cáscara hasta que no vio nada más que la clara transparente y el naranja profundo de la yema, necesitaba atención, habilidad y disciplina para tomar los pedazos sin arrastrar el contenido del huevo, así que, en cierta forma, el incidente sirvió para contener su temple. Los huevos eran una de las pocas cosas que no se podían producir de manera sintética, pero las regularizaciones sobre las granjas de huevos se volvieron tan estrictas que comenzaron a producir mejores huevos cuando las condiciones de las gallinas alcanzaron el estándar de vida digna.
Lo curioso era, que por más que la humanidad estuviese luchando por reducir la contaminación y los daños ambientales, en el fondo seguían siendo crueles, ambiciosos y traicioneros, llenos de mentiras, engaños y codicia.
«No todos» pensó, partiendo otro huevo, recordar a Tanya y todo lo que la mujer hacía por los cambiantes de la coalición le hacía creer que la balanza estaba inclinada hacia el bien, al menos un poco. No podía cambiar el pasado, y si pudiera, lo haría. Sin embargo pensar en eso le hizo creer que Gala no sería la misma mujer que era ahora.
La vida era una suma de experiencias, y esas experiencias resultaban en la manera de pensar, sentir, de ver las cosas, por más horrible que se sintiera al imaginarlo, Gala era Gala gracias al intento de suicidio de su hermana gemela.
—Eres un desgraciado —se dijo, encendiendo el fuego en la hornilla—. No habría sufrido tanto si eso no hubiese pasado.
Pero tampoco habría salido de su clan, ni llegado a Gold Pride, ni la habría conocido...
—Deja de pensar en eso.
Debía quedarse en el presente, y preparar un buen desayuno porque sabía que ella se levantaría con hambre y sed luego de lo que pasó en la noche. Con eso en mente, Alexander puso agua en la tetera y luego la llevó al fuego, tras revolver los huevos en el aceite les agrego una pizca de sal y orégano. Luego buscó pan en una de las alacenas superiores, sacó una hogaza de la bolsa de mimbre y la cortó en doce rebanadas que dejó en una plancha para horno, las doró solo un poco.
#17006 en Fantasía
#6692 en Personajes sobrenaturales
#36331 en Novela romántica
cambiantes felinos, cambiantes osos, romance drama erotismo accion amor
Editado: 04.11.2020