Ella todavía se sentía débil cuando subió al anexo superior de la enfermería, su pecho estaba apretado y le costaba respirar. Los recuerdos bombardeaban su mente como balas, y eran confusos y opuestos, escenas de cenas familiares y la risa de su gemela se mezclaban con sus gritos de rechazo cuando intentaba ayudarla en sus peores momentos de rebeldía.
—Sialuk, dime qué sucede —pidió Vashty, mientras la sostenía por los hombros—. Estás pálida.
«Solo necesito enterrar estas emociones» sentía una enorme tristeza en el pecho.
—Quiero un poco de agua antes de irme.
—Claro.
Vashty corrió a través de la enfermería y regresó después con un vaso con agua, Gala lo bebió lento, moderando su respiración. El nudo se aflojó, su osa polar le dio la fuerza que necesitaba para no romper en llanto otra vez.
—Te veré luego —le dijo a la mujer—. Llamaré si encuentro algo útil.
—Claro, estaré aquí.
Cuando regresó al salón comedor de la Guarida Mayor Gala buscó de inmediato al león, lo encontró en un extremo cercano a la entrada de la guardería, trató de no parecer desesperada por alcanzarlo pero cuando estuvo frente a él abrazó a Alexander como si en cualquier momento se fuera a desvanecer en una nube de polvo, escuchar el zumbido en su pecho fue la perdición absoluta, su corazón se llenó hasta el límite, se sentía como si la vida le regresara al cuerpo.
No entendía cuando se volvió tan sensible o por qué este hombre era su cable a tierra, pero se sentía tan bien entre sus brazos, el olor masculino le hacía cerrar los ojos, su calor alejaba la sensación de vacío dentro de ella que se había hecho más y más grande a medida que pasaba el día sin él.
Solo pasaron separados poco más de cinco horas, pero se sintieron eternas.
—Aunque me gustan estos tipos de recibimiento, algo no está bien. ¿Qué pasó?
Alexander podía leerla mejor que nadie.
—Es..., algo muy largo, te lo diré todo después. Ahora, solo quería verte.
La mirada azul de Alexander estaba llena de arrogancia y satisfacción, sí, le había extrañado pero si se lo decía su ego llegaría a las nubes y quien sabe que clase de cosas le diría...
—Bueno, ahora sabes como me siento cuando estoy lejos de ti.
Gala tragó saliva, Alexander dejó sus manos sobre la cintura de ella, las de Gala estaban en el pecho de él. Recordó que este hombre había esperado en las sombras durante más de un año, y se sintió culpable por haberlo hecho esperar tanto tiempo, por haber pensado que era un hombre más que quería diversión momentánea. Gala estuvo tan encerrada en sí misma que no supo ver más allá de sus propios miedos y prejuicios.
Pero ahora su visión estaba clara, y Alexander merecía recibir todo lo que daba. Sin embargo, Gala no podía leerlo de la misma manera y se sentía insegura sobre si podía darle todo lo que necesitaba. Ella era buena para curar resfríos, raspones y huesos rotos, las relaciones personales eran un asunto diferente.
Pero en este momento la mirada de Alexander estaba fija en sus labios, y mientras su corazón latía tan rápido como su cuerpo era inundado por una oleada de calor desde su núcleo hasta el exterior, Gala se puso en puntas de pie para alcanzar su boca. El sabor de Alexander no se comparaba con nada que hubiera probado o sentido antes, y cada vez que lo encontraba en un beso, el tirón que la empujaba hacia él se hacía más y más fuerte.
Él era su imán y ella el metal que no podía evitar ir a su encuentro.
—Sialuk —Nilak la llamó.
Alexander gruñó cuando rompió el beso, ni siquiera le dio espacio para voltear completamente, estaba atrapada entre sus brazos fuertes y la mirada del león se clavó en el otro hombre. Mordiéndose el labio porque se veía tan encantador cuando parecía querer comerse a alguien que no le agradaba, Gala miró a Nilak por encima del hombro.
La última vez que lo había visto había sido cuando le pidió ocupar el puesto jerárquico de Anyu mientras este terminaba de recuperarse. Ahora se veía a punto de derrumbarse, tenía el cabello negro desordenado, bordes rojizos en el interior de sus ojos y las pupilas dilatadas. Vestía una camisa azul y vaqueros con botas viejas, las manos formando puños. Una expresión de derrota en su mirada.
Bien, si alguna vez pensó que con su regreso podía tener alguna clase de oportunidad con ella, estaba muy equivocado.
—¿Qué sucede?
Los ojos de Nilak se hicieron negros, sepultando sus emociones bajo el firme control y fuerza que lo había convertido en el Gran Nanuk del clan. El hombre levantó un poco la barbilla en un gesto áspero hacia Alexander.
—Dile a tu mascota que si sigue presionando, perderá su melena.
Alexander siseó. Gala rodó los ojos, luego tembló cuando presionó sus labios en su cabeza, con fuerza, y respiró. Estaba tratando de calmarse.
—No puede dejar de ser un león como tú no puedes dejar de ser un fastidio.
El pecho de Alexander vibró con una risa incipiente y ella sabía que estaba mirando a Nilak con arrogancia. El oso polar se cruzó de brazos.
—¿Eso es todo?
—No, necesito que subas a mi cúpula, habrá reunión. Ahora.
Y sin esperar su respuesta, dio media vuelta y subió las escaleras haciendo sonar el Metal bajo la fuerza de sus pies.
—El Alfa grande y malo está enojado —dijo Alex, su tono suave, profundo y satisfecho recorrió a Gala como una ola.
—¿Podrías controlarte la próxima vez?
Alexander apretó su cuerpo y dio un ronco:
—No.
El león dentro de Alexander seguía siendo salvaje, no podía cambiar eso.
—Tengo que ir —dijo, y él la rodeó con más fuerza—. Supongo que Nilak quiere hablar sobre... —Un beso en el cuello le hizo perderse, suspirar—. El problema de las... —Un gruñido, Gala curvó los dedos en los hombros de él—. Desapariciones, ¡deja de hacer eso!
Alexander echó a reír.
—No puedo y no quiero.
Gala tapó esa sonrisa que la desarmaba con un beso que lo desarmó a él, reducidos a un calor inclemente por el contacto, no podían detenerse.
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Editado: 04.11.2020