Beso de Hielo [serie Gold Pride 2]

Capítulo 38

 

Alexander tenía un zumbido en la cabeza que no le dejaba pensar con claridad, el oleaje apretaba su corazón como quien sostiene a otro por la fuerza, y dentro de su mente el león daba vueltas. No sabía si esto era normal, pero tampoco había algo de normalidad en esta unión vincular que tenía un sabor agridulce. 

El estado de euforia había pasado y ahora se encontraba con una verdad que no había tomado en cuenta antes. 

Era como chocar contra un muro de concreto a cien por hora... 

Y mientras se detenía en la cocina, sentía una sensación de oscuridad enfermiza que susurraba cosas inentendibles, algo tiraba de él, rasgando sus pensamientos. 

Regresó a su interior mientras preparaba café en la cocina de la casa, apretando los ojos, creyendo que estaba imaginando cosas, pero cada vez que volvía a la unión nada cambiaba. Estaban ahí, esas cosas que no se sentían bien, en el núcleo del vínculo había fracturas que comenzaban a teñirse de negro.

No se suponía que debía ser así. Pero entre más lo pensaba, más se volvía realidad la posibilidad que rondaba su mente. 

Comenzó a pensar que tal vez podía haber un problema de compatibilidad entre ellos, había leído bastante sobre conexiones vinculares gracias a los tópicos y páginas de psicología cambiante, Tanya le había dado acceso a esos sitios para que pudiera saciar su curiosidad al respecto. 

Alexander se había quedado en un apartado que no lo dejó dormir bien durante noches enteras. 

“Conexiones vinculares: incompatibilidades y uniones inestables” 

Como una generalidad para el investigador que escribió el apartado, eso sucedía con vínculos en cambiantes de diferente tipo con características que los situaba en puntos alejados, y se relacionaba con la diferencia de fuerzas. 

Como un lince y un lobo, o un jaguar y un oso.

«O una osa polar y un león»

O cualquiera que se saliera de la norma, siempre había uno más fuerte que el otro, el primero consumiendo al segundo... 

Con el ceño fruncido frente a ese pensamiento extremista, las garras del miedo apretando su garganta y pecho, Alexander apagó la hornilla al constatar que la temperatura del agua en la tetera de metal estuviera en el punto de hervor. 

No podía dejar eso. 

Pensar en la posibilidad de ser incompatibles para sostener un vínculo a largo plazo no tenía sentido cuando ambos sentían el tirón de emparejamiento. 

Eran compañeros, por supuesto que debían ser compatibles, ¿no? 

Sin embargo, las sensaciones, el zumbido, las grietas... Debía haber una razón detrás de todo eso, porque no era natural.

Definitivamente no se sentía así. 

Colocando algunos bollos que había horneado en la mañana en una cesta de mimbre, echó el café molido y luego el agua en las tazas, revolvió con tanta concentración mecánica como pudo, tratando de calmar la tormenta de su mente, refugiarse en las pequeñas tareas, también puso un pequeño tazón con azúcar y dos cucharas. 

Cuando escuchó a Gala en las escaleras fue hacia el comedor. 

Cada vez que la miraba a los ojos las emociones entraban en combate, él no olvidaba la fuerza con la que resistió la embestida de un animal que debería haberla hecho trizas, no olvidaba la facilidad con la que lo arrojó contra la arena para ponerlo a salvo, tampoco olvidaba lo hermosa que era cuando esos ojos marrones brillaban al encontrarlo... 

Estar enojado con ella era malditamente difícil, sus sentimientos más fuertes que todo lo demás, pero eso no silenciaba el hecho de que él tenía razón. Si estaban destinados a emparejarse, entonces debían confiar el uno en el otro en situaciones de peligro. Gala no lo había hecho en la costa, pero podía aprender, él no iba a rendirse, por más intenso que fuera su dolor por haber sido rechazado de esa forma.

La respuesta había sido instintiva, no hubo mucho espacio para razonar.

—Preparé café.

Dejó la bandeja con las cosas sobre la mesa. Gala entró al comedor y dejó el anotador digital que había ido a buscar a la habitación, debía hablar con Tanya sobre el supuesto agente externo que causó los rompimientos vinculares de los osos. Acomodándose en una de las sillas, tomó una de las tazas entre sus manos y olió, Alexander se sentó en la silla de la punta de la mesa, tenía el estómago cerrado pero se quedó. Gala estaba transmitiendo emociones inestables a través del vínculo desde que dejaron a Siku en el hospital, ella lo necesitaba.

Tomaron el café y comieron en silencio. La tensión dominaba el ambiente, volviendo el aire pesado. De vez en cuando se dirigían miradas, tentativas, buscando la manera de romper esto pero no se atrevían a dar el primer paso. 

«Tan hermosa y mortal. Puede matarnos si quisiera»

Una sensación enviada a través del vínculo, calor con bordes afilados, como una mordida de advertencia. Alexander esperó un movimiento de ella pero Gala solo tomó su café, como si nada. 

Había más de esta mujer que no conocía. 

—Gala, quiero...

—No —Interrumpió—. Está bien. —Gala dejó la taza en la mesa y extendió su mano para tocarlo, el vínculo ardió, el pulso fue una onda expansiva que hizo a Alex contener el aliento para resistir—. Hice mal en pasar por alto quien eres, lo que eres. Trataré de no hacerlo la próxima vez —un suspiro, una inclinación de cabeza y luego ella le sonrió, el gesto fue conciliador—. Pero es mejor si no hay una próxima vez.

Ella exigía su mirada por la forma en que su atención estaba en cada parte de él, soltando el aire entendiendo que Gala no trataría de dominarlo de manera consciente, Alexander se encontró con la oscuridad de sus ojos. «Está tratando de entender su propio poder, su alcance» Gala no tenía malas intenciones, no hacia él ni hacia ninguna otra persona, porque ella protegía.

Y él debía aceptar eso, tanto como ella debía aceptar que Alexander buscaba lo mismo.

Aún con eso..., no explicaba las fracturas negras en el brillante tono glacial del núcleo del vínculo, había algo mal.




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