Mauja había sido un buen observador, su carácter dócil y reservado solo era una fachada para la mente sensitiva y alerta que había conservado intacta.
Había unido las piezas mucho antes de saber el camino que seguiría su amigo, incluso cuando ni siquiera se armaban a su paso. Él las había alineado, una por una, solo observando. Y usó eso en su favor, en el de todos en realidad.
Encontró a un hombre amargado con su propio destino en un bar de mala muerte una gélida noche de invierno, aquel hombre profesaba un sueño donde uniera ambas partes de un todo.
Era el hijo bastardo de una osa polar que rompió las reglas, engañó a su pareja y concibió un hijo ilegítimo con un cambiante oso pardo. Expulsada de su clan de procedencia por semejante acto infiel, la mujer se aisló en Alaska y cultivó la mente de su hijo desde el primer día.
—Estás hecho para grandes cosas —había recordado el hombre—. Tu destino es ser líder.
Y tomó las palabras de su madre al pie de la letra. Se llamó a sí mismo oso polar, aunque su pelaje no era el mismo. Pero nadie debía enterarse de eso, y nadie cuestionó el hecho de que no pudieran verlo transformado.
—Tengo cicatrices —había dicho—. Tantas que son una pesadilla sobre mi pelaje.
Solo era una forma de ocultar la verdad bajo su piel, mentirse a sí mismo y negar quien era. Pero con todo eso, comenzó a ganar seguidores con la ayuda de Mauja, primero de una forma honrada, después... Por la fuerza.
Y eso lo condujo a robar, vender y matar. Arrastrando a Mauja al torbellino oscuro de crímenes que helarían la sangre de cualquier juez cambiante. Recapacitó demasiado tarde, a pesar de que la voz de su consciencia siempre estuvo ahí para advertirle que lo que estaba haciendo no era bueno.
Pero aunque sus manos estuviesen manchadas con la sangre de inocentes, de aquellos iguales a él, Mauja sabía que no podía salvarlos a todos.
Esta senda de caos era imposible de detener por la voluntad de un solo hombre cansado de ver el abismo, pero al menos, podía torcerla, menguar sus efectos y esperar que con eso el golpe no fuese tan destructivo.
Viendo las pequeñas gotas de lluvias en el parabrisas de su coche, Mauja imaginó que la vida del Gran Nanuk del norte había llegado a su fin. Aquel hombre con delirios de gloria quien había dirigido el ejército de subyugados solo fue un títere conducido por una mente maestra tras bambalinas. Se jactaba de ser un buen estratega pero al final, su debilidad fue amar a una mujer tan rota que su naturaleza fue corrompida al punto de alterar sus percepciones. El bien y el mal estaban difuminados para ella, la seguía la relación costo-beneficio según como resultara para la ejecución de su plan.
Eran el uno para el otro, pero contrario a lo que el Gran Nanuk hubiera creído, la mujer era incapaz de amar a otra persona como él la había amado a ella. ¿Cómo hacerlo cuando tenía tanto odio en el alma? Ella le había pedido la cabeza del Nanuk de Icy Souls a cambio de entrenar a todos los soldados de su facción rebelde disfrazada de clan.
Mauja había observado esa petición, la había almacenado. Los planes que ellos trazaron tenían la marca de destrucción, dolor y muerte a su paso, pero ambos tenían ideales distintos. Mauja sabía que ella no compartiría el botín una vez logrado el primer paso.
Mataría a su pareja sin contemplaciones.
Y ahora, eso era lo más probable. Ella era el depredador más poderoso que había conocido en su vida, y esta cacería estaba llegando a su fin. Era el turno de hacer su parte, Mauja confiaba en que el clan Icy Souls tenía cimientos fuertes, el golpe sorpresa los haría temblar, de eso no había dudas, pero eran una unidad, una familia, como cualquier clan.
Y por supuesto, no eran susceptibles a manipulaciones. A menos que les inyectasen las drogas... Pero él las había alterado lo suficiente para que sus efectos disminuyeran. Shila no podía usar las drogas para someter la voluntad de aquellos cambiantes que quedaban en pie. Debía usar su dominio, y hacer eso, con un montón de osos golpeados, heridos y enojados, era un infierno de idea.
Mauja lo sabía también, y era por eso que debía darles un empujón a este clan para ponerlo en contra de Shila cuando ella intentara su siguiente movida.
Había estado siguiendo a una de las Garras Mayores del Gran Nanuk de Icy Souls toda la tarde, fingiendo que era un objetivo para dar el golpe. Era fácil cambiar la ficha de datos. Malik no estaba vinculado, era un oso adulto bien constituido y juraba que sus raíces en el clan estaban bien profundas. Sería un buen candidato para ocupar el puesto de Nilak, si tuviera la naturaleza de Alfa.
Pero desgraciadamente, el hombre solo era un dominante fuerte. Servía de todos modos, Mauja solo necesitaba que fuera su conexión con los demás.
Lo condenarían, de eso estaba seguro. Y estaba bien con su destino porque se lo había ganado al ayudar al Gran Nanuk del norte y su mujer psicópata. Una lástima en realidad, Shila podría haber sido una gran líder si hubiera soltado el pasado, pero algunas heridas nunca dejaban de sangrar, lo que le hicieron dejó una marca en ella tan profunda que cambió su personalidad por completo.
Mauja había investigado a fondo, incluso sabía de su gemela, lo que no sabía era donde estaba ella y en qué se convirtió, ¿había caído en la misma locura viciosa que Shila o había conservado la suficiente cordura para tener una vida normal? Mauja quería inclinarse por la segunda opción.
Cuando su objetivo dobló la esquina, Mauja se inclinó hacia adelante. Sentía el cuerpo caliente y la sangre espesa, un nudo de anticipación en el pecho y el sabor amargo en la boca. Por un segundo pensó en permanecer en la seguridad del coche y dejar que pasara de largo, luego huir de Halifax, tan lejos como le fuera posible y vivir, vivir...
Esbozó una sonrisa rota, jamás podría vivir con el puñal de culpa clavado en el corazón. Debía hacer lo correcto, y eso, ahora, significaba entregarse.
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Editado: 04.11.2020