—¿Te arrepientes?
Gala se obligó a fijar su mirada lejos de las nubes apenas perceptibles y el cielo azul oscuro con bordes de negro y estrellas por fuera de la ventanilla junto a su asiento en el avión. Ella pidió ese lugar incluso antes de comprar los boletos, había sido una movida automática puesto que lo primero que pensó era que si por alguna razón la ventanilla se abría ella saldría despedida del avión pero Alexander estaría más seguro en el asiento del pasillo, con su cinturón bien ajustado.
Ni siquiera supo por qué de pronto pensó en eso mientras veía la preferencia de asientos, pero más allá de los detalles técnicos y de supervivencia... La vista era impresionante. No pudo evitar sentir algo de nostalgia y comparar el punto de su vida en el que se encontraba. Diez años atrás ella había huido del clan por agua, pero ahora el mar estaba kilómetros más abajo y esto no tenía sabor a huida.
No, era algo más como una sensación agridulce.
Y eso se debía no solo a la despedida que le ofrecieron sus amigas, las que se ofrecieron a acompañarlos al aeropuerto internacional de Halifax —después de haber tenido una sesión de amargura compartida por los eventos sucedidos, y una promesa de que estando juntas podrían llegar a superarlo con el tiempo—, sino también a la llamada inesperada de sus padres que fue casi obligada a responder.
Sus padres no eran conocidos por hacer contacto con la tecnología...
—No —respondió, girando hacia el león—. Solo estoy pensando.
—¿En qué?
Bajando la mirada, Gala jugó con sus dedos. Parecía que todo lo que podía hacer era ir en retrospectiva y hacer un repaso a todo lo que había vivido estas últimas semanas, y lo aterrada que se sentía por volver a casa.
Tenía, algo así, como un intrincado nudo de emociones alojado en el estómago. No podía ignorar la pregunta por más tiempo ¿qué haría ahora? Ya no podía continuar ocultando su identidad a sus compañeros de coalición, tarde o temprano debía revelar sus orígenes, pero eso picaba en su interior con molestia.
Una Gala normal habría tomado la decisión de seguir con su vida tal y como la había dejado después de haber sido arrastrada a su antiguo hogar y haber pasado por tantas cosas.
Pero dudaba si tenía siquiera un diminuto ápice de esa mujer.
¡Porque ahora estaba emparejada! La clase de cosa que una vez pensó que jamás haría, y justo con el hombre al que había maldecido, golpeado, insultado de mil maneras, pero el mismo que había estado a su lado a pesar de todo. ¿Se arrepentía?
«Diablos, no»
Ella simplemente había roto todas las promesas que se hizo a sí misma y ahora estaba torturándose pensando en cosas del pasado.
Como su escape del clan y los diez años que pasó por su cuenta sin decirle nada a nadie ni intentar contactar con sus conocidos. Sabía que habrían estado preocupados, pero ella estaba demasiado furiosa como para reconectar.
—He sido muy cruel con mi familia y amigos —admitió.
Los había hecho preocuparse durante años...
—¿Hice lo correcto?
Alexander sostuvo su mano, y con la otra acunó su mejilla y tiró suavemente de ella para girar su rostro. La calidez de sus ojos azules siempre le infundía una sensación placentera que no alcanzaba a entender del todo.
Jamás entendería por qué de todos los hombres en el mundo terminaría emparejada con un león como este, pero no le habían dado más opciones, el pánico rugió en sus venas cuando pensó que podía perderlo, porque si bien ella podría volverse loca con el rompimiento al menos continuaría con vida, en cambio, la desconexión habría sido el fin para Alexander.
No tuvo otra opción más que saltar al vacío y esperar que él la siguiera. Por supuesto, lo hizo, porque un león jamás abandona una presa sin pelear.
—Lo necesitabas —respondió deteniendo sus pensamientos con una voz suave al borde de ser un susurro solo para ella—. Fue tu única salida.
—Podría haber hecho algo mejor.
La mirada de Alexander se detuvo un instante en sus labios.
—Sí, podrías... Pero ahora estás aquí, esos días quedaron atrás. Tienes una profesión que amas, una coalición y un compañero que requiere de muchos cuidados.
Riendo, Gala le gruñó. No podía permitirse que se regodeara demasiado en el hecho de que la había tomado por completo. Haría crecer su ego y comenzaría a pavonearse por la coalición con eso.
Hablando de leones exhibicionistas...
—En algún momento tendré que volver.
Alexander parpadeó, lento.
—¿Tus padres?
Ella asintió con la cabeza. En realidad, que Nilak haya muerto poniéndole fin al último vínculo que tenía con Icy Souls, solo había hecho que otros tomasen su lugar de inmediato y en forma de compromisos.
Por un lado, todavía seguían investigando la droga con la que habían atacado al clan y capturado a los demás, Vashty le hizo prometer que seguiría en contacto alegando que no era una amenaza solo para Icy Souls. Por otro, sus padres ahora se habían asomado un poco más para saber que rayos habían hecho las hijas que ellos mismos entregaron por voluntad propia al cuidado de otro clan.
A pesar de que debería haber gruñido por eso, solo podía sentir una punzada de culpa.
—No me imagino cuanto deben estar sufriendo —dijo disminuyendo su voz—. Quisiera haber actuado más rápido y decirles cualquier otra cosa...
Ellos podían no ser la clase de padres amorosos, dedicados y cercanos, pero siempre se preocuparon en saber sobre ellas durante el tiempo que crecieron en el clan. Después de que Shila se arrojó del puente y Gala les pidió distancia, la relación se hizo más tensa.
—Ocultarles la verdad solo habría hecho más daño.
Tenía razón. Pero eso no hacía más fácil saber que la relación con su familia se había debilitado tanto hasta llegar a un punto de quiebre, pero si indagaba más... Desna y Aglakti no fueron padres muy presentes en su vida. Su padre Desna era un pescador que pasaba varios meses al año en alta mar y su madre Aglakti era una soldado que jamás salía de los límites del territorio del clan blanco de Groenlandia.
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Editado: 04.11.2020