CAPITULO 7

Quisiera poder contarles a mis amigos sobre los sueños que me han visitado, aquellos en los que aparece el Castillo donde vive Layla. La sensación que me invade es inquietante y, a la vez, agobiante. Me atormenta la idea de que algo pudiera sucederle a mis seres queridos. Un torrente de sentimientos y emociones se adueña de mi ser, y solo pensar en Lucas, perdido en esa ciudad a la que no puedo acceder, me llena de angustia.

La incertidumbre de no poder verlo durante un tiempo indefinido pesa sobre mí como una sombra. Anhelo tenerlo cerca, poder compartir risas y confidencias, pero la realidad es que estoy atrapado en esta distancia.

Cada vez que cierro los ojos, el castillo de Layla se convierte en un laberinto de mis temores, donde las paredes susurran advertencias. ¿Qué pasaría si el destino decidiera jugar con nuestras vidas? La idea de que mis amigos puedan enfrentar dificultades sin que yo pueda ayudarles me desgarra el alma.

Quisiera ser un guardián de sus sueños, protegerlos de cualquier mal que aceche. Sin embargo, me siento impotente, como un espectador en un teatro donde la obra es un drama que no puedo cambiar.

A veces, me pregunto si estos sueños son solo ecos de mis miedos o si realmente tienen un significado más profundo. Tal vez son un llamado a la conexión, a la importancia de valorar cada instante con aquellos que amo.

Así que, aunque la distancia nos separe, mi deseo es que nunca olviden que siempre estaré aquí, soñando con el día en que podamos reunirnos nuevamente, sin temor y llenos de esperanza.

Iba caminando sin rumbo, sumergida en mis pensamientos, cuando sentí una presencia inquietante proveniente de una esquina oscura y tenebrosa. Mientras caminaba por las calles desiertas, una sensación de inquietud se apoderó de mí. La luna brillaba intensamente, pero la oscuridad parecía más densa a mi alrededor. Fue entonces cuando lo vi: un hombre de mirada penetrante, con una sonrisa que no prometía nada bueno. Su presencia era magnética, pero había algo en él que me heló la sangre. Era un vampiro, astuto y capaz de leer los pensamientos más ocultos.

—¿Buscas a alguien? —preguntó, su voz suave como el terciopelo, pero cargada de un eco siniestro.

Intenté ignorarlo, pero sus ojos se clavaron en mí, como si pudiera ver cada rincón de mi mente. Sin poder evitarlo, mencioné a Lucas.

—Lucas... —repetí, sintiendo un nudo en la garganta—. Está en otra ciudad, una a la que no puedo llegar.

El vampiro sonrió, como si disfrutara de mi angustia.

—Ah, Lucas. Un nombre común, pero su destino es singular. Esa ciudad... —hizo una pausa, dejando que el silencio se alargara como un suspiro—. Es un lugar lleno de sombras, donde los secretos se esconden detrás de cada esquina. ¿No temes que algo le pueda pasar?

Un escalofrío recorrió mi espalda. Intenté mantener la calma, pero sus palabras eran como dagas que perforaban mi mente.

—No, no debería preocuparme... —murmuré, aunque sabía que era una mentira.

—¿De verdad? —se acercó un poco más, su aliento frío en mi rostro—. He visto lo que acecha en la oscuridad de esa ciudad. Hay cosas que no puedes imaginar, y Lucas podría ser una de ellas.

Su mirada se volvió más intensa, y sentí que mis pensamientos se desnudaban ante él. La desesperación se apoderó de mí mientras trataba de ocultar mis miedos, pero era inútil.

—¿Y si te dijera que hay fuerzas que desean separarte de él? Que hay caminos que no puedes cruzar, y que el tiempo juega en su contra... —susurró, su voz un eco en mi mente.

La presión en mi pecho aumentó, y el miedo comenzó a devorarme. La idea de que Lucas estuviera en peligro, en una ciudad de la que no podía escapar, se convirtió en una pesadilla. ¿Qué haría si algo le sucedía? ¿Cómo podría vivir con esa carga?

—No... —dije, casi en un susurro—. No puede ser verdad.

El vampiro sonrió, su expresión era una mezcla de placer y malicia.

—La verdad a veces es más aterradora que la mentira. Pero no te preocupes, estoy seguro de que Lucas sabrá cuidarse... si es que tiene la suerte de encontrarse contigo de nuevo. La conexión que sientes con Lucas va más allá de una simple casualidad; es más sobre tu pasado antes de convertirte en vampira. Con eso, dio un paso atrás, dejando en el aire una sensación de inquietud y desasosiego. Mientras se desvanecía en la penumbra, su risa resonó en mi mente, como un eco de mis propios miedos y como si supiera acerca de mi conexión con Lucas.

Ahora, más que nunca, sentía que debía proteger a Lucas, aunque la distancia y el destino parecieran conspirar en su contra. La noche se volvió más oscura, y el peso de mis pensamientos se convirtió en una carga que debía llevar.

Al llegar a nuestra casa, encontré a Paulo junto a los demás vampiros riendo. Al verme, me saludó emocionado, pero solo mi gesto hizo saber que nada estaba bien. Siguiéndome a mi cuarto, me interrogó y no pude contener más lo que ocultaba.

Al contarle el horrible sueño, él solo asintió, y su mirada cambió a una expresión sombría pero intimidante. Lo que me dijo fue:

—Sabía que no debías dejar pasar el hecho de que cuando te dije que le borraras la memoria a Lucas, no lo hayas hecho. Sabía que estaba mal.

En ese momento, me congelé. Pensé que él no se había enterado; no se lo había dicho a nadie.

—Ya ves por qué te dije que le borraras la memoria. Ahora estamos en peligro. Lo peor del caso es que ya no hay vuelta atrás. Arriesgaste a un ser humano y toda nuestra ciudad de vampiros. Hay que estar alerta desde ya.

La gravedad de sus palabras me golpeó como un mazo. La conexión con Lucas, que había creído un vínculo de esperanza, ahora se convertía en una amenaza para todos nosotros. La risa de mis compañeros vampiros resonaba en mis oídos, pero ya no podía escucharla. Solo el eco de las advertencias de Paulo llenaba mi mente.

La tensión en la habitación era palpable. Paulo se acercó, su rostro tan serio que cada palabra que pronunciaba parecía un decreto.