Me encontraba nerviosa y frustrada. Sentía la decepción en Paulo, y no sabía qué hacer. Hasta que Paulo resopló y dijo:
—Si decides protegerlo, debemos prepararnos. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Hay que encontrar una forma de mantenerlo a salvo, incluso si eso significa enfrentarnos a nuestros propios.
Sus palabras resonaron en mi mente como un llamado a la acción. La idea de quedarme pasiva mientras Lucas corría peligro era insoportable. Necesitaba hacer algo, y rápido.
—¿Cómo lo hacemos? —pregunté, tratando de mantener la calma, aunque el pánico comenzaba a asomarse.
Paulo se quedó pensativo por un momento, sus ojos recorriendo la habitación como si buscara respuestas en las sombras. Finalmente, habló:
—Primero, necesitamos información. Debemos averiguar qué sabe el antiguo vampiro sobre Lucas y su conexión contigo. Si hay otros vampiros que están al tanto, debemos estar un paso adelante.
Asentí, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir en mis venas.
—¿Y si tenemos que enfrentarnos a ellos? —pregunté, sintiendo que la tensión aumentaba.
—Entonces, estaremos listos. No podemos permitir que nos atrapen desprevenidos. Pero primero, necesitamos un plan.
Paulo comenzó a trazar un esquema en la mesa, dibujando líneas y círculos que representaban a los vampiros y sus posibles movimientos. Mientras lo observaba, una idea comenzó a tomar forma en mi mente.
—Podríamos utilizar el castillo de Layla como punto de encuentro. Si puedo conectarme con Lucas a través de mis sueños, tal vez podamos diseñar una estrategia desde allí.
Paulo levantó la vista, sus ojos brillando con interés.
—Eso podría funcionar. Si puedes entrar en su mente, podrías advertirlo sobre el peligro y coordinar un encuentro. Pero debes ser cuidadosa. Los sueños son un terreno inestable, y no todos los vampiros son tan comprensivos como nosotros.
La realidad de la situación me golpeó de nuevo. La idea de entrar en el mundo de los sueños era aterradora, pero el amor por Lucas me daba la fuerza necesaria para enfrentar mis miedos.
—¿Cómo puedo hacerlo? —pregunté, sintiendo que la determinación se apoderaba de mí.
—Necesitas concentrarte en él antes de dormir. Visualiza el castillo y su conexión contigo. Permítete sentir lo que sientes por él. Eso debería abrir un canal que te permita comunicarte.
Asentí, sintiendo que la esperanza comenzaba a florecer en medio de la incertidumbre.
—¿Y tú? ¿Qué harás mientras tanto?
—Estaré vigilando. Prepararé a los demás vampiros para cualquier eventualidad. Si alguien se entera de la conexión, debemos estar listos para actuar.
La seriedad de su respuesta me hizo sentir el peso de la responsabilidad. No solo estaba en juego mi relación con Lucas, sino también la seguridad de nuestra comunidad.
—Gracias, Paulo —dije, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza—. No sé qué haría sin ti.
—No te preocupes por eso. Solo asegúrate de que Lucas esté a salvo. Ahora, ve a prepararte. La noche se acerca, y debemos actuar antes de que sea demasiado tarde.
Con una última mirada, salí de la habitación, sintiendo que cada paso me acercaba a la resolución. Sabía que el camino sería peligroso, pero estaba lista para enfrentar cualquier sombra que se interpusiera entre Lucas y yo.
Al llegar a mi habitación, me senté en la cama y cerré los ojos, tratando de calmar mi mente. Visualicé el castillo de Layla, sus torres altas y sus muros de piedra, y en el centro, imaginé a Lucas, su sonrisa iluminando la oscuridad.
—Voy a encontrarte —susurré, dejando que el deseo y la determinación fluyeran a través de mí.
Con cada respiración, sentí que el vínculo entre nosotros se fortalecía, y la conexión que había temido se convirtió en mi única esperanza.
La noche caía, y con ella, la promesa de un nuevo encuentro.
Por más que intentaba comunicarme con Lucas, no podía. Me concentraba en su sonrisa, en esos momentos hablando, pero no lo lograba. Estaba totalmente desesperada, intentando hasta lo más mínimo. No volví a tener esos sueños, y el vampiro que vi no volvió a aparecer. Me sentía estancada, atrapada en un ciclo de frustración.
Paulo y Layla intentaban calmarme, pero sus palabras se deslizaban por mis oídos como un susurro lejano. La culpa me consumía. Era mi responsabilidad proteger a Lucas, y sentía que estaba fallando en mi misión.
—¿Qué pasa? —preguntó Layla, su voz suave y tranquilizadora.
—No puedo conectarme con él —respondí, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar—. Cada vez que cierro los ojos, todo lo que veo son recuerdos, pero no puedo llegar a él.
Paulo se acercó, colocando una mano en mi hombro.
—A veces, la mente puede ser un lugar complicado. No siempre podemos forzar una conexión. Tal vez necesites un descanso.
—¿Un descanso? —Repliqué, sintiendo que la desesperación se convertía en ira—. ¡No puedo darme el lujo de descansar! Lucas está en peligro, y es por mi culpa.
Layla se acercó y me miró a los ojos.
—Escucha, no puedes cargar con todo el peso del mundo. Si no puedes conectarte ahora, tal vez necesites cambiar tu enfoque. En lugar de intentar forzar la conexión, relájate y deja que las cosas fluyan.
Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme. Sus palabras resonaban en mi mente, pero la ansiedad seguía latente.
—¿Y si algo le pasa mientras tanto? —pregunté, sintiendo que la angustia me ahogaba.
—No te culpes a ti misma —dijo Paulo—. Estás haciendo lo mejor que puedes. A veces, la solución llega cuando menos lo esperamos.
Decidí darles una oportunidad. Me alejé de la presión de intentar conectarme con Lucas y traté de centrarme en el presente. Pasé el día con Paulo y Layla, ayudando a preparar defensas y estrategias en caso de un ataque. La actividad me distrajo, y aunque la preocupación por Lucas nunca desapareció, sentí que el peso de la culpa comenzaba a aligerarse un poco.