Beso de media noche

CAPITULO 9

Hablé con Paulo y Layla acerca de reforzar las barreras del castillo. Les conté todo lo que había sucedido en aquel sueño aterrador, la advertencia de la chica bañada en sangre y la sensación de inminente peligro que me había invadido.

—No podemos quedarnos de brazos cruzados —dije, mi voz firme—. Si lo que vi es una señal de lo que está por venir, necesitamos prepararnos.

Paulo asintió, su expresión seria.

—Tienes razón. No podemos permitir que nada nos tome por sorpresa. Las barreras deben ser más fuertes, y debemos estar listos para cualquier cosa.

Layla, con su mirada decidida, añadió:

—Podemos usar los antiguos rituales de protección. He estado investigando y creo que podemos combinar nuestras energías para crear un escudo más poderoso.

Sentí que el miedo comenzaba a disiparse, reemplazado por un sentido renovado de propósito. Esta vez, estaba convencida de que el miedo era lo primero en derrumbarte, y no iba a dejar que eso me sucediera. Me llené de valor y fuerzas, recordando que no estaba sola en esta lucha.

—No permitiré que dañen a mis amigos —afirmé con determinación—. Estoy lista para luchar, y haré lo que sea necesario para protegerlos.

Paulo sonrió, su confianza contagiosa.

—Eso es lo que necesitamos. Juntos, somos más fuertes.

Comenzamos a planear. Reunimos los materiales necesarios para los rituales y nos dirigimos a la sala del consejo, un lugar donde la energía del castillo era más intensa. Mientras preparábamos todo, una sensación de unidad y determinación llenaba el aire.

—Recuerda, no solo estamos protegiendo el castillo, sino también a nosotros mismos —dijo Layla mientras trazaba símbolos en el suelo—. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en esto.

Con cada palabra, sentía que el poder de nuestra conexión crecía. Nos unimos en un círculo, nuestras manos entrelazadas, y comenzamos a canalizar nuestras energías. La sala se iluminó con una luz brillante, y las sombras parecieron retroceder, temerosas de nuestra determinación.

—Juntos, invocamos la protección de los antiguos —dije en voz alta, sintiendo cómo la energía fluía a través de nosotros—. Que nuestras barreras sean fuertes y resistentes.

La luz se intensificó, y un escudo invisible comenzó a rodear el castillo. Era como si una ola de energía nos envolviera, dándonos fuerza y coraje.

Cuando finalmente abrimos los ojos, el ambiente había cambiado. Las sombras ya no parecían tan amenazantes, y la sensación de peligro se había atenuado, aunque sabía que no debíamos bajar la guardia.

—Estamos listos —dijo Paulo, su voz llena de confianza—. Ahora, lo que venga, lo enfrentaremos juntos.

Con el corazón latiendo con fuerza, supe que estábamos preparados para lo que se avecinaba. Esta vez, no me quedaría de brazos cruzados. Lucharíamos por lo que amábamos, y no permitiríamos que el miedo nos detuviera.

—¿Muy juiciosos mejorando las defensas? —La chica apareció de nuevo, con una arrogancia desbordante, y se sentó en la silla a un costado de mi cama. Su presencia era como un escalofrío que recorría la habitación.

—Lindo cuarto... disfruta mientras puedas... —dijo, una risa burlona escapando de sus labios—. Puede que los que amas sufran...

Su risa resonó en mis oídos, llenando el espacio con una sensación de desesperación.

—Ya te dije, todo está escrito. Recuerda no arrepentirte de tus acciones... La noche está cerca. Tic tac, tic tac...

De repente, me desperté acelerada, el sonido del reloj marcando el paso del tiempo como un recordatorio constante de la inminente amenaza. Las lágrimas caían por mis mejillas, y sentí cómo el miedo regresaba, envolviéndome en su abrazo helado. Intentaba no temer, pero algo dentro de mí me recordaba la advertencia de la chica.

Me senté en la cama, respirando profundamente para calmarme. La oscuridad de la habitación parecía más densa, como si las sombras estuvieran conspirando contra mí. Miré el reloj, que seguía marcando el tiempo, cada segundo resonando como un latido de advertencia.

—No puedo dejar que esto me controle —murmuré para mí misma, secándome las lágrimas. Recordé la fuerza que había sentido al unirme a Paulo y Layla, la determinación de luchar por aquellos que amaba.

Me levanté de la cama, decidida a no dejar que el miedo me paralizara. Sabía que debía actuar. La advertencia de la chica resonaba en mi mente, pero no podía permitirme rendirme.

Salí de mi habitación y me dirigí hacia el salón, donde sabía que mis amigos estarían. Necesitábamos unir fuerzas nuevamente, discutir lo que había sucedido y prepararnos para lo que estaba por venir.

Al llegar, encontré a Paulo y Layla hablando en voz baja, sus rostros serios.

—Chicos, necesitamos hablar —dije, mi voz firme a pesar del miedo que aún latía en mi pecho—. La chica ha vuelto y su mensaje es claro. La noche está cerca, y no podemos bajar la guardia.

Paulo me miró, su expresión de preocupación transformándose en determinación.

—Lo sabemos. También hemos sentido que algo se aproxima. Debemos estar listos para enfrentarlo.

Layla asintió, su mirada fiera.

—No dejaremos que el miedo nos controle. Juntos, podemos superar cualquier cosa.

Sentí que la esperanza comenzaba a florecer en mi interior. A pesar de la amenaza que se cernía sobre nosotros, teníamos el poder de luchar. La noche podía estar cerca, pero nosotros también estábamos listos para enfrentarlo.

Me dirigía hacia el establo, y al cruzar aquella puerta, sentí como si algo me teletransportara a otra época. De repente, me encontré en los asientos traseros de un auto, viajando junto a mis padres. Cantábamos algo poco audible, riendo y disfrutando del momento.

Íbamos por una carretera rodeada de árboles, todo era alegría hasta que, de repente, algo golpeó abruptamente el auto. La sensación fue devastadora; el vehículo comenzó a dar vueltas, y el mundo se transformó en un torbellino de luces y sonidos.



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En el texto hay: vampiros, romace, juvenil

Editado: 24.03.2025

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