Cuando finalmente desperté, la luz tenue del amanecer se filtraba a través de las cortinas, creando sombras danzantes en la habitación. Mi cuerpo estaba pesado, como si hubiera estado sumido en un profundo sueño. Al abrir los ojos, allí estaba ella, a mi lado. Su presencia era tormentosa, irradiando un misterio que me envolvía como una niebla espesa.
Su mirada era intensa, los ojos brillando con una mezcla de preocupación y algo más, algo que no podía descifrar. Sentí un escalofrío recorrerme al recordar el dolor que había sentido, el abismo al que había estado a punto de caer.
—¿Qué… qué fue lo que me sucedió? —logré preguntar, mi voz rasposa y temblorosa. La confusión me invadía, y mi mente trataba de reconstruir los fragmentos de lo que había pasado.
—Estuviste a punto de cruzar al otro lado —respondió, su voz suave pero cargada de un eco profundo que resonaba en mi pecho—. Pero no te dejé ir.
—¿Por qué estoy vivo? —insistí, la incredulidad apoderándose de mí—. Pensé que había muerto…
Ella inclinó la cabeza, una sonrisa en sus labios que no alcanzaba a iluminar sus ojos. Era un gesto enigmático, como si guardara secretos que no estaba dispuesta a revelar.
—A veces, la vida se aferra a nosotros de maneras inesperadas —dijo, su tono casi filosófico—. Y hay quienes tienen el poder de decidir quién se queda y quién se va.
La tensión en el aire era palpable, y a medida que sus palabras se deslizaban hacia mí, sentí que la realidad se desdibujaba. ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué poder tenía ella sobre mi vida y mi muerte?
—¿Quién eres realmente? —pregunté, sintiendo una mezcla de temor y fascinación.
—Soy solo una guía en la oscuridad —respondió, su voz un susurro que me envolvía—. Y tú, querido Lucas, estás destinado a más de lo que imaginas.
Mientras la miraba, comprendí que había mucho más en ella de lo que parecía. Su presencia era un enigma, un laberinto en el que me sentía perdido y al mismo tiempo atraído.
—¿Qué significa eso? —pregunté, deseando profundizar en el misterio que era ella.
—Significa que tu viaje apenas comienza —dijo, su mirada fija en mí, como si pudiera ver más allá de mi ser, hasta lo más profundo de mi alma—. Y yo estaré aquí, a tu lado, para guiarte.
El aire se volvió denso entre nosotros, cargado de promesas y secretos. Sabía que mi vida había cambiado para siempre, y que la tormenta que era ella había llegado para quedarse.
Ella me había estado explicando todo sobre los problemas que teníamos con un grupo proveniente de la ciudad de al lado, Bequer. Según sus palabras, eran cazadores implacables, decididos a acabar con todas las manadas de vampiros, incluidas las de mi actual ciudad. La amenaza era real y palpable, y me dijo que debía estar resguardado, que mi vida dependía de ello.
A medida que pasaron los meses, su presencia se volvió un pilar en mi nueva realidad. Junto a ella y otro grupo de vampiros, comencé a aprender técnicas de defensa. Cada entrenamiento era un desafío, pero también una revelación. Aprendí a manejar mi fuerza, a controlar mis instintos, y a canalizar el poder que había estado dormido dentro de mí.
Lo más sorprendente fue descubrir que tenía una habilidad especial: jugar con la mente de los demás. Ella me explicó que, según los antiguos, esa era mi especialidad. La idea de manipular pensamientos y emociones me parecía una locura, pero a medida que practicaba, empecé a entenderlo. Era como si una parte de mí, que había estado oculta, comenzara a despertar.
Recuerdo las noches en las que me sentaba a practicar, rodeado de la oscuridad y el murmullo del viento. Concentrándome, podía sentir las corrientes de energía que fluían a mi alrededor, y poco a poco, aprendí a tejer ilusiones en las mentes de mis compañeros. Era un poder intoxicante, y aunque me asustaba, también me llenaba de una nueva confianza.
Solo pensar en que ya no era aquel chico que tenía miedo a morir era un avance monumental. La vida que había conocido, llena de inseguridades y temores, parecía lejana. Ahora, estaba en una lucha constante, no solo por sobrevivir, sino por encontrar mi lugar en este nuevo mundo.
Ella siempre estaba a mi lado, guiándome con su sabiduría y su misterio. A veces, en medio de las lecciones, me miraba con una intensidad que me hacía sentir que había más en juego de lo que podía ver. ¿Qué era lo que realmente buscaba? ¿Qué secretos guardaba sobre su propia existencia y la amenaza de Bequer?
Aunque la locura de mi nueva vida me asustaba, también me emocionaba. Estaba aprendiendo a ser más que un simple sobreviviente; estaba empezando a convertirme en un guerrero.
Una noche, mientras entrenaba en la oscuridad, algo cambió. De repente, me encontré sumido en un sueño inquieto, y en medio de la penumbra, escuché una voz familiar que resonaba en mi mente. Era suave, pero cargada de urgencia.
—Lucas... necesito saber dónde estás. Te necesito...
Desperté de golpe, empapado en sudor, el corazón latiendo con fuerza. Esa voz, la conocía de alguna parte, pero no podía recordar de dónde. Era como un eco de un recuerdo perdido, una melodía que había estado atrapada en las sombras de mi mente.
No quise decirle a nadie sobre ese susurro. La resonancia de esas palabras me inquietaba. Aquella voz era un hilo que me conectaba con algo más grande, algo que no comprendía del todo. Me sentía atraído hacia ella, como si su presencia fuera un faro en medio de la tormenta que era mi nueva vida.
Mientras intentaba calmar mi respiración, no pude evitar pensar en lo que significaba. ¿Quién era realmente la dueña de esa voz? ¿Por qué su voz me afectaba de esa manera? ¿Y qué significaba que me necesitara? La confusión me envolvía, pero también había una chispa de determinación.
El eco de aquella voz persistía, tan dulce como el recuerdo de un hogar perdido, y tan peligroso como un enemigo invisible. La mencioné a Agatha una tarde, fingiendo que era solo una perturbación. Ella, con su intuición helada, no se dejó engañar.