Prologo
New York,
Dean
La ansiedad se estaba apoderando de mi cuerpo y tarde en darme cuenta que el temblor que sentía provenía de mi pierna que inquieta golpeaba sin parar la superficie.
—No sé como me convenciste de venir —le dije a mi amigo, que sin prestarme atención miraba la casa de su maestra de derechos civiles— vas a meterte en problemas, ambos nos meteremos en problemas, y yo no puedo meterme en problemas.
—No quiero matarla, ni hacerle daño, solo quiero darle un susto —aseguro a la vez que sacaba otro cigarrillo de la caja, lo coloco en su boca y encendió, luego de exhalar el humo agrego: —Si no quieres hacerlo es mejor que te bajes.
—Ya estoy aquí no te dejare hacer esto solo —busque en el tablero del auto el reloj y según la hora ya debía de haber llegado, así que pregunte: —¿no debería haber llegado ya?
—Debe haber trafico —Me dedico una mirada de hastió, por lo que opte por acomodarme en mi asiento y cerrar la boca.
Volví a repetir para mis adentros que solo quería darle un susto, una y otra vez, era consciente de que Miles había planeado de forma metódica su venganza. Días antes le había seguido el paso después de clases para saber de su rutina, donde vivía y a qué hora arribaba a su hogar regularmente. Cualquiera pensaría que mi amigo tiene serios problemas, pero yo que lo conozco sé que tiene los motivos suficientes para comportarse como un psicópata desquiciado.
—Ese es su auto —Volví a ponerme en alerta, y vi el auto que se detenía frente a la casa. Le alcancé el pasamontaña a Miles y nos lo pusimos rápidamente, luego encendió el motor del auto sin encender las luces. —Es hora.
La mujer se bajó de su auto y cerró la puerta del chofer, hablaba por teléfono por lo que no noto nuestra presencia, rodeo su auto en dirección al maletero. Ese era el momento.
—Ya hazlo rápido —le dije y sin titubear acelero su auto en su dirección.
El plan era pasar muy cerca de ella, como si fuera a atropellarla. El margen de error de este plan era demasiado, ya que cualquier paso en falso significaría acabar con su vida.
Miles echó a andar rápidamente sobre el pavimento en su dirección, había agarrado una velocidad considerable y estábamos a escasos centímetros cuando ambos nos dimos cuenta que desde la puerta de atrás bajo una pequeña niña, movió el volante en un intento de esquivarla a la vez que las ruedas derrapaban para detenerse.
—¡Fena! —grite con la esperanza de que el auto se detuviera enseguida.
Pero fue demasiado tarde. Un golpe seco inundo el silencio que había dentro del auto, ambos nos sacamos el pasamontaña y escuchamos gritar a la mujer. Mi corazón parecía querer salir disparado de mi pecho, ya era demasiado tarde habíamos pasado a llevar a la niña.
—Mierda, la mate —dijo Miles tomándose la cabeza con ambas manos. Ahora si estaba en problemas.
Ambos estábamos en problemas.