"La Bienvenida"
Arlette
Es increíble que me haya investigado, aunque no lo culpo, también lo hubiera hecho si una persona extraña hubiera llegado a vivir a mi casa. En cuanto menciono a mi padre casi se me salen los pulmones por la boca, creí por un momento que también mencionaría las estúpidas fotos ante toda su familia y su amigo en la cena. Eso hubiera sido horrible y hubiera hecho que todos tomaran sus teléfonos y buscaran lo que el detestable de Miles les había informado, los pude ver juzgándome y mandándome devuelta a Francia.
El mayor miedo de este viaje se volvía realidad, todos enterados de lo que ya había dejado atrás. —escribí en la primera hoja de mi diario de este viaje en cuento estuve a salvo en mi habitación de los ataques de Miles.
No me quedo de otra que ir en su búsqueda luego de la cena, necesitaba que supiera que no era tan importante como el creía, intentar que no lo siguiera divulgando antes de que hiciera de mi gran experiencia en Nueva York una pesadilla.
Sé que Miles también oculta algo.
Cuando aceptaron mi traslado a Columbia, encontraron enseguida una familia que podía recibirme, lo que es difícil considerando que mi solicitud estaba totalmente fuera de plazo y que los edificios que residen estudiantes estaban a su capacidad máxima.
Además, por qué otra razón la familia de Miles, con todo el dinero que parecen tener estarían buscando alojar estudiantes.
Me desperté cuatro veces durante la noche, mi sueño no había sido reparador y empezaba a sentir las consecuencias del jet lag sobre mi cuerpo. Desperté en cuanto la alarma de mi mesa de noche sonó. Abrí los ojos y una extraña sensación recorrió mi cuerpo cuando me di cuenta que no estaba en mi habitación, reconocí el lugar y salí de mi cama con dos ladrillos atados a mis pies hacia el baño de mi habitación. La madre de Miles se había preocupado de todo para hacerme sentir cómoda, no solo había redecorado y amueblado la habitación que era de su hija mayor, también, había equipado el baño con todo lo que pudiera necesitar, como: tenía toallas limpias, un cepillo de dientes y de pelo, secador e incluso shampoo y acondicionador para lavar mi cabello, cosas que no pensé necesitar cuando arme las maletas.
Me metí a la ducha y el agua sobre mi cabeza arrastro gran parte de mi cansancio. Cuando estuve lista, me envolví en una toalla, sequé mi pelo frente al espejo y volví a mi habitación en busca de ropa, me coloqué un vestido negro que se ajustaba a mi cuerpo, pantimedias para cubrir mis piernas, zapatillas y un blazer largo para el frio, por último, delineé mis ojos y encrespé mis pestañas para quitarme la cara de sueño que aun llevaba.
Salí de mi habitación y en cuento me volteé de haber cerrado la puerta una sombra hizo mi corazón saltar.
—¡Merde! —dije del susto.
—No tengo idea de lo que dijiste, pero podría apostar de que fue una mala palabra —menciono Dean por mi expresión —perdón por asustarte venía a ver si estabas lista para irnos a Columbia.
—Sí, estoy lista.
—Genial, entonces ya podemos irnos —se me adelanto energético. Miré hacia la puerta de la habitación de Miles.
—¿Miles no nos acompañara? —le pregunte.
—Ya se fue, no le gusta tomar el metro y le pidió al chofer de su padre que lo llevará —me explico. —¿Vamos? —asentí y lo seguí escaleras abajo. Cuando llegamos a la puerta principal mis tripas sonaron y detuve mi marcha.
—Un momento, ¿no tomaremos desayuno? —le pregunte, se me apetecía un café bien cargado para empezar mi día.
—Oh, esperaba llevarte a desayunar cerca del campus —dijo con timidez —sí no quieres, podemos tomar aquí.
Dean tiene una personalidad totalmente opuesta a la de Miles, por lo que me podía permitir bajar la guardia sin la presencia de su odioso amigo.
—Claro que no, me encantaría conocer ese lugar —dije con entusiasmo para devolverle su confianza, y sentí mis tripas rugir en protesta.
Camine junto a Dean un par de cuadras hasta llegar a la estación de trenes de Plandome. Compro un boleto para él y para mí, además de un mapa con las estaciones de Nueva York.
Ya sentados en el tren, saco el mapa y un marcador de su mochila, trazo y encerró las estaciones importantes. Estaba siendo muy amable conmigo, no solo por llevarme hasta campus, también porque le interesaba que, si alguna vez tenía que hacer este viaje por mi cuenta no me perdiera, y eso era muy dulce.