A lo lejos le observé, caminando entre la penumbra en mi dirección. El largo pasillo de la universidad estaba completamente solo debido al horario de clases y los baños se encontraban un poco alejados de mi salón. En cuanto sus ojos café claro brillaron de entre la poca luz que nos rodeaba supe que algo no estaba bien. Aquello sólo podía ser una mala jugada del destino. Me molestaba tener que coincidir con él, la personalidad de David no era de mi agrado y su sola presencia me ponía los pelos de punta, puedo expresar con certeza que era el muchacho más despreciable que conocí por aquellos tiempos.
A medida que nos acercábamos él bloqueaba mis pasos y aquello no me fue extraño, siempre que podía y tenía la oportunidad, su mejor pasatiempo era fastidiar mi existencia.
-Idiota -dije entre murmullos.
¿Perdón?
Disculpa pensé en vos alta, le contesté sarcástica.
Él sonrió aturdido y por un momento guardó silencio.
-¡Mírate estas muriendo de nervios! -exclamó.
-¿Yo? -pregunté sintiéndome tonta por no saber que más decir.
-Que pregunta más ridícula ¿Acaso vez a alguien más por aquí?
-Él único ridículo eres tú. ¿Me das permiso? - Pregunté sosteniéndole la mirada.
-Por supuesto -contestó - ¿Acaso crees que me gusta estar parado frente a niñitas como tú? -su tono de voz era desafiante.
-Entonces apártate, eres quien estropea el camino ¿Te das cuenta? ¿O es que a los tipos como tu los fabricaron faltos de cerebro?
Su mirada se tornó aún más seria de lo que ya estaba y me rodeo con ambos brazos, mi espalda pegada a la pared me mantuvo incómoda.
-Vaya te crees más lista que yo -expresó bastante molesto por mi comentario.
-Quítate, no te atrevas a ponerme un dedo encima -le advertí, después de sentir su rostro demasiado cerca del mío.
-¿Piensas que voy a intentar besarte? No seas ilusa las niñas aburridas como tú, no caben en mi lista.
-Eres un idiota -le dije empujándolo fuerte para salir de su agarre.
David se mudó al vecindario cuando aún estábamos en la secundaria fuimos al mismo colegio un par de años, pero jamás nos soportamos. Luego también nos encontramos en la universidad y la historia fue la misma. Llevábamos unos cuatro años aproximadamente de una muy mala relación como vecinos y como compañeros. Él era demasiado arrogante y engreído, se la pasaba todo el tiempo con Noel y juntos eran más que insoportables.
-Amiga no soporto las majaderías de David, me tiene cansada -le comentaba a Luisa después de relatarle el enfrentamiento que había tenido con él segundos atrás.
-No le hagas caso, David siempre se cree el más listo y quiere burlarse de todos -me dijo ella mientras colocaba sus cuadernos en el interior de su bolso.
-Lo sé, es el chico más fastidioso que he conocido en toda mi existencia -le respondí girándome para quedar frente a ella.
-¡Y el más guapo! -exclamó haciendo una mueca medio alocada.
-En realidad no sé qué le ves de guapo es un muchacho común y corriente como todos aquí -le contesté alejándome unos centímetros de ella.
-Pero es la verdad, tu sabes que cualquiera aquí daría todo por andar de la mano de ese fastidioso que tu mencionas y me incluyo en la lista -expresó mientras se acercaba para tomarme del brazo y encaminarnos a nuestra próxima clase.
-Cualquiera hasta tú, no obstante a mi exclúyeme de esa lista -le dije y avanzamos perdiéndonos entre la multitud de estudiantes de la universidad.
Luisa tenía cierto grado de razón, David a sus veintidós años era muy atractivo, pero no servía de mucho cuando una capa de arrogancia cubría su ser. Definitivamente nunca podría encajar con una persona que se cree más que los demás sólo por tener cierto nivel de popularidad, no tenía que ser una experta para darme cuenta que era de esas personas que se dejan llevar por el físico y lo material dejando de lado la verdadera belleza, esa que se lleva en el interior.
A mis diez y nueve años yo era una joven como cualquier otra a pesar de haber sido tachada como la niña aburrida de todos los tiempos desde que estábamos en la secundaria simplemente porque prefería quedarme en casa a leer un buen libro antes que ir a una fiesta a la que seguramente todos iban incluso mi única mejor amiga.
Luisa era mi confidente y mi cómplice en todo lo que sé me ocurría, no lograba entender la fortuna de tenerla en mi vida. Ella era completamente distinta a mí, le gustaban las fiestas y relacionarse con mucha gente. A pesar de llevarse bien con casi todos, era muy determinada a la hora de contar sus cosas y si de algo estaba segura era de que nadie sabía sobre su vida más que yo. Nos conocimos cuando entramos en la secundaria, pero cada una pertenecía a diferentes grupos del salón ella se la pasaba con las niñas coquetas y alegres, en cambio yo era integrante del grupo donde las chicas se la pasaban en reuniones para hacer las tareas y comparar sus trabajos.