Eran cerca de la 8:00 p.m. la noche estaba fría y las calles solitarias. Parecía que los vecinos no querían salir de sus casas y mis padres se encontraban terminando unos reportes para el trabajo, mi hermano Olvin estaba en otra cuidad estudiando una maestría. Luisa y yo estábamos disgustadas por lo mismo de siempre su relación con Noel. Allan no había podido venir a visitarme porque tenía trabajos de la universidad que terminar.
Las pocas escaleras que conducían al pórtico de mi casa parecían un buen lugar para pensar, sin dudarlo tomé asiento y de pronto la brisa helada me hizo estremecer cada parte de mi cuerpo, quise entrar en mi casa pero me detuve; en ese momento él se sentó junto a mí no supe cómo llegó hasta ahí lo cierto es que me sorprendió demasiado, tanto que no supe que decir.
—Está muy helado aquí afuera —dijo con su vos fuerte y varonil. Giré mi rostro para encontrarme con el suyo, mi grado de sorpresa no me dejaba contestar.
—Tranquila no digas nada si no quieres —me sugirió.
Tomó su suéter y lo colocó sobre mis hombros como para apaciguar el frío que mi cuerpo sentía. Cuando pude reaccionar en un sobresalto me puse de pie.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
—Iba por el otro lado de la calle y me llamó la atención verte tan sola y desabrigada —respondió
— ¿Está todo bien? —interrogó
—... Si claro todo perfecto, de hecho estaba por entrar —le respondí.
—Sí entra, estas muy desabrigada y la brisa helada puede resfriarte —me dijo.
En ese momento me dirigí hacía la puerta posando mi mano en el pomo de hierro frío y girando mi cabeza hacia él para verlo ahí parado a unos pasos de mí.
No supe como llegué hasta mi habitación, aquella escena me había dejado impactada y no sabía por qué. De pronto sentí cargar algo que no era mío, claro su suéter impregnado del agradable aroma a loción de hombre lo inhalé por unos segundos y lo dejé sobre mí cama. Aquello no era normal y por un momento me asusté pensando que nada era real, pero aquella prenda decía lo contrario. David y yo nos aborrecíamos tanto que nunca imaginé un gesto tan lindo de su parte, es más nunca pensé que un día me dirigiría la palabra y mucho menos que se portaría tan amablemente. Ahora debía devolver aquel suéter antes de que Luisa se diera cuenta que lo tenía en mi poder, seguro no dejaría la bobada y las ganas de molestarme cada vez que tuviera oportunidad, así era ella única e incansable. La extrañaba tanto no soportaba estar disgustada con ella.
En ese momento tomé mi celular y le llamé.
— ¡Hola! —Mencionó su suave voz al otro lado del celular.
— ¿Aún estas molesta conmigo? —pregunté.
—Descuida ya se me pasara —respondió.
—Tengo algo que contarte, ¿Estás en casa? —interrogué.
—Voy llegando andaba en el cine con Noel, si quieres te veo en un rato.
—Ven a quedarte conmigo, me haces mucha falta.
—Está bien, déjame le digo a mi madre y tomo mis cosas, te marco cuando este abajo. Te quiero.
—Eres la mejor, aquí te espero.