Besos Azucarados

Capítulo 15

Después de aquella tarde de platica con David una nueva parte de mi había sanado, me di cuenta que ya podía mencionar a Allan sin tener que llorar.

Habían sido días difíciles, para mis padres, para mi mejor amiga, para mi e incluso para quien menos imaginé.

Noel vino a visitarme algunas veces en compañía de Luisa y fue así como poco a poco fue ganándose mi confianza y de pronto me dejó ver que no era quien yo pensaba, tenía un concepto bastante erróneo sobre ambos quizá porque ellos también eran mejores amigos aun así jamás me mencionó nada en relación a David. Era como si él tampoco hubiera estado enterado de los sentimientos de su mejor amigo hacía mí.

Ir a la universidad comenzó a parecerme una de mis actividades favoritas. Mónica se mudó de ciudad y cuando Tania quedó sola Luisa y yo la adoptamos en nuestro grupo de dos, de ese modo pasamos a ser tres, todos decían que yo estaba bastante cambiada; me involucraba más en las actividades de la universidad y en las de nuestra pequeña ciudad. De vez en cuando iba a las fiestas que preparan en honor a algunos cumpleañeros. Incluso estuve feliz con una pequeña velada que organizaron David y Luisa para mis veinte, donde me la pasé bailando la mayor parte del tiempo con mi enamorado.

Pocos días después viajé a la ciudad de donde era Allan, ya había pasado un año de su muerte y se oficiaría una misa en su honor donde yo quería estar presente, sus padres fueron igual de amables y corteses que cuando los conocí. Me invitaron a quedarme en casa de ellos en la misma habitación en donde me había dormido con Allan por dos semanas, aquel lugar estaba lleno de nuestros recuerdos, de nuestra historia y de nuestro amor. Aún podía verlo juguetear conmigo en todo momento, hacerme bromas indefensas y sobre todo amarme como solo él sabía hacerlo; sí que lo extrañaba, pero me estaba acostumbrando a vivir sin él a no verlo nunca más y a entender que así me encerrara en mi habitación mil años para no volver a enamorarme Allan no iba volver a la vida.

Llevé flores al cementerio y le expresé todo aquello que me hubiera gustado que supiera si aún estuviera a mi lado. Lo dejé ir por completo y le prometí en su tumba que iba a tratar de amar de la misma forma como él me amó y que intentaría mantener viva en mi la chispa de la alegría aun cuando mis días fueran los más difíciles. Ese día antes de regresar a mi ciudad fui a todos los lugares que él me enseñó, caminé por las calles rodeadas de árboles, y compré su café favorito en su cafetería favorita. Hubo momentos en los que sentía una sensación extraña en mi garganta, un hueco profundo en mi estómago y muchas ganas de llorar, lo hice cuando fue necesario para quedar liberada por completo. Fue mi manera de dejarlo ir por siempre y de cerrar el círculo que aún estaba abierto y que no me permitía entregarme por completo a un nuevo amor como el que David me ofrecía.


 


 



#39880 en Novela romántica

En el texto hay: besos, romance, amor

Editado: 03.05.2019

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