Besos Azucarados

Capítulo 11 Una canción sin alegría

Muchas veces los recuerdos del pasado suelen ser nuestros peores enemigos 

La vida da muchas vueltas, una de ellas es hacerle saber que siempre hallará la marca de su propia condena, y ese infierno mental que pasa de solo observar una y otra vez la avenida, una y otra vez la mira fija como si en ella las respuestas de su vida se encontraran. Acelera el auto pensando que todo el resentimiento va a estar hacia una sola persona.

Acelera aún más el auto observando lo que alguna vez llamo casa, observa como las olas embravecidas por la tormenta que se avecina. Se apea a las orillas del portón bajando de inmediato. Prácticamente corre hasta entrar a la casa encontrando a su madre tomando una taza de té.

Sin esperar nada a cambio prefiere subir y así evitar una terrible discusión, sin embargo, logra escuchar su voz.

— Hasta que te dignas a llegar, ¿Qué tanto hacías? —la mujer cruza su pierna y espera, no obstante, sin importarle que su hijo responda o no sigue—déjame ver si adivino, mi querido hijo estaba ingiriendo alcohol, o ¿estabas cantando como siempre? Total, eso es lo mejor que sabes hacer.

— Lo que haga o deje de hacer no debe importarte.

— Te equivocas, ¿crees que no me importo que ayer llegaras completamente ebrio?  Me importa mucho porque…

— ¡¿Por qué?! No seas tan falsa y venenosa—baja las escalinatas y se acerca a ella— Margaret, te conozco, no trates de manipularme, no puedo creer que tu seas mi madre una completa nefasta.

La mujer al escuchar cada una de las palabras de su único hijo varón, palabras de desprecio levanta su derecha asestándole un golpe en su mejilla mirándolo fijamente.

— Puedes pegarme todo lo que quieras, pero este día te quedara grabado todo lo que siento por ti “madre”. Te odio por ser quien nos alejó de una vida buena, todo te parecía color de rosa por tener tres hijos a los cuales podías utilizar como mercancías ¿y ahora qué? — estira sus brazos—ahora no tienes a tu hijo mayor, tu única hija está en una cama y yo pues ya sé la clase de mujer que eres.

— Sabes que era por tu bien y el bien de la familia.

— ¡Nos convertiste en enemigos! Ahora ves las consecuencias de tus planes…no pienso seguir “conversando” contigo.

Observa como su hijo da la media vuelta y se aleja subiendo la escalera, toma su taza de té y sonríe sabiendo que realmente está consiguiendo lo que lo que tanto tiempo su hijo guardaba para sí.

— Te estaré vigilando querido Lucas.

[…]

Mantiene la mirada fija en el arma que cuelga finamente en las manos del hombre encapuchado que se encuentra a su izquierda, suspira tomando una pronta decisión, mientras calcula la cantidad de hombres que la rodean. Se levanta enseñando las bandas que en algún momento la mantuvieron presa.

— No puedo negar que utilizaron una buena estrategia, pero todo esto me parece una obra de teatro mal pagada — camina sacudiendo el polvo que se refleja en su corto vestido — si tanto quieres que haga ese trabajo solo me hubieras llamado.

Quita sus guantes escrutando la mujer de buen semblante que se presenta, suelta el espeso humo de su boca.

— Negociar contigo es como entregarse al diablo adorada Meg, haces todo muy bien, pero la última traición no se puede olvidar— limpia su arma.

— Si lo haces ahora nunca podrás derrotar a esa banda de élite.

— Querida tus manipulaciones son una buena carta para jugar, sin embargo, no debes utilizarlas porque esta vez harás todo lo que te ordene — mueve su cabeza hacia un lado ordenando que presenten la carpeta a la mujer.

Prácticamente deja de respirar al observar todos y cada una de las fotos, sabía que tarde o temprano iban a descubrir la verdad.

— Ya sabes lo que debes hacer, sino esta misma tarde yo mismo cobraré tu traición. Quiero ver a esas dos familias destruidas, quiero a Azael y a Lucas muerto.

[…]

Después de decir cada una de las palabras a su madre decidió subir por dinero y abandonar de una vez por todas la mansión.

Camina por el estudio calmando cada uno de sus pensamientos de odio hacia su madre. Se sienta tratando de hallar un punto de paz en todos sus problemas, no podía negar que sus planes eran exactamente los que Margaret desea, sin embargo, no iba a decir absolutamente nada, prefiere hacer todo a su manera, hallar una solución.

Cuando era pequeño escuchaba a su padre gritarles a sus empleados, a ser difícil en cada decisión, poco a poco supo que en él estaba una parte de ese hombre cruel al igual que su madre. Estaba seguro de que iba a destruir a Mia y a su familia, sabía que todo era parte su pasado.

 Suspira observando las notificaciones que llegaron a su Gmail y alguno que otro mensaje de su mánager prácticamente exigiendo su pago. Era otro asunto a su vida, su carrera que a cada segundo sentía que era un nada en medio de todo, pronto iba a declarar sus cuentas en blanco. Decide apagar el aparato tan pronto las llamadas llegan. Se levanta y deja salir todas sus frustraciones en un estudio prácticamente vacío y con cada uno de sus sueños destrozados.

— Es normal sentirse frustrado y más si la situación lo amerita — sonríe cerrando la puerta.

Se sienta estirando sus brazos buscando entre sus recuerdos a tal mujer. Unos tacones sumamente altos modelan unas piernas estilizadas mientras un vestido demasiado pegado como segunda piel permite que muchos atributos sean de su atención, un rojo intenso adorna esa sonrisa siniestra y por último dos zafiros escrutadores. No podía negar que la mujer es muy bella, pero sigue siendo una desconocida y nunca la había visto.

Por un momento creyó que era otra fan en busca de un día loco

— ¿Quién eres? No tienes permiso para entrar a este lugar y si lo que buscas es un autógrafo no estoy disponible, puedes…

Sin permitir que siga hablando interrumpe resonando sus tacones.




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