Besos Azucarados

CAPÍTULO 20 SOSPECHAS

AZAEL

Muchas veces es mejor tratar de olvidar el pasado.

Podía sentirlo, sabía que sus sospechas eran ciertas, el peso de su mirada iba más allá de una simple amistad. Era cuestión de horas saber que Mia estaba interesada en algo más, la simple idea de utilizar a Megan para aquella pantomima solo para comprobar sus teorías. No es que en algún momento se haya creído el más galán y acertar en conquistarla, simplemente quería asegurar que ella no solo estuviera en una confusión.

No podía negar que después de tanto tiempo a pesar de que tratado de olvidar sus verdaderos sentimientos aquella mujer ha calado en lo más profundo, pero a pesar de todo lo que ha pensado y verla de lejos podría jurar que aun la chispa de su pasado podría avivarse en tan solo un segundo. Aquel día no pudo resistir y escuchar como aquel hombre que la dañó por completo recibía una pequeña esperanza, era más que seguro que Mia trata de engañarse en ese nuevo laberinto creado.

—  ¿Sabías que te ves completamente atractivo cuando estas en tus divagues?

Admira a aquella mujer que alguna vez fue su fiel acompañante. Sensualmente abrazada por un vestido rojo, reluce su sonrisa. Su llegada a la hacienda fue algo inesperado, aún no sabe sus razones y el por qué llegó con aquel tan conocido acompañante.

Sus recatados tacones resuenan anunciando su acercamiento hacia él, ve que extiende los papeles de cuentas bancarias.

—  Debo admitir que la hacienda está en serios problemas. ¿Has tratado de hablar con Sebastián?

Arquea sus cejas mirando atentamente a la mujer que sonríe con burla. Megan, una mujer que sin remordimiento alguno es capaz de burlar los problemas.

—  Sabes muy bien que no tengo una buena relación con él.

—  Me habías comentado que Erika te hizo una sugerencia. No puedo creer que el gran Azael sea un cobarde.

—  No plantees tus inseguridades en los demás, amada Meg. Es más, deberías decirme de una vez por todas que haces aquí, te he dado acogida en la hacienda, te he estado acompañando del brazo todos estos días, pero no has sido capaz de dar tus razones y más al traer a ese hombre.

—  ¿Celoso querido?

—  No evadas, ¿sabías sobre todo?

—  ¡Por Dios! Todo el país ha seguido esa mierda de relación, solo quise ser cupido — Sonríe mientras observa a un disgustado Azael.

— No sea nefasta, Megan.

—  Aquí el único nefasto has sido tu al estar perdidamente enamorado de una mujer tan insípida.

—  Guarda tus sermones para otro momento. ¿A qué has venido? Crees que no he notado tus “reuniones” con mi padre.

—  No me puedes obligar a contar asuntos que no son de tu incumbencia. Debo retirarme, tengo cosas más importantes que seguir con esta conversación,

[…]

Las horas seguían a tal paso de una tortuga, no podía darse el lujo de pasar una cuenta, algo extraño seguía avivando sus sospechas. Se niega a creer que el hombre a quien llama padre haya dejado que muchas cosas pasaran por alto en la empresa, ¿acaso esconde algo muy peligroso?

Durante todo el tiempo que ha pasado en la hacienda se ha tomado la tarea en observar a Sebastián, notarlo nervioso, las reuniones con Megan, pero si tanto esconde por qué dejarlo ver todos los papeles de la empresa y la hacienda. Tantos pensamientos que invaden su cabeza, quizás todo se acabe si reuniera el valor necesario para hablar con él.

¿Qué te detiene?

De tan solo recordar aquella absurda conversación, quizás era un necio que evadía las responsabilidades de la familia, aquel chico que siempre soñaba con alcanzar sus propios logros cae en cuenta que tal vez hizo todo mal desde el principio.

—  Quiero que empieces a dirigir la empresa.

Palabras tan simples que resultaron ser el inicio de su disputa, algo tan pequeño resultó ser una burla hacia él.

—  Siempre he dejado en claro que no quiero tu empresa, quiero tener algo propio saldado por mis propios medios.

Lo normal en cada familia una disputa sin resolver, él el hijo que no desea hacer lo que han pactado desde el día de su nacimiento. Cada día era un decibel más en sus discusiones.

—  Por Dios deja de decir estupideces has dicho lo mismo desde que tienes veinticinco años y ¿qué has logrado? Una tonta empresa de marketing. ¡Te he dado todo para que resuelvas en nuestra empresa y solo te has rebajado a falsas estupideces!

—  ¡Cállate!

Quizás su padre nunca entendió lo que deseaba, nunca fue amante a lo ostentoso de manejar una gran empresa envuelta en los ámbitos de derecho, para su padre ha sido el hijo ingrato que mira solo sus bienes y ahora que tiene treinta y uno podría decir que en su vida ha hecho lo correcto en seguir su sueño.

—  ¿Necesitas ayuda? Pasando por estos lares, he notado que te encuentras muy presionado en todo esto.

Observa a Erika recostada en el marco de la puerta con los brazos cruzados, sonriendo a su dirección acompañada de Lucas y Carlos.

—  Nuestra nena siempre necesitara nuestra ayuda — recita Lucas

—  Tal vez si necesite un besito de ayuda mi reina más querida. ¿Verdad que amas a tu papito Carlos?

—  Ya cállense, parecen dos cotorras, ¿acaso no ven que mi hermano está verdaderamente estresado?

—  Lo sabemos mi querida Eka, pero quizás esté así, porque tiene a sus dos damiselas rondando en este circo familiar.

—  Si solo supieran ayudar sin decir estupideces a cada minuto, los tomaría muy enserio, aquí la única cuerda de ustedes tres es Erika. Ahora tomen esos portafolios y sus laptops.




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