Besos de Lluvia

Capitulo uno

Capítulo uno

Hugo

 

Hugo se levantó de la cama cinco minutos después de que su alarma dejara de sonar, pero se quedó otros diez sentado mirando por la ventana que daba a su terraza. Vivía en la casa de sus padres, cómo un chico común y corriente. La decisión de continuar con la preparación superior, había sido, sin embargo, más de él que de sus propios padres. Sabía que le apoyarían en lo que sus manos cupieran, pero a sus diecinueve años, le pareció conveniente salir de su zona de confort, así que les anunció que una vez terminada la preparatoria, se iría a vivir a la ciudad, completamente solo. Al principio hasta a él le pareció sorprendente, pero una vez buscó el apartamento y se aseguró de que podía juntar dinero suficiente para pagar seis meses de alquiler y gastos necesarios, se dejó de preocupar. No pensaba lo mismo de sus padres. Pensó en que esa terraza sería un lugar que extrañaría un montón.

Hacía una semana se había acabado el último semestre de preparatoria, y ese era el día en el que se haría entrega de certificados y reconocimientos en una ceremonia llevada a cabo dentro de un salón de fiestas. No sentía nada al respecto. No había nostalgia ni miedo, se sentía igual que siempre. No es que no hubiera disfrutado sus años, el problema era que no era muy bueno con eso de socializar. Siendo bajito y medio afeminado, fue víctima de burlas y maltratos propios de niños de primaria, en brutos de prepa. No había recuerdos adorables de sus años pasados, ninguno merecía un espacio importante en su memoria. Pero no había problema, pensó, al fin y al cabo, encontraría cosas mejores en otro lugar. Un mejor lugar.

Se dio una ducha y bajó a desayunar. Su padre ya no estaba en la mesa, debido a su horario tan apretado, casi ni le era posible respirar sin agendarlo antes. Comió huevos con jamón que su madre había preparado, y le observó absorta en la pantalla de su celular. Acabó y dejó los platos en el fregadero, subió a su cuarto y se volvió a sentar en su cama. Recorrió el cuarto con la mirada, y pensó qué debería llevarse a su nuevo hogar. No el ordenador, tampoco sus pósteres. Meditó varios minutos sobre ello, y lo dejó para después. Tenía tiempo, en una semana saldría de una vez por todas del pueblito que lo había visto crecer. Nada memorable.

No podía quejarse de sus relaciones, al menos de amistad. Conoció a dos grandes chicas, Ana y Mari, con quiénes compartió la mayor parte de su tiempo, aunque solo en las horas de estudio. Su vida social estaba muerta después de eso. Ni siquiera había pensado en esa cosa rara llamada amor, la que todos buscaban desesperadamente. Un día, después de varias críticas por parte de sus compañeros, salió del plantel, sólo para saber qué un bruto lo había esperado para darle un golpe fuerte en la cara. Cuando estaba ya en casa, tomó una decisión por si mismo, como había acordado que lo haría siempre; evitaría la comunicación directa con todos y a menos que no se acercaran a él, no hablaría. Hizo una lista mental de todas las cosas que eran potencialmente dañinas, y las clasificó por su nivel de daño. Al final, el amor figuraba en esa lista de cosas peligrosas. Y últimamente, había subido varios peldaños.

Nunca se sintió cómodo entre sus compañeros de clase, se sentía como si no encajara. En cambio, con las chicas era otro asunto. Y bueno, en esa edad, todos buscan esas experiencias exclusivas de los adultos. Pero Hugo veía con recelo a sus compañeros besando a sus novias. Podrían decir que no veía más que a dos personas, pero ese era el problema. No veía a la chica, veía al chico. Tiempo después se dio cuenta que tener esa extraña condición, no le llevaría a nada bueno y prefirió ocultarla. Su vida iba de eso. Levantarse, bañarse, desayunar, guardar apariencias, estudiar y dormir.

Se levantó de la cama, y buscó el traje rentado para el festejo. Le pareció algo arcaico hacer entrega de los certificados en una ceremonia. Según él, no había nada que festejar. Dejó el traje en la cama, y salió por las puertas de bisagra a la terraza, donde había un sillón de exteriores medio viejo, y una mesita de metal. Se sentó en el sillón. A pesar de que, a esa hora, el sol ya debería estar arriba, la casa lo mantenía por la parte de atrás, así que no le pegaba hasta las doce del día. La vista no era privilegiada, sólo se alcanzaba a ver unos árboles y varias farolas. Lo que le llamó siempre la atención, fue esa fracción de cielo que se mantenía a la vista, por la cuál veía colores del atardecer. Le pareció peculiar, más cuando se encontraba leyendo afuera. Eso si lo iba a extrañar.

Cuando abrió los ojos, notó que había dormido una hora recostado en el sillón. Su madre entró en la habitación, y le llamó la atención por no estar listo para la ceremonia. Hugo no respondió, sólo actuó mecánicamente.



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En el texto hay: lgbt, toxico, primer amor

Editado: 11.02.2019

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