Besos de Sangre

Capítulo 6: Rutina de una Inmortal

La mañana siguiente comenzó como tantas otras.
A las seis en punto ya estaba de pie. Dormía poco, apenas unas horas al día. El descanso era más una costumbre que una necesidad. Mi cuerpo no lo exigía, pero mi mente a veces suplicaba silencio.

Me vestí con ropa clara, elegante pero sencilla. Un pantalón de lino blanco, blusa beige, gafas oscuras. Nada que llamara demasiado la atención. Pasé a revisar los informes de las clínicas, contesté correos, firmé transferencias, coordiné un donativo urgente para una comunidad maya al sur del país.
Mi vida era así: cifras, nombres, sangre embotellada… y silencio.

A media mañana bajé a la cocina. Me preparé un café —un gusto adquirido que nunca abandoné— y me senté a revisar el caso de una niña recién diagnosticada con leucemia en una de mis fundaciones. Llamé personalmente al médico a cargo. Dediqué veinte minutos a escuchar. Otros diez a tomar decisiones que, en otras manos, habrían tardado semanas. Me gustaba que las cosas se resolvieran. Rápido. Limpio.

Alrededor de las once, me detuve frente al ventanal del salón principal. La luz entraba suave, colándose entre las cortinas de lino. Me acerqué.

El sol me dio de lleno en el rostro.

No ardí.
No me convertí en ceniza.

Nunca lo hacía.

Aún me sorprende, incluso después de siglos. Al principio, tras la transformación, viví escondida. Como todos. Como debía ser. Temí a la luz, a los espejos, al fuego, al agua bendita, no probé comida humana alguna...
hasta que descubrí, poco a poco, que eso no me hacía daño, podía caminar bajo la luz del sol, podia comer algunos alimentos y todo lo demás eran mitos y leyendas.

El sol de la mañana me acariciaba como a cualquiera. Incluso el de la tarde podía broncearme suavemente. Solo al mediodía, cuando el astro está en su punto más alto, me incomodaba. Una sensación parecida al escozor de una quemadura leve. Soportable.

Jamás supe por qué.
Étienne nunca me explicó. No tuvimos mucho tiempo.

Tal vez él tampoco lo sabía.

A veces pienso que mi transformación fue… incompleta. O distinta. Que algo en mí resistió. O tal vez me convirtió de una forma diferente. Con cuidado. Con amor.

Quizá por eso aún puedo ver la luz.
Aunque no me sienta parte de ella.

Di un sorbo al café, cerré los ojos, y dejé que el calor del sol rozara mi piel inmortal.
Por fuera, todo parecía en orden.

Pero por dentro, algo se agitaba.
El pasado.
Él.
Y ese joven, Mathis Dubois, que no era más que una sombra… y al mismo tiempo, un presagio.



#3221 en Fantasía
#1364 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.