Besos de Sangre

Capítulo 13: Bajo la Misma Luna

—¿Quieres caminar un poco? —preguntó Mathis mientras salíamos del restaurante.

Asentí sin pensarlo. La noche estaba templada, el aire salado, y las calles casi vacías. Caminamos junto al malecón, con el rumor del mar acompañando nuestros pasos. Él se quitó los zapatos, riendo.

—Soy francés, pero creo que nací para estar cerca del mar —dijo—. ¿Tú no?

—Yo nací del mar —respondí sin pensar—. O al menos… eso solían decir en mi tribu.

—¿Tu tribu? ¿Eres indígena?

—Lo fui. Hace mucho tiempo.
Ahora soy… otra cosa.

Me miró, curioso. Sabia que mi apariencia me delataba, piel dorada, cabello negro y razgos caracteristicos. Creo que soy una de las pocas indigenas puras que ha sobrevivido hasta esta época.

Mathis no insistió. Agradecí eso.

Seguimos caminando en silencio por unos metros.

—¿Y cómo era tu infancia? —preguntó, con voz baja, como si temiera romper la calma de la noche.

—Libre. Salvaje. Sin espejos ni relojes. El tiempo se medía por el canto de los pájaros, por el crecimiento de los frutos, por la posición del sol.

—Hablas como si se tratara de otra época, de otro país - Debió haber sido hermoso.

—Lo fue… hasta que dejó de serlo.

No quise decir más.

Nos detuvimos frente a un pequeño muelle. La madera crujía bajo nuestros pies, y el reflejo de la luna dibujaba una línea temblorosa sobre el agua.

—¿Alguna vez has amado de verdad? —pregunté, sin mirarlo.

Él tardó en responder.

—Creí que sí. Pero ahora… no estoy seguro. A veces, el corazón confunde el deseo con el amor. El silencio con la paz. La costumbre con la eternidad.

Giré para mirarlo.
Sus ojos estaban fijos en mí. Había algo más que admiración ahí. Algo que crecía lento… y peligroso.

—¿Y tú? —me preguntó—. ¿Has amado?

—Una vez.
Y lo perdí.

—¿Lo perdiste… o lo dejaste ir?

—Me lo arrebataron.
Y desde entonces, no volví a intentarlo.

Él se acercó un paso. Mi cuerpo entero se tensó.

—No tienes que contarme nada que no quieras, doctora —dijo con voz suave—. Solo quería estar contigo esta noche.
Y lo agradezco.

Sus palabras no eran románticas. Eran sinceras. Y eso fue peor.

Porque por un instante, deseé que no fuera tan humano.

—Es tarde —dije, apartándome un poco—. Deberías descansar. Mañana te espera otro día lleno de caos y suturas.

—¿Y tú?

—Yo no descanso —respondí, con una sonrisa triste.

Él asintió, entendiendo menos de lo que creía.

Nos despedimos con un gesto. Sin tocar. Sin promesas.

Pero esa noche, mientras lo veía alejarse…
sentí que algo en mí empezaba a romperse.

Otra vez.



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En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

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