Besos de Sangre

Capítulo 14: Sangre y Sombras

Cuando regresé la mansión estaba en silencio.
Solo el viento nocturno se colaba por las ventanas abiertas, acariciando los visillos como dedos invisibles.
Yo caminaba de un lado a otro del salón, inquieta.

La necesidad me quemaba la garganta.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que sentía esa urgencia, esa sed tan visceral.

Abrí la puerta oculta que conducía al refrigerador médico.
Tomé la quinta bolsa de sangre O+, y la serví con parsimonia en una copa de cristal.
Observé el líquido espeso mientras giraba lentamente. Oscuro, tibio, impersonal.

Me senté frente al piano blanco de cola, el que había traído desde Viena hacía más de un siglo. Mis dedos rozaron las teclas como una caricia olvidada. Empecé a tocar una pieza suave y melancólica.

Pero mis pensamientos no estaban en la melodia ni en las teclas del piano, mismpensamientos giraban en torno a Mathis.

Su voz. Su olor. Sus gestos. Su forma de morderse el labio al concentrarse. El sonido suave de su risa. Cada detalle estaba grabado en mi memoria como fuego en piedra.
Y eso era lo que me perturbaba.
No el parecido. No el pasado.
Sino él. Tal como era. Vivo. Fresco. Inocente.

Sabía que debía mantenerme lejos.
Pero ya no era capaz de resistirme.

Entonces, el timbre sonó.

Fruncí el ceño. Nadie venía a mi casa sin avisar.

Abrí la puerta y lo vi allí, con una sonrisa ladeada, como si no hubieran pasado más de cien años.

—Oi, minha rainha —dijo—. ¿No vas a invitarme a pasar?

—Luan... —susurré.

Luan había sido un huracán en mi vida. Nos conocimos en Brasil hace más de un siglo, en una época en la que yo aún buscaba perderme en placeres y caos. Él tenía apenas ochenta años entonces, salvaje, hermoso y peligroso.
Ahora, con casi doscientos, seguía siendo un niño en comparación conmigo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, mientras lo dejaba entrar.

—Paso por México unos días. Escuché rumores de una doctora inmortal que bebe sangre en copa y duerme en mansiones junto al mar. Me dije: tiene que ser ella.

Me observó detenidamente, y luego miró la copa aún en mi mano.

—¿Bebes de bolsas ahora? Qué aburrida te has vuelto.

—Y tú sigues siendo imprudente —dije, secamente—. Aquí no vas a matar a nadie, Luan. Esta es mi ciudad.

Él alzó las manos en señal de paz.

—No mato si no me obligan. Solo quiero divertirme. ¿Una salida, como en los viejos tiempos?

—Los viejos tiempos ya pasaron —respondí, pero en mi interior ya sabía que aceptaría.

Luan seguía siendo impulsivo. Y sin control, era un riesgo. Si alguien moría en Cancún esa noche… vendrían por mí.

—Está bien —dije al fin—. Saldré contigo. Pero tú me sigues a mí. Y si intentas algo que me obligue a detenerte… lo haré.

Él sonrió.

—Siempre me encantó cuando te ponías así.

Tomé mi abrigo, oculté mis colmillos con la misma elegancia que ocultaba mi historia…
y salí con el joven vampiro, sabiendo que en esa noche de caza…
la presa podía ser cualquiera.



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En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

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