Besos de Sangre

Capítulo 15: El Precio del Control

La noche había sido… liberadora.

Después de siglos de contención, cazar con Luan fue como quitarse una capa de piel vieja. Corrimos por callejones desiertos, bebimos apenas lo suficiente para calmar la sed, y nos reímos como si aún fuéramos bestias jóvenes, ajenas al juicio del mundo.

Era justo lo que necesitaba para despejar mi mente. Para olvidar por unas horas el olor de Mathis, la dulzura de su voz, y todo lo que estaba empezando a sentir sin permiso.

Pero a eso de las cuatro de la madrugada, todo cambió.

Estábamos en un parque alejado del centro, donde las sombras eran más densas y la ciudad parecía dormida. Una chica tambaleante cruzó el césped, sola, borracha, riendo con una botella vacía en la mano.

Luan la olfateó como un lobo.

—Esta es perfecta —susurró, relamiéndose los labios.

—Rápido y limpio —advertí.

Pero él no me escuchó.

Se acercó con lentitud, con el sigilo de un cazador que disfruta más del miedo que de la sangre. Empezó a hablarle en voz baja, a seducirla, a jugar con ella como un gato juega con un ave herida.

Vi la mirada de la chica cambiar. Primero risa, luego desconcierto, luego miedo. Su cuerpo tambaleó, su voz se quebró.

Me interpuse.

—Basta, Luan.

—¿Qué pasa, mi reina? —gruñó con los colmillos apenas visibles—. ¿Ahora también los borrachos están en tu lista de especies protegidas?

—No es un juego. Esto no es Brasil. Aquí no matamos. Aquí no dejamos rastros.

—Tú no matas —escupió, molesto—. Pero tú no eras así antes. ¡Contigo ardía el mundo!

Me acerqué. Mi voz fue hielo.

—Estoy dispuesta a detenerte… por las buenas o por las malas.

Nos miramos por unos segundos que se hicieron eternos.
Él bajó la cabeza.

—Está bien. La dejaré —dijo, empujando a la chica suavemente al césped.

La joven cayó y se quedó allí, desorientada, pero viva. No recordaría nada. Solo un sueño extraño, tal vez.

Caminamos en silencio hasta la salida del parque.
Antes de separarnos, le hablé:

—Te agradezco esta noche. Pero debes irte, Luan. Esta ciudad no es para ti.

—¿Y si no quiero irme?

—Entonces sabrás lo que es tenerme de enemiga.

Él me miró con esa mezcla de rencor y nostalgia que solo un viejo compañero puede tener.

—Has cambiado, minha rainha. Pero no sé si para bien o para mal.
Me iré… cuando me canse.

Y sin más, desapareció en la oscuridad.

Yo me quedé de pie unos minutos, con el sabor amargo de la sangre aún en la boca… y la certeza de que la calma, una vez más, estaba a punto de romperse.



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En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

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