Besos de Sangre

Capítulo 26: El sabor amargo del vino

La noche comenzó como debía: perfecta.

Fuimos a un bar elegante, con luces bajas, paredes de ladrillo expuesto, y música suave que se deslizaba como humo entre las mesas. Había algo reconfortante en ese lugar. Algo normal.

Pedimos vino. Luego algo más fuerte. Compartimos risas, historias inventadas sobre pacientes absurdos, anécdotas de guardias largas, detalles de su infancia en la costa y mis vagos recuerdos de "años en Europa".

Nos reímos. Bailamos.

Y sí… nos besamos.

Fueron besos cómplices, juguetones. Besos que sabían a "quiero más". Él me tomaba de la cintura con firmeza, y yo me dejaba llevar por primera vez en años. Por fin, había encontrado un instante donde no tenía que pensar en sangre ni en siglos.

Hasta que él apareció.

—Vaya, vaya… —dijo una voz detrás de mí, tan familiar como el fuego—. Y yo que pensaba que nunca repetías copas con humanos.

Me giré. Lo supe antes de verlo.

Luan.

Camiseta negra, chaqueta de cuero, mirada de depredador aburrido. Sonreía como si todo le diera igual. Como si yo le diera igual. Pero lo conocía demasiado bien.

—Luan … —murmuré, con la mandíbula tensa.

Mathis lo miró, curioso. Yo no hice el menor esfuerzo por ocultar el fastidio.

—¿Un amigo tuyo? —preguntó él.

—Un conocido de otra vida —respondí, y por un segundo, deseé que Luan captara la indirecta y se marchara.

Pero por supuesto, no lo hizo.

—¿Y tú eres… el nuevo juguete? —preguntó, estirando una mano hacia Mathis como si no le importara su nombre—. Qué encantador. Aunque, seamos honestos… ella siempre rompe sus juguetes.

—No tienes por qué hablar así —dijo Mathis, controlando el tono pero no la tensión en su mandíbula.

—Oh, vamos. Solo estoy diciendo la verdad. Nara es… especial. Intensa. Letal cuando se lo propone. Pero tiene buen gusto, eso sí.

Me giré hacia Luan, fulminándolo con la mirada.

—Vete.

—¿Estás segura? Porque si él supiera quién eres en realidad…

—¡Te dije que te vayas! —espeté, con un hilo de voz que temblaba de rabia.

Luan rió, con ese sonido suyo que siempre sabía cómo clavarse.

Mathis dio un paso adelante, poniéndose entre los dos.

—Creo que ya dejaste claro que no eres bienvenido.

—Y tú ya dejaste claro que no entiendes nada.

—¡Basta! —dije, y salí del bar antes de que alguno de los dos dijera algo peor.

El aire nocturno me golpeó como una bofetada. Caminé rápido, con el pecho apretado y el corazón inexistente rugiendo como si aún latiera. Detrás de mí, escuché pasos.

—¡Nara, espera!

Mathis me alcanzó.

—¿Qué fue eso? ¿Un ex celoso?

Me detuve, mirándolo. Tenía los ojos heridos. No de celos. De confusión.

Y le dije la única verdad que podía decirle sin romperlo.

—Sí. Algo así.

—No tienes que dejar que arruine tu noche. Ni la mía.

Suspiré. Sus palabras eran simples. Pero ciertas.

Me calmé. Cerré los ojos un segundo. Y cuando los abrí, ya había decidido.

—¿Te parece si seguimos la noche en otro lugar? —pregunté.

Él me miró con una chispa de duda… y deseo.

—¿Tu casa?

Asentí.

—Mi casa.

Y mientras caminábamos hacia el auto, su mano tomó la mía con suavidad.

Yo lo llevé. No sabía si era un error. No sabía si me arrepentiría.

Pero por primera vez… decidí dejar de huir.



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En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

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