Besos de Sangre

Capítulo 30: Sangre entre montañas

Los días en la clínica eran un vaivén de emociones. Tayka mejoraba a ratos, empeoraba otros. Su madre ya estaba con ella, gracias a todos los movimientos que hice para traerla desde Bolivia. El reencuentro fue desgarrador… y hermoso. Ver a la pequeña abrazada a su madre me partía el alma, pero también me devolvía algo de esperanza.

Mathis estaba cada vez más involucrado. Con la niña, conmigo, con todo. Y yo… yo comenzaba a temer que esa conexión nos llevara a un lugar del que no podría protegerlo.

Entonces, llegó la llamada.

Uno de mis administradores en Morelia, preocupado. El director de una de mis clínicas había hecho movimientos turbios con los fondos. Corrupción. Silencios comprados. Gente siendo rechazada por razones inhumanas. No podía ignorarlo.

Viajé inmediatamente.

Lo resolví en dos días. Fría, precisa, sin emociones. Como sé serlo cuando es necesario.

Pero justo cuando me alistaba para volver a Cancún, algo me detuvo.

Una nota. Un rumor. Una firma inconfundible.

Tuzantla.

Un pequeño pueblo olvidado entre montañas, cubierto por neblina y secretos. Tres muertes en menos de un mes. Cuerpos sin sangre. Cuellos desgarrados. La prensa hablaba de “bestias”, “lobos” y “narcos”. Pero yo sabía la verdad.

No era un lobo. Ni un animal.

Era un recién nacido.

Lo supe por la brutalidad. Por la falta de sutileza. Por el caos sin control.

Viajé hasta allá.

El camino era estrecho, de curvas infinitas y árboles que parecían cerrarse como guardianes del silencio. Al llegar, me alojé en una vieja casa que usaba como refugio desde hacía décadas. Nadie me conocía. Nadie preguntó.

Me tomó dos noches encontrarla.

Estaba escondida en una cueva entre los cerros, no muy distinta a donde yo misma nací como criatura. Olía a miedo, a sangre seca… y a rabia.

Y entonces, la vi.

Una chica.

No debía tener más de veinte años. Ropa desgarrada, ojos completamente rojos, el cabello sucio y enmarañado. Temblaba. Pero no de frío. De sed.

Me vio y rugió. Se lanzó.

La esquivé con facilidad. La sujeté contra una roca con una sola mano.

—¡Tranquila! —grité, usando la voz que no era humana.

Ella me miró, jadeando. Las venas marcadas en su cuello. El pecho subiendo y bajando como un animal herido.

—¿Quién eres? —escupió, con odio.

—Alguien como tú. Pero con más tiempo.

—¿Vienes a matarme?

—No —respondí—. Vengo a ayudarte. Aunque no estoy segura de que te lo merezcas.

Ella comenzó a llorar, los colmillos aún expuestos.

—Me abandonó… él me dejó ahí. Dijo que no sobreviviría. Pero lo hice. Me escondí… y luego tuve hambre. Tanta hambre…

—Lo sé —le susurré—. Yo también tuve hambre. Y miedo. Y rabia.

Solté la presión. Ella se dejó caer al suelo, exhausta, como si solo ahora se permitiera romperse.

Me senté frente a ella. La noche nos cubría como un velo.

—¿Cómo te llamas?

—Lucía.

—Está bien, Lucía. Vas a quedarte conmigo por ahora. Te enseñaré. Pero si vuelves a cazar humanos… te juro que yo misma acabaré contigo.

Ella asintió, entre lágrimas y sed.

Y mientras la ayudaba a levantarse, recordé la noche en que conocí a mi creador. Y supe… que no iba a abandonarla.

Yo iba a quedarme.

Al menos… por un tiempo.



#1205 en Fantasía
#709 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.