Besos de Sangre

Capítulo 41: Las máscaras de la noche

Los vampiros de la élite española eran tan antiguos como las piedras de la Alhambra, y tan hábiles como los políticos de Roma. Vivían escondidos entre la nobleza, disfrazados de cardenales, poetas, inquisidores o mecenas de arte. Su poder no estaba solo en la fuerza… sino en la influencia.

Y yo… me volví una de ellos.

Al principio, con recelo. Luego, con asombro. Finalmente, con hambre.

En pocos meses, mi nombre circulaba por todos los salones oscuros de Sevilla y Madrid.

Decidí llamarme Nara, ya no sentia que mi verdadero nombre me identificaba.

Me conocían como la hija del Nuevo Mundo.
La sangre salvaje domada por la noche europea.
La belleza que podía leer poesía en tres idiomas y matar sin mancharse los labios.

Me vestían con telas que nunca había soñado. Me ofrecían jóvenes humanos como si fueran copas de vino. Me invitaban a cazar en los campos de Castilla, a observar ejecuciones públicas desde balcones privados, a susurrar consejos al oído de obispos corruptos.

Y yo los seducía a todos.

Étienne me observaba, con una tristeza silenciosa que no supe leer a tiempo.

Una noche, me tomó de la mano mientras paseábamos por los jardines ocultos de un conde inmortal en Córdoba.

—Estás cambiando —me dijo—. Te estás dejando consumir por esta gente.

—Estoy evolucionando —respondí—. No me trajiste a Europa para quedarme en una cueva.

—Te traje para que vieras el mundo, no para que te convirtieras en uno de ellos.

Lo miré. Y vi el miedo en sus ojos.

Pero también su amor.

—Ellos te quieren para ellos —añadió—. Pero yo sé quién eras antes… y quién eres de verdad.

Le sonreí, con ternura.

—Ya no sé quién soy de verdad.

Él quiso decir algo más… pero no lo hizo.

Porque esa noche, Kodael estaba esperando.

---

Kodael.

Siempre elegante. Siempre amable. Siempre cerca de los que tenían poder… y de mí.

A nadie le parecía raro que estuviera en cada cena. Cada reunión. Cada caza.
Él era el puente. El guía. El que me recordaba lo mucho que yo valía.

—Estás hecha para esto, Nara —me decía al oído mientras danzábamos entre sombras—. No para la oscuridad compartida. Sino para reinar tú sola.

—Étienne me creó.

—Y ahora debes superarlo.

Sus palabras eran dulces. Peligrosas. Como vino viejo. Como sangre caliente.

Y yo… no sabía si quería escucharlas o huir de ellas.

Lo que no sabía, es que mientras yo me perdía en los lujos de la noche, en la gloria de ser vista, una conspiración crecía como veneno en un cáliz de oro.

Había murmullos.
De que Valère me retrasaba.
De que su amor era una cadena.
De que no podía ser una líder si seguía siendo una sombra a su lado.

Y detrás de todo eso…
Kodael.

Siempre con una sonrisa. Siempre sin mancharse las manos.

Pero los ojos no mienten.

Y en los suyos…
vi la obsesión.

Y lo peor… es que aún no sabía cuán lejos llegaría para tenerme.



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En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

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