Besos de Sangre

Capítulo 50: Mi verdadero nombre

La mañana era suave, el sol apenas filtrándose por las cortinas de la habitación.

Mathis se había quedado dormido a mi lado, con el rostro relajado y una mano sobre mi cintura, como si inconscientemente no quisiera que me escapara. Me quedé mirándolo en silencio. Tantos siglos vividos… y aún no podía creer que este instante me perteneciera.

Cuando abrió los ojos, sonrió.

—¿Sigues aquí? —murmuró, adormilado.

—No pienso moverme —le respondí—. Al menos no sin contarte todo.

Se sentó, aún somnoliento.

—¿Todo?

Asentí.

—Si vas a quedarte… mereces saber quién soy, no solo lo que soy.

Nos acomodamos entre las sábanas, y por primera vez, yo empecé desde el principio.

—Mi nombre no era Nara. Al menos, no al principio.

—¿Entonces?

—Me llamaba Ailani. Era un nombre de mi pueblo, en la isla donde nací. Cerca del Caribe. Mi madre me lo dio.

Mathis entrecerró los ojos, como si se grabara la palabra en la mente.

—¿Y por qué cambiaste?

—Porque cuando me convertí… ya no era la misma. Necesitaba un nombre que no me doliera cada vez que lo oía. Nara vino después. De "noche" y "nueva".

—Es hermoso —dijo.

Sonreí.

—He tenido muchos nombres. En Francia fui Margaux. En Brasil me llamaron Isadora. En Egipto, simplemente “La dama sin edad”. Pero el único que me ha dolido y amado al mismo tiempo… es Nara. Porque tú lo dices.

Él me acarició la mejilla.

- Todavía sigo estando un.poco incrédulo con todo esto, me parece tan... - vaciló buscando las palabras - irreal.

—¿Cuánto viviste con tu familia?

—Hasta los 27 años. Luego vino la transformación. Y de ahí… siglos. Viajé mucho. A veces por elección, otras por huida. Vi nacer ciudades y morir civilizaciones. Caminé entre plagas, guerras, reinados, dictaduras…

—¿Y qué aprendiste?

—Todo lo que pude, Aprendí latín, griego clásico, francés, árabe, portugués, inglés, alemán, ruso. Puedo leer sánscrito, hablar mandarín básico… y entender a los hombres, a veces —bromeé.

Mathis rió, sin poder creerlo.

—Estudié filosofía en Florencia, astronomía en Praga, pintura en París. Pero siempre volví a lo mismo…

—La medicina.

—Mi vocación desde antes de tener memoria —respondí con un nudo en la garganta—. La primera vez que curé a alguien fue a mi hermano pequeño. Tenía fiebre. Lo cuidé tres días sin dormir. Lamentablemente murió, en esa epoca teniamos muy poco conocimiento. Yo tenía diez años. Desde entonces… supe que eso era lo mío.

—¿Y has ejercido todo este tiempo?

—Con diferentes nombres. Diferentes vidas. A veces como médica. A veces como investigadora. Fundé clínicas. Escribí artículos. He salvado muchas vidas, pero… también he destruido otras. No soy perfecta, Mathis.

—¿Y tú crees que yo busco perfección?

Lo miré. Me temblaban los labios.

—A veces… temo que cuando sepas todo, dejarás de verme como mujer… y solo me verás como un recuerdo con forma humana.

—No —dijo él—. Te veo como un milagro… con nombre, pasado, cicatrices. Y eso no me aleja. Me enamora más.

Me acerqué. Lo abracé. Lloré, en silencio.

Y entonces él me besó la frente.

—Gracias por contarme todo —susurró—. Gracias por confiar en mí.

—No sabes cuánto miedo me daba —admití.

—¿Y ahora?

—Ahora… solo quiero vivir contigo cada día que me quede.

Él me miró, serio.
—Entonces quédate. Aquí. Conmigo. Aunque yo envejezca.

—No me iré. No otra vez.

Y en ese momento supe que, por primera vez desde Étienne,
yo no era una sombra.

Era una mujer amada.

Y esta vez… no pensaba esconderme más.



#1295 en Fantasía
#750 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.