Besos de Sangre

Capítulo 51: Ya no me escondo

La clínica siempre ha sido mía.
No por posesión, sino por creación. Cada rincón, cada protocolo, cada silencio bien puesto… tiene algo de mí. Todos me conocen. Todos me respetan. Algunos incluso me temen, y eso siempre me ha funcionado.

Pero hoy, algo cambió.

No en ellos.

En mí.

Hoy no llegué sola. Y por primera vez en siglos, no quise hacerlo sola.

Mathis caminaba a mi lado. Su mano entrelazada con la mía. No como un acto de desafío. Sino como un gesto simple, natural, absolutamente humano.
Y yo… no la solté.

—Buenos días, doctora —dijeron, como siempre.

—Directora —me saludaron, como cada mañana.

Yo respondí con una sonrisa. Pero no era la misma.

Porque ahora… yo brillaba desde otro lugar.

Cuando Clara nos vio, una enfermera de pediatria, ladeó la cabeza con malicia. Su mirada bajó a nuestras manos entrelazadas, y no se molestó en ocultar la sorpresa.

—Mathis hoy estas de mejor humor- nos dijo con una sonrisa

Mathis soltó una risa breve. Clara siempre tenía esa chispa.

—Lo encontré escondido entre camillas y pacientes —respondí, con una sonrisa que no solía usar.

—Y yo que pensaba que usted no tenía corazón —añadió ella.

—Lo tengo —dije, mirándolo de reojo—. Solo no suelo mostrarlo.

---

Fue un día normal. Entre pacientes, informes, juntas breves. Nadie se detuvo a decir nada abiertamente. Pero las miradas hablaban.

Los que sabían callaban con respeto.

Los que intuían, ya no lo dudaban.

Mathis y yo no hicimos nada extraordinario. Pero todo fue distinto.
Pequeños gestos que solo los amantes entienden:
el café justo como me gusta, sin pedirlo.
su mano sobre mi espalda al pasar por una puerta.
mi corrección rápida sobre un informe mal redactado… y su sonrisa como respuesta.

Y yo, que he vivido siglos, que he caminado entre reyes, entre tumbas, entre imperios caídos…

Nunca me sentí más viva.

---

Al caer la noche, me quité los tacones en mi oficina.

Él se tumbó en el sofá como si el día le pesara, pero su mirada aún tenía luz. La ciudad se encendía más allá de la ventana. La brisa de Cancún entraba suave. Todo estaba bien.

—¿Te miraron raro hoy? —le pregunté sin volverme.

—Un poco —dijo—. Pero no porque no me conocieran. Es porque ahora saben lo que soy para ti.

Me giré. Lo miré largo rato.

—¿Y eso te incomoda?

—No. Me gusta —respondió—. Nunca había sentido que… pertenecía tanto a algo.

Fui hacia él. Me senté a su lado. Acaricié su mejilla con la yema de los dedos.

—Tú no eres parte de mi vida, Mathis. Eres mi vida.

Él me besó. Lento. Agradecido.

No fue deseo. Fue verdad. Fue aceptación.

Y yo, Ailani…
la que fue hija de una isla lejana, Nara...
la que lloró sobre las cenizas de Étienne,
la que caminó bajo el sol siendo imposible…

ya no me escondía.

Y por primera vez, en más de cuatro siglos,
ya no tenía miedo de amar.



#2493 en Fantasía
#1139 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, , romance

Editado: 12.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.