Besos Hambrientos

Deja de latir, corazón

Deja de latir, corazón

 

 

— ¿Cuánto tiempo viviste ahí? — preguntó Eitan verdaderamente interesado.

Eso de hacerse el que no me conoce me estaba sacando de las casillas. Pero mi corazón seguía pataleando como un loco cada vez que sus ojos verdes chocaban con los míos. Eran segundos y luego los apartaba, parecía que sus manos, sus grandes, fuertes y suaves manos, eran más interesante que mi rostro.

—Dos años — respondí viéndolo juntar sus manos entre sí. Aún me seguía preguntando cómo se sentirían esas manos sobre mi piel… —. Fue por trabajo de mi padre — sonreí apartando esos pensamientos.

—Estoy… — se aclaró la garganta logrando que viera directo a sus ojos —. Estoy leyendo un libro sobre mitos y leyendas de Europa.

—Oh — dije sin saber qué decir. A ambos nos gustaba ese tipo de cosas, pero él había dejado de escribir casi al mismo tiempo en que me fui, no había leído nada parecido, al contrario, el romance se había convertido en mi amigo ese tiempo.

Me juraba a mí misma muchas veces que no era romántica, que esa parte de mí había muerto haca años, pero caía nuevamente en el género literario y cundo lo conocí comencé nuevamente a garabatear frases inspiradas en él, y a marcharme, soñaba vivir un amor como las historias que leía. Inclusive como aquellas de Gena Showalter que me habían apasionado tanto que terminé leyendo toda una saga en una semana.

—Podría recomendarte unos libros — dijo de forma pausada como si estuviera tanteando el terreno conmigo.

Sonreí como tonta. Como no si cada vez que me miraba me sonreía y yo le sonreía igual. Me sentía tan estúpida en su presencia que parecía que nos estuviéramos conociendo por primera vez, de cierto modo así era después de todo ese tiempo sin habar, sin correos, sólo compartiendo ‘likes’.

—Te lo agradecería mucho, me gusta mucho leer — informé, no sé si quinea porque lo hice si él sabía perfectamente mis gustos respecto a eso.

La mitología, las leyendas y mitos llevaban un puesto especial para mí. Los vikingos, los celtas… la simbología y sus significados… no era una fanática asidua, pero de vez en cuando dedicaba tiempo a leer sobre ellos.

Iba a decirme algo cuando entraron otros compañeros. Inmediatamente su atención tuvo que ser desviada a ellos, les hizo preguntas y ellos a él. Eitan era un buen profesor, lo sabía yo muy bien a pesar de haber compartido sólo unas pocas clases la primera vez, era inteligente y afanoso cuando de hacernos entender algo se trataba. Inclusive dibujando, cosa que no se le daba muy bien. Pero también era tímido e introvertido, y más de un alumno decía que era extraño; en realidad se parecía mucho a mí, tal vez por eso me era muy difícil entenderlo o hacerme entender. O simplemente era que él me ponía nerviosa y… él… bueno, él siempre era él.

Por una vez quisiera saber qué está pensando. ¿Qué pensaba Eitan de mí?

 

EITAN

Miré a mis manos por costumbre. Reí ante el comentario de Raúl y me hice para atrás en mi silla para apoyar mi espalda mientras buscaba la respuesta a su conflicto, no era respecto a las clases no. Er personal, aun no estábamos en hora de clases y me gustaba ayudarles a relajarse. Él había perdido su teléfono en el bar cuando una chica lo distrajo, ahora se debatía si ella lo hizo apropósito o solo fue coincidencia.

—Podrías preguntarle — aventure a responder.

Él dijo haberlo pensado, pero, ¿Y si ella se enojaba por eso?, todos reímos.

Ese fue el momento en que Ricardo, otro alumno, quien tenía la mayor edad del grupo se metió en la conversación acaparando la atención de todos en la mesa. A veces él no me agradaba porque, por estar casado, creí tener todas las respuestas a todo. Yo tenía 32, pronto 33, y no andaba pavoneando mi experticia por los pasillos.

Todos ponían atención a lo que decía excepto ella, Caroline. Ella tenía la vista fija en una parte de la mesa. Me pregunte qué estaría pensando. Tal vez pensaba en lo aburrida que era la clase y no la culparía. Casi todo el tiempo tenía dudas sobre si era un buen profesor. Tal vez la facultad se apresuró en darme la titularidad de esa materia, ese conflicto de unos meses atrás solo me servía como excusa para cambiar de ambiente, tal vez de carrera…

Sonreí por algo que dijo Raúl in quitar la vista de las manos de Caroline. Cielos, apenas habían pasado unos cuantos días desde su llegada y yo no salía del estupor. Esa mañana esperaba cualquier cosa menos a ella, me quedé frío cuando sus ojos café claros se pusieron en mí. Quise sonreírle, pero no me salió nada, tanto tiempo y ahí estaba como si nada hubiera pasado. Tuve que confirmar que era ella preguntando su nombre.

Ese di durante la clase me al pasé temblando, más al ver sus ojos clavados en mí, tan vivos, tan brillantes y hambrientos de conocimientos. No había cambiado en nada, claro, se veía más madura, más bonita.




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