Dave
Bebo todo el contenido de la botella de un trago. Toda la mañana estuve en el gimnasio y estoy más que exhausto, los deportes nunca han sido mi fuerte, pero la salud y el bienestar físico lo valen.
Pongo los boletos que compre para Maya encima del tocador y camino hasta el baño para salir de este hedor a rayos.
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Aspiro el delicioso aroma a galletas sintiéndome en casa. Desde que era niño he crecido con las mejores galletas con chocolate y los mejores postres que puedan imaginar.
-Aquí se siente el hogar -digo deleitado.
Mi mamá ríe.
-Te acordaste de que aquí tienes una familia - su tono es calmado, pero veintisiete años a su lado me dejaron la experiencia para saber cuando me está reprochando algo.
- Mujer hermosa, reina de mi corazón, sin usted no podría vivir. Deje de reprocharme y mejor regale a su hijo primogénito unas cuantas galletas.
- No te daré nada y largarte de mi cocina. -finjo estar ofendido e indignado.
-Me hieres madre.
Ella vuelca los ojos.
Salgo de la cocina y corro escaleras hasta la habitación de mi hermana.
-No seas así hermanita, dime su número... -entro en la habitación interrumpiendo las suplicas de Devon.
-No y... ¡Dave! -Ella salta de su cama corriendo a mis brazos, beso su frente y la dejo ir.
-¿Qué quiere el gigoló? -pregunto echándome en la cama entre mis dos hermanos.
- El número de una compañera del colegio -resopla.
-¿Para qué lo quieres?
-Para invitarla a jugar a las muñecas Dav.
-Y tu eres Ken ¿no?
- ¡Ah! Eres muy inteligente.
Ambos reímos entendiendo el doble sentido de la pregunta.
-Cerdos -murmura Maya cruzada de brazos.
Sonrío mirando a Devon.
-Observa y aprende.
- Oye muñequita rubia -enarca sus cejas mirándome recelosa-, Tengo entradas para patinaje sobre el hielo.
-¡Ay! ¿Cuándo vamos? -chilla emocionada.
-Sí... Bueno, quiero algo a cambio.
-¿Qué? -gruñe.
-El teléfono de tu psicóloga.
- No lo tengo - susurra decepcionada.
-¡Demonios! ¿Por qué no lo pensé antes? -Devon sale de la habitación murmurando cosas para si mismo.
Este chico está loco, hago caso omiso y me centro en lo importante.
-No mientas Maya. -Hago ojos de cachorro.
-Es mi psicóloga, no mi mejor amiga.
Gruño, tenía la esperanza de conseguir su número por medio de Maya.
Courtney no ha salido de mi mente desde el fin de semana que durmió en mi departamento. Solo tengo pensamientos de ella sonriendo, de ella mirándome, de mí besándola y algunos donde hacemos más que besarnos.
Estoy jodido.
-Pero, puedes ir a su consultorio y ahí tal vez la encuentras.
-No lo había pensado.
Me pongo de pie y arreglo mi ropa.
-Dave, no la lastimes, por favor.
Su suplica me hace detenerme unos segundos y llegar a la misma y única conclusión que he llegado en estos días.
"Voy a protegerla, jamás a lastimarla "
-Jamás lo haría y vengo el viernes para que vayamos a ver esa presentación.
Corro fuera de la habitación, me despido con un beso de mi madre y enciendo el coche.
Aparco en el estacionamiento de la clínica y me dirijo al consultorio mientras repito todo lo que le diré para salga conmigo.
«Courtney, eres una mujer hermosa y me gustas mucho, me gusta tu sonrisa, tu mirada y si estás de acuerdo podría enamorarme de tu forma de ser. ¿Qué dices? ¿Lo intentamos? »
Perfecto.
Está perfecto, eso le diré y no la besaré porque podría asustarla.
Actuaré normal. Dave actuaras normal.
Llego con la recepcionista. Una mujer de no más de cincuenta años, pelo canoso y ojos arrugados que llevan una mirada severa.
Trago saliva.
-¿La señorita Morell?
-¿Tiene cita? -pregunta bruscamente.
-Eh... no.
-Está ocupada con los que si tienen cita -responde y toma una revista ignorándome.
La observo incrédulo.
En ese momento la puerta del consultorio es abierta y una mujer-de cabello semejante al rojo y ojos verdosos que me miran con curiosidad -, marchar fuera del consultorio y creo saber quien es.
-¿Busca a alguien joven? - cuestiona con ternura haciéndome recordar a mi madre.
-Sí a Courtney.
Ella me mira enarcando sus cejas de manera curiosa.
- No está, soy su madre. Chelsy. - Tiende una de sus manos hacia mi y la estrecho con educación después de todo estoy conociendo a mi futura suegra.
»¿Qué necesita? -pregunta ésta vez.
-Hablar con ella. ¿Podrías decirme donde contactarla?
-Eh... -sus ojos me analizan unos segundos. -Sí, claro - termina por decir.