El edificio principal de la Facultad de Derecho es todo un monumento digno de alguna revista de Historia. Podrían filmar una obra de Jane Austen sin complicaciones; tanta belleza es digna de Hollywood. Pasar las clases entre estas paredes llenas de cultura me da una sensación de pertenencia, como si de algún modo estuviera formando parte de algo mucho más grande que yo.
A veces, mientras camino por los pasillos cubiertos de retratos antiguos y pisos de mármol gastado, imagino las historias que guardan esas paredes: debates apasionados, voces firmes defendiendo ideales, generaciones enteras que soñaron con cambiar el mundo desde estos mismos salones. Me gusta pensar que yo también podré dejar una huella, aunque sea pequeña.
Los días en la facultad son largos, pero no los cambiaría por nada. Entre lecturas interminables, apuntes subrayados y tazas de café, encuentro una especie de paz. Hay algo reconfortante en perderse entre códigos y jurisprudencias, en descubrir cómo cada palabra puede tener el poder de cambiar un destino.
Vic siempre dice que soy una romántica, pero no del amor, sino de las ideas. Y quizás tenga razón. En este lugar, rodeada de historia y de mentes brillantes, me siento completa. No necesito que alguien me salve ni que me prometa eternidades; mi refugio está aquí, entre los libros y las voces que llenan los pasillos.
Aunque… a veces, cuando cruzo el patio central y el viento mueve las hojas secas entre los bancos de piedra, pienso en aquella llamada. En el chico del que habló Vic. Y, sin quererlo, me descubro mirando a mi alrededor, preguntándome si entre todas esas caras nuevas habrá unos ojos buscándome también.
Una voz elegante y clara me sacó del ensueño. Giré con un leve sobresalto, solo para encontrarme con la figura impecable de la profesora Brown. Su porte siempre imponía respeto: traje perfectamente planchado, cabello recogido sin un solo mechón fuera de lugar, y esa mirada aguda que parecía verlo todo
—Señorita Stone —me saluda la profesora de Lenguas. Debido a mi carrera, es obligatorio cursar idiomas y dominar varios si quiero especializarme en temas de interés internacional.
—Buenas tardes, profesora Brown. ¿En qué puedo ayudarla? —me limito a ser concreta, en caso de que se trate de una llamada de atención, aunque lo dudo.
—Verá, señorita, actualmente la universidad tiene un proyecto en el que diversos estudiantes destacados acuden a distintas empresas para realizar un trabajo de medio tiempo que contribuya a su formación. Usted ha sido una de las seleccionadas del primer año.
Realmente me sorprendió ser elegida; mi rostro no logra ocultar la sorpresa.
—No sé qué decir… —alcancé a murmurar, pero justo cuando iba a continuar, la profesora extendió unos documentos frente a mí.—Debo decir que estoy muy agradecida con la universidad por esta oportunidad —agregué, tomando los papeles y extendiendo la mano en gesto de saludo y agradecimiento.
—Todo está arreglado para las seleccionadas; solo es cuestión de llenar el papeleo con su elección y presentarse en cualquier momento antes de finalizar el primer año. No hay límite de expiración, siempre y cuando mantenga sus buenas notas —explicó con una sonrisa mecánica, probablemente resultado de repetir este discurso con tantos alumnos—. Eso es todo de mi parte, señorita Stone.
Se despidió con una elegancia impecable. Sus tacones resonaron en el pasillo, dejando un eco suave entre las paredes antiguas. Me quedé allí, con los documentos en la mano y la mente llena de expectativas, más emocionada que nunca por lo que estaba por venir.
Guardé los documentos cuidadosamente en mi mochila, todavía dejando que la emoción del anuncio de la profesora flotara en mi pecho. Estaba a punto de dirigirme a la biblioteca para avanzar con mis lecturas cuando mi teléfono vibró. El nombre en la pantalla hizo que mi corazón diera un pequeño salto: Vic.
—Hola… —dije, tratando de sonar tranquila, aunque una sonrisa asomó sin que pudiera evitarlo.
—¿Emily? —su voz sonaba un poco nerviosa, como siempre que tenía algo importante que decir—. ¿No ibas a estudiar?
—Sí, iba a… —dudé un segundo, mirando los documentos en mi mochila—, pero supongo que puedo hacer una pausa. ¿Qué pasa?
Vic respiró hondo del otro lado de la línea.
—Es que… bueno, es sobre el chico nuevo del que te hablé.
Un pequeño estremecimiento me recorrió el estómago. Cerré los ojos por un momento, intentando organizar mis pensamientos. No necesito esto ahora… Pero al mismo tiempo, no podía ignorar su voz, la manera en que siempre me hacía sentir que podía hablar de cualquier cosa.
—¿Qué hay con él? —pregunté, tratando de mantener la calma, aunque sabía que la curiosidad me delataba.
—Es que… se interesó en ti —dijo finalmente, vacilando—. No sé si deberías saberlo… tú sabes, que no estás buscando nada de eso ahora.
Suspiré, dejando que un pequeño suspiro escapara.
—Vic, lo sé. No estoy buscando una relación. Pero gracias por decírmelo. Aprecio que me lo cuentes antes de que lo descubra de otra manera.
—Solo quería que lo supieras —dijo, con esa mezcla de sinceridad y torpeza que siempre la caracterizaba—. No quiero presionarte ni nada por el estilo.
—No lo haces —sonreí, apoyando la espalda contra la silla del pasillo—. Solo… lo dejo en mi mente por ahora. Tengo que concentrarme en los estudios, pero bueno, es agradable saberlo.
—Lo sé, solo quería contártelo. Ahora sí, ve a estudiar antes de que la biblioteca cierre —rio suavemente, con esa risa que siempre me hace sentir que todo estará bien.
—Está bien, Vic. Gracias… Al menos dame su nombre... —dije, mientras ella cuelga la llamada.
Suspiré otra vez, abriendo la mochila y mirando los documentos del proyecto. Entre planes de estudios, empresas y papeles, una parte de mí no pudo evitar preguntarse si, tal vez, ser distinta también significaba que alguien podría interesarse en mí de verdad. Pero por ahora, había estudios que atender y un futuro que construir.