Besos que duelen

CAPITULO 5.- Nuevas experiencias 

A pesar de la forma tan imprevista en que se dieron las cosas, hay un alivio en saber que esas miradas entre nosotros son reales. Sé que Cass lo hizo para sacarme de una vez por todas de las dudas. Las semanas anteriores buscaba con esperanza esos ojos… esos hermosos ojos. Sé que suena loco, pero las emociones brotan sin aviso; la piel se llena de calor e incertidumbre. No había sentido este tipo de cosas antes. Lo había intentado con chicos que me atraían o que simplemente me parecían interesantes, pero ellos solo me ignoraban.

Llega a mi mente el recuerdo de Matt, aquel chico que me encantaba en la preparatoria. Lo busqué e intenté que me conociera, pero me ignoraba por completo. Nada de lo que hiciera lograba que, al menos, me considerara. Me sentí tan humillada que, desde entonces, comencé a ser más cuidadosa en el amor, en lo que quiero sentir. No entendía la razón de su indiferencia, y como la chica terca que era, seguía casi rogándole. Al final, él se fue a buscar una nueva vida lejos. Solo quedó como una experiencia de la cual aprendí un poco.

Perdí la noción del tiempo y del sentido, y cuando menos lo imaginé, estaba allí, en una conversación con Nicholas. Todo parecía fluir de manera mecánica, como si fuésemos viejos amigos.

—Vamos, Em, ¿no vas a responder? —Cassandra habló, sacándome de mis pensamientos.

—Negativo —respondí de inmediato. Pude notar las miradas confundidas de todos.

—¿Entonces no es un gusto al fin conocernos? —noto un poco de picardía en su rostro.

—No es eso. Solo por un momento el bullicio hizo que perdiera el hilo, lo siento —contesté sin más.
Pude ver las sonrisas escondidas de mis amigos. Este momento pinta para ser tema de conversación en Navidad.

—Entonces déjame presentarme de nuevo, con mayor formalidad, aunque si mal no recuerdo ya lo había hecho el primer día de clase —extendió su mano hacia mí—. Me llamo Nicholas Reed, compañero de Victoria en Medicina.

Su mano sujeta la mía; su calor me deja en shock. Si antes lo estaba, ahora seguramente me encuentro babeando.

—Hola, Nicholas. Soy Emily Stone, actualmente estudiante de Derecho —sentí cómo todos esperaban mis respuestas, lo cual me incomodó un poco.

—Sí, lo sé —agachó la mirada por primera vez—. Digo… Victoria habla mucho de ti.

Sé que miente, y que esa no es la verdadera razón.

—Bueno, chicos, ¿les parece si vamos al puesto de postres? Yo invito —dije, buscando romper la tensión que se había creado.

—Sería genial, pero creo que hay otros planes —respondió un chico al que, sinceramente, no presté atención durante las presentaciones, por estar otra vez perdida en mis pensamientos. Lo vi codear a Nicholas.

—Me preguntaba si te gustaría dar un paseo conmigo y platicar un rato —eso sí que no lo vi venir.

—Emm… sí, claro —acepté, dudosa. No es que no quisiera, pero no pensé vivir este momento justo ahora. Después de tantas miradas interminables, al fin estaba pasando.

Nos encontramos caminando lado a lado. Puedo sentir su calor desde esta corta distancia. Tomar aire no parece suficiente. A lo lejos, los murmullos del grupo que dejamos atrás se mezclan con las risas de Cassandra y Victoria, emocionadas por lo que están presenciando.

¿Alguien debería romper el silencio? ¿Tendría que ser yo?
No. La respuesta es no. Él fue el interesado desde el inicio.
Aunque… ¿y si esta fuera la oportunidad de que una mujer demuestre su interés?

—Quería disculparme por no hablarte antes —dijo, encogiéndose un poco mientras seguíamos caminando—. No fue correcto solo presentarme sin que al menos platicáramos un rato.

—No te preocupes, lo entiendo. Eres nuevo por aquí —respondí. Después de tantos días de miradas, no creo que amerite una disculpa—. Cuéntame, ¿también estás en Medicina?

—Sí —respondió con una sonrisa—. Y debo confesarte que le insistí a Victoria para que no te dijera que era yo quien preguntaba por ti. Temía no agradarte.

Tiene una sonrisa muy linda.

—En definitiva, me agradas —le respondí sin ocultar mi entusiasmo.

Llegada la noche, las risas continuaron. Era la primera vez que mi cara dolía de tanto reír. Platicamos de las aventuras que vivimos en años anteriores, de lo que nos gusta o disgusta, pero sobre todo, de aquello que nos inspira: nuestras carreras, nuestras metas. También hablamos de lo importante que es mi familia para muchos aquí, en Evervale. Tantas generaciones que dejaron historia… y espero continuar con ese legado.
Compartir todo lo bueno con alguien que muestra interés en escucharte es otro mundo, uno del cual había estado lejos por mucho tiempo. Me gusta.

Los puestos comenzaron a levantarse; era muy de noche, y la plaza debía quedar limpia para el cierre del evento. Mi familia ya estaba en el remolque. Por unos instantes me olvidé de la tarde mágica que había tenido. Entre cajas, mesas y mercancía, no había tiempo para romanticismos. La noche era corta, y conducir rumbo a casa fue apacible. Sin razones, solo disfrutando de la noche.

—Mi niña, ¿gustas de una buena taza de chocolate antes de dormir? —mi abuela, siempre sin descanso. Asentí con la cabeza; sabía que aunque dijera que no, ella iría a mi cuarto a asegurarse de que lo bebiera.

—Puedo esperarte en mi recámara, abuela.

—Claro, hija. En cinco minutos estoy allá.

Me despedí de todos. Mi padre se mantenía ausente por el trabajo en los cultivos; solo por las noches podía verlo.

—Papi, te amo —le dije. Me dio un beso en la frente.

Mi madre y mi hermana aún guardaban cosas en la bodega; mejor no interrumpirlas, ellas siempre tienen su orden.

En mi cuarto, me sumergí en los recuerdos del día. Un chico mostró interés en mí, y era justo quien pensaba. La tarde con él pasó de excelente a perfecta. No había razones para pensar lo contrario: su sonrisa, sus ojos y su forma de hablar me llenaron por completo. No sabía que alguien podía sentirse así por otra persona.




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