Esperé intranquila mientras golpeaba la mesa con mis largas uñas de color rosa. Llevaba puesto un short de color negro y mi blusa de tiras blanco.
Se supone que debían llegar temprano.
Solté un suspiro al escuchar el claxon que pertenecía al auto de Alex, tomé mi gigantesca mochila de viaje y avance por el pasillo rumbo a la puerta. Al abrirla lo primero que vi fue la camioneta azul y a todo el grupo saludando.
- ¿Listos para está gran aventura?- preguntó mi mejor amiga Sam a lo que los demás empezaron a golpear la parte de arriba del coche.
Me acomode en el asiento junto a la ventana y saqué mi cámara profesional para verificar que se encontraba en buen estado. El hermano mayor de Sam veía con curiosidad todo lo que hacía mientras el auto avanzaba por la larga carretera rumbo al aeropuerto.
Mis mejillas estaban rojas por la repentina cercanía de Adam en el momento en que el auto giró haciéndonos quedar muy pegados.
- Reparadora de cámaras -río Adam al mencionar el apodo que tanto detestaba, pero sólo por él lo aceptaba en silencio.
- ¡EH! Ustedes dos paren de hablar ya casi llegamos - nos avisó Sam quién iba de copiloto a un lado de ella iba su novio de piloto, era un hombre mucho más mayor que ella de aspecto aterrador y de gran musculatura.
Parecía uno de esos luchadores de la WWE.
Observé a todo el grupo, éramos seis en total. Dos de ellos eran amigos de Adam y Sam, una rubia de pecas y un chico pelirrojo que llevaba un pircing en el labio inferior.
Con mi cámara ya lista para fotografiar las maravillas de Panamá lo guarde en mi mochila.
Llegando al aeropuerto por poco el vuelo lo ibamos a perder pero por suerte no ocurrió eso. Entregué mi pasaje a la chica alta con un traje de aeromoza y aborde el avión seguido de mis amigos.
Para mi buena suerte la chica rubia que desconocía su nombre se sentó conmigo ya que no podría evitar ponerme roja si fuera Adam quién se sentará a mi lado. Escuché con aburrimiento a la mujer que nos indicaba como usar el respirador de emergencia y el chaleco salvavidas.
La chica de mi lado parecía nerviosa agarrando los posa brazos con fuerza tanto que sus nudillos se encontraban blancos.
- ¿Es tú primera vez en avión?- pregunté a lo que ella asintió respirando con dificultad.
Llamé a una de las aeromozas para que me trajeran una bolsa de papel, no se sabe en que momento podría vomitar y es mejor que lo haga dentro de la bolsa que encima mío.
Le entregué la bolsa, ella me agradeció con una sonrisa pero su rostro aún lucía demasiado nervioso.
- ¿Cómo te llamas?
- Molly Evans.
- Un gusto. Bella Hamilton — le saludé con un apretón de manos. Una sonrisa apareció en mi rostro al ver que su miedo se desvanecia poco a poco mientras charlabamos.
Ni siquiera se había dado cuenta que ya habíamos despegado.
— ¿Qué esperas encontrar en Panamá?
— Eh ... bueno , esté realmente fue Sam quién me obligó a venir.— me reí junto con ella.
— No te preocupes, te aseguró que nos divertiremos a lo grande — mencioné.
— Eso espero. Sam me prometió que habría chicos latinos realmente sexys esperando por mí.
— Tienes toda la razón. Créeme que he viajado por todo el mundo y hasta ahora ningún hombre me llamó la atención cómo para entregarle mi pequeña flor.— Molly se atragantó con el cóctel que bebía.
— ¿Aún eres virgen?— preguntó sin salir de su asombro—. P ... Pe... Pero eres mayor que yo.
— ¿Y eso qué tiene que ver? Recorrer todo el mundo desde mi adolescencia me hizo olvidar cosas importantes como la virginidad.—sonreí pícaramente—. Pero, estoy dispuesta a perderlo en Panamá.
Molly sonrió dándome toda la razón.
— De acuerdo, pero no te lleves a todos los guapos deja aunque sea sólo un par para mí.
— Tenlo por seguro. — agregué dándole un sorbo a mi martini.
Al llegar a la ciudad de Panamá rápidamente nos instalamos en el lujoso hotel para después ir a por unos tragos.
Era cómo la típica fiesta en la playa, chicas en poca ropa bailando sensualmente y demasiado pero demasiado alcohol.